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VALENCIA. Existen objetos en la vida cuyo uso es concebido únicamente para satisfacer, prestar facilidades y ofrecer resultados de gran rendimiento sin demasiado esfuerzo económico. Como ejemplo de ello cabe destacar las carcasas para móviles, los filtros de agua de la Brita o los post its al lado del teléfono. Una pequeña pero necesaria suerte de elementos sin las que el día día sería posible. Sin embargo, como objeto de deseo, hallazgo revolucionario y en el puesto ganador en el top del manual de cosas indispensables para oficina y hogar: el becario. Una figura de moda que abunda en todo gremio profesional que se precie.

La idiosincrasia de este colectivo es el origen de su éxito por antonomasia: seres de naturaleza solícita con afán de agradar por encima de todo, así como de prodigiosa habilidad para sonreír cuando entre las condiciones del trabajo la inexistencia del salario no merma su disponibilidad. Víctimas de engrosados currículos con decenas de méritos en destacados niveles de idiomas, informática y diplomas (de todo tipo de colores, lugares y formas), los becarios tienen además de sobrada formación para dominar el mundo, cualidades espectaculares en todo tipo de actividades. Tal es su sabiduría que hasta podrían reformar al codicioso de Gollum con un curso exprés ilustrado y titulado como "Diez rápidos pasos para evitar obsesiones absurdas con los anillos".

Extraordinarias aptitudes adquiridas tras años de esfuerzo, montones de libros y estudios, hasta en más de una carrera, aunque lejos de tenerse en cuenta cuando en periodos de crisis es preferente una navaja suiza que un sabelotodo ceniza. Sin embargo, como un becario es un ser animal de sorprendente capacidad para prepararse ante nuevos retos, allí donde son seleccionados son entrenados con esmero en importantes puestos clave dentro de la jerarquía empresarial.

Y aunque los requisitos en su elección son como la receta de una madre para hacer arroz al horno, un misterio, el jurado popular siempre acierta en descubrir su maestría e innato potencial en determinadas disciplinas que hacen honor a su título: Bienaventurados Educados muy Colaboradores de Alma Robusta a pesar de su Inocencia Obrera (BECARIO).

Así pues, con conocimientos avanzados en tecnología digital se convierten en auténticos gurús de las fotocopiadoras, escáneres e impresoras, aunque sean dispositivos de origen medieval. Navegar por Internet más de la mitad de su jornada laboral también es una de sus destrezas más sensacionales. Gracias a ellos los días son más amenos. Y es que a determinadas horas son los más populares de cualquier consultora. Los trendy topics de la web circulan por los correos de cada trabajador y el resumen de programas como "Gandia Shore", "¿Quién quiere casarse con mi hijo?" o "La Voz" concentran a clandestinos grupos de empleados alrededor de su ordenador.

Además de una inexplicable motivación por lo voluntario, hay algo de humanitario en la condición multifunción de un becario. Su incuestionable contribución, saber estar y solidaridad desmedida por el resto de sus compañeros los convierten en auténticos Ghandis, aunque eso sí, algo más dandis. Con este texto pues lanzo mi oda a este sufrido colectivo sin el que ningún tejido empresarial podría hilarse con el mejor material. Los últimos nunca serán los primeros (siento confesar tal reveladora verdad) pero sí son la esencia de la paciencia.

Llegados a este punto no puedo evitar parafrasear una de las mejores películas realizada no hace muchos años de cine histórico-bélico, recomendada por cierto hace tiempo por un excompañero becario, a quienes les lanzo un grito fuerte de guerra y nada precario: ¡Au, Au Au!