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‘¿Quién teme a la música británica?’, por J. Á. Vela del Campo

27/11/2012 Los lugares comunes, las verdades simplificadas, suelen limitar las posibilidades de un acercamiento en plenitud a un tema determinado.

VALENCIA. Los lugares comunes, las verdades simplificadas, suelen limitar las posibilidades de un acercamiento en plenitud a un tema determinado. Es el caso de la música británica, enjuiciada a veces superficialmente como un camino casi desierto entre dos figuras de la talla de Purcell y Britten. Es algo que también se aplica a la música española cuando se elucubra sin ningún tipo de reparo sobre su escasa presencia histórica con la excepción de compositores aislados como Tomás Luis de Victoria o Falla. Pero, en fin, eso es otra historia. Volviendo a la música británica, uno puede escarbar en los catálogos discográficos de Diverdi y hacer un recorrido testimonial, con parada y fonda en, pongamos por caso, una docena de grandes compositores, bien nacidos o bien instalados temporalmente en las islas en momentos significativos de su producción. Dowland, Purcell, Tallis, Taverner, Byrd, Haendel, Haydn, Elgar, Britten, Tippett, Benjamin o Adès son los primeros que la memoria impulsiva me trae a primer plano, y seguro que me olvido de alguno de primera línea. Pero con estos es suficiente para una primera aproximación.

La Fundación Juan March ha señalado un posible camino de acercamiento con la programación en octubre de un ciclo de cuatro conciertos sobre Cinco siglos de música británica con motivo de la magnífica exposición pictórica La isla del tesoro. Arte británico de Holbein a Hockney, que se puede visitar hasta el 20 de enero y en la que hay autores no nacidos en las islas, como Van Dyck o Lucian Freud, pero que, sin embargo, realizaron allí una parte importante de su obra. El paralelismo musical con Haendel o Haydn es evidente. La March tiene ya a sus espaldas una amplia experiencia en la organización de ciclos musicales alrededor de exposiciones pictóricas: Kokoschka –ya en 1975–, Matisse, Mondrian, Schwitters, Monet, Hockney, Amadeo de Souza Cardoso, y, más recientemente, Friedrich o Deineka, entre otros.

En el caso del ciclo musical británico incluso la selección de intérpretes y hasta el comentarista del programa de mano son británicos. Ciertamente no queda, con perspectiva histórica, muy bien parado el crítico alemán Oscar Adolf Hermann, que escribió en 1904 aquello de “das land ohne Musik”, la tierra sin música, al referirse a las islas británicas. Pero a lo que íbamos al principio de estas líneas. ¿Quiere usted reconciliarse con, o simplemente descubrir, la música británica? Lo tiene fácil. Unas canciones con acompañamiento de laúd de John Dowland,  óperas que van desde Dido y Eneas hasta algún título magistral de Haendel o Britten, las sinfonías Londres de Haydn, lo último de Benjamin, un ejemplo de polifonía renacentista de Tallis o Byrd, y las Variaciones Enigma de Elgar pueden servir para comenzar la exploración.

No es cuestión únicamente de pompa y circunstancia. Las Islas británicas, además de la música de sus compositores, reúnen en su territorio una serie de manifestaciones que engrandecen su prestigio. Acogen el festival más popular del planeta: los Proms de Londres; organizan una de las convocatorias más vanguardistas e imaginativas: el Festival de Edimburgo con su Fringe alternativo, o son fieles a la cita operística más exquisitamente en contacto con la naturaleza: el festival de Glyndebourne. Si a ello unimos las cuatro orquestas de primera línea de Londres (o las de Birmingham y Liverpool), teatros de ópera como el Covent Garden y la English Nacional Opera, salas de cámara tan rigurosas como el Wigmore Hall o, en otro registro, directores musicales tan completos y con dimensión pedagógica de futuro como Simon Rattle, directores de escena tan creativos como Graham Vick y un largo etcétera de grupos e intérpretes, la verdad es que nos encontramos en un paisaje musicalmente privilegiado. Lo que procede, pues, es alejar los temores y dejarse llevar por la dicha del descubrimiento. La satisfacción musical está garantizada.

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