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Bailando con bueyes

CARLA VALLÉS. 15/12/2012

VALENCIA. El pasado puente de diciembre aproveché para hacer una escapada a San Sebastián. Precioso núcleo urbano que se abre hacia el embravecido mar cantábrico y cuyos habitantes, haga 0º grados, llueva o se levanten intensas ráfagas de viento, hacen honor a lo de "chicarrón del norte" practicando con sus tablas de surf, en neopreno o a pelo, deportes acuáticos en las maravillosas playas de la Concha y de Zurriola en pleno mes de diciembre.

Jamás fui testigo de esa asombrosa decisión para pegarse un baño, acostumbrada supongo, a ver a nuestros machos levantinos hacerlo como pronto en el mes de junio y de puntillas. Tampoco faltó en mi visita una exhaustiva ruta gastronómica por las numerosas tascas que abundan en el interior de su casco antiguo para ponerme las botas con todo tipo de tapas y pinchos, acompañadas siempre de txakolí.

Con una detallada guía, recomendada por un amigo, comencé el recorrido de mi primera noche por la capital guipuzcoana en una taberna llamada "A Fuego Negro" (parada obligada). Y allí fue donde mi paladar levitó al paraíso vacuno. Fan de las hamburguesas, mi lista exigía la degustación del pincho de Kobe. Diminuta tapa elaborada con carne de una exquisita variedad de buey originaria de la ciudad portuaria japonesa Kobe, de las que jamás había oído hablar, y que logró en sólo dos bocados toda mi jerarquía carnívora desmoronar. Crujiente en su exterior, melosa por dentro. Fue amor a primera vista. Sin duda, una auténtica explosión sensorial para mis papilas gustativas. ¿Cómo podía continuar con mi existencia sin la consciencia de tal suculenta carne? ¿Por qué tal ausencia de cultura cárnica?

A mi vuelta, traumatizada pero emocionada por esa peregrina primera vez, indagué en el tema. Lo que encontré en la red fue aún más sorprendente. El Kobe, procedente de un linaje vacuno japonés llamado kuroge wagyu es una pequeña comunidad animal absolutamente ajena a la crisis que diariamente azota a cualquier persona, gremio o tribu urbana sin discriminación. Sin embargo, esta suerte de manada de bueyes sobrevive aislada del actual y sombrío panorama económico con todo tipo de lujos.

Como si la utopía de un mundo ideal hoy en día pudiera existir, las granjas que acogen a estos privilegiados animales no escatiman en gastos para tratarlos como auténticos marajás. Allí, los citados vacunos son masajeados con sake (el licor japonés), cepillados y perfumados. En su dieta diaria no faltan litros y litros de refrescante cerveza. Todo esto en un idílico entorno rural al que añaden a su particular spa anticrisis las sinfonías de los más relevantes compositores clásicos para su deleite y relax, si cabe aún más.

Así pues, en una época de recortes, donde se subastan puestos trabajo y se considera toda una hazaña robar el wifi del vecino, este colectivo mamífero rompe esquemas y presume de llevar una calidad de vida más envidiable que la Monarquía, el Papa, Julio Iglesias, las estupendas "Mujeres Ricas" o Mario Conde (allá donde tenga su fortuna).

No puedo evitar fantasear con la idea de reencarnarme en otra vida en Kobe. Me imagino tumbada en un puff siendo abanicada cual Cleopatra (pero con pezuñas) por varios ganaderos nipones, quienes previamente han baldeado mis aposentos de estiércol y hecho una pacífica siesta, algo achispada por los efectos de la cebada, al son de un imponente "Claro de Luna" de Beethoven.

Salgo de mi ensimismamiento de inmediato. Continúo leyendo y la cruda realidad no tarda en aparecer: siempre hay que pagar un precio. La explicación al trato exquisito que reciben estos bovinos de etiqueta negra no es otra que la de evitar cualquier situación de estrés para proteger, mimar y mantener su carne tierna y saludable durante años para más tarde ser devorada por comensales humanos. En otras palabras, para hacer de su bien más preciado, su propia esclavitud. Un sometimiento disfrazado para convertir su único don en un exclusivo bistec a la parrilla que se deshaga en la boca de sus enemigos. La crueldad de una dulce vida que acabará en trágico (pero delicioso) final.

Sentí pena por ese destino oscuro e irrevocable. Esa amenaza clandestina a la que se someten estos inocentes animales. Me di cuenta entonces que nuestra situación actual no dista tanto de la de un kobe. Al fin y al cabo, la experiencia otorgada en este periodo acredita que vivimos ingenuos en un mundo donde no somos más que tentadores manjares susceptibles de ser traicionados para el banquete de unos pocos. Sin embargo, como es propio de humanos usar la razón nosotros sí tenemos opción, marcar la diferencia y evitar ser carne de cañón.

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3 comentarios

amparo escribió
20/12/2012 13:04

Las vacas de Kobe gozan de una vida regalada hasta la hora de su sacrificio. Solo ese buen vivir garantiza que su carne sea una delicia. Nosotros nos asemejamos más al papel higienico, no nos dan buena vida, les importa un pito nuestro estres, o nuestras necesidades. Lo dicho no somos platos de mesa, más bien andamos en los aseos. Gracias Carla!!

16/12/2012 10:11

Buenos días Carla: como mis vistas a Donosti desde Pamplona eran continua y en otras épocas no puedo dejar de reconocer que, unos de los motivos que me llevaba hasta allí era su oferta gastronómica. Había otros restaurantes pero, me imagino que la oferta de "tapeo" se habrá sofisticado un poco y será inclusive mas variado. Después de un "tapeo" pocas ganas quedaban de acudir a un restaurante.- De todas formas su relato sobre esas vacas tan bien cuidada para finalmente ser sacrificada para deleite de los humanos es la pura realidad. Sin embargo su último parrafo aunque puede que sea verdad DEBERÍAMOS al menos INTENTAR ser el plato que degustan algunos y cuyos restos (o sea nosotros) son tirados.- NO HAY QUE DEJARSE DEVORAR O SER DESGUSTADO o servir como servilleta al menos Carla si, cada uno intenta no ser utilizado mantiene esa dignidad (palabrita o palabreja utilizada en muchas ocasiones pero que, llegado el momento nos metemos en el bolsillo y bajamos la cabeza).-CONSEJO: NO LA BAJEN,NO SE DEJEN SACRIFICAR COMO ESAS VACAS Y BUEYES Y RESISTAN A SER SOLO UN PLATO EN LA MESA somos algo más que una manada de bueyes llevados al matadero.- Alejandro Pillado 2012

Colorincolorado escribió
15/12/2012 21:34

Bravo,bravo,bravo..... Efectivamente,siempre marcando diferencias....eso es...nunca...dejar qué nos doren la píldora para después ser carne de cañón....con la razón y el corazón dejaremos de ser manipulados como marionetas.....

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