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Playback: La industria musical aplaudió su cáncer

EUGENIO VIÑAS. 03/11/2012 "Actuaciones en playback y si hay entrevista posterior al paripé nos recordarán cuál es el verdadero problema: ¡la piratería, delincuentes!."

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Eugenio Viñas

Periodista y editor en Valencia Plaza
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VALENCIA. Es viernes 2 de noviembre de 2012 y la Sociedad General de Autores y Editores -podríamos decir SGAE para condicionar negativamente la lectura- no ha encontrado el día en el que poner el grito en el cielo sobre las consecuencias del playback televisivo para el negocio de sus asociados. De las consecuencias del playback en directo, previo pago y tal, ya dedicaré otro post porque la falta de vergüenza es directamente proporcional a los recursos de los que ‘el sector' da muestra ante su particular decadencia.

La industria, que según a dónde se mire parece dudar (todavía) de si los euros han de venir de la venta de plásticos, parece encantada por pasiva con la estafa. Maquillar rostros jóvenes -preadolecentes, s'il vous plait-, implantar implantes -por favor- y mirar hacia popa si el barco se hunde son parte de la fórmula. El mensaje: la creación de una marca musical tiene un proceso productivo similar al de un Big Mac. Pues ñam, que al fin y al cabo pensar que la música tiene fin es como pensar que lo tiene la suma de las galaxias.

Los medios audiovisuales españoles impusieron e imponen la cultura del playback como la auténtica realidad musical. "Esta es la música, observen". Supongo que alguien que cree en las lecturas de audiencia de Sofres, que las lee cada mañana desde algún despacho con mesurada luz natural, entiende que dos sentidos activos en un mismo sillón pueden provocar un infarto. Es el tipo de directivo que pone cara de afectado por la caída de ingresos, de esos a los que se les dibujó una amplia y relajada sonrisa cuando vieron la popular escena del "que se jodan". De esos.

Así que, insisten, la música es esto: un micro sin cable ni control remoto. Realismo mágico.

Obvio que sonorizar un directo, aunque sea de forma precaria, requiere de un esfuerzo. En televisión son varios, porque además hay que realizarlo. Esfuerzo es tiempo y tiempo es dinero. ¿Para qué iba una televisión a perder dinero en mostrar ‘algo' de lo que su responsable (artista/puestos de trabajo asociados) ni se preocupa? Porque el cáncer sobre la verosimilitud, sobre la honestidad del ejercicio profesional del músico, sigue extendiéndose sin que nadie se rasgue las cuerdas vocales. El que más y la que menos llegan a plató, pasan por el esfuerzo/tiempo/dinero de un estupendo equipo de maquillaje y a mover los labios. Si hay entrevista posterior al paripé nos recordarán cuál es el verdadero problema: ¡la piratería, delincuentes!.

El artisteo general, ese al que me refiero, permanece silenciado ante los requisitos para disfrutar de un minuto de gloria promocional. Históricamente han sido muchos (muchísimos: 12345...) los que se han revelado creativamente a la imposición. Casualmente, los ejemplos son de pirineos hacia fuera. Aquí estamos en otro nivel. Con total libertad, elijo tres casos desiguales para analizar las consecuencias actuales de la relación televisión - música gracias al playback:

1. Caso ‘La Voz'

Pónganse en pie: MÚSICA EN DIRECTO. Sí, de verdad. Casi con lágrimas en los ojos puedo destacar que, en este oasis de música en directo en pleno ‘prime time', en los 7 programas que se han emitido, no se han mostrado más de dos planos medios de los músicos. Aquí lo que cuenta es ‘La Voz' y repetir el modelo de éxito OT sumado al fracaso de Fáctor X.

Si el descubrimiento comercial con Operación Triunfo fue la explotación de productos efímeros, aquí el corto plazo alcanza una velocidad estimada de diez Baumgartners por segundo. No les da ni para grabar un single a los pobres. La siguiente evolución de los 'talent shows' será dar un la natural afinado. Y au. Lo esperamos.

2.  Caso ‘Tu cara me suena'

Este caso nos sirve para destacar que hasta no hace tanto tenían el decoro de permitir que ‘los figurantes' fueran músicos. El aparentar, deporte estatal a la espera de federación para más gloria, permitió en el pasado que algunos músicos tuvieran la ocasión de sentirse aún más frustrados al menear el esqueleto sobre sus instrumentos ‘sordos'. Malos viejos buenos tiempos.

En ‘Tu cara me suena' los figurantes tienen el gran don para la profesión musical de ser modelos. Un valor clave para transportar las mentes a nuevas sensaciones. Y es que, suceda lo que suceda musicalmente con la canción, podemos ver al guitarrista mantener tres minutos la misma nota en su mástil -efecto mano muerta-, al bajista contonearse sin el menor sentido del ritmo y al batería repetir estudiados golpes de cuello sin que sus gafas de sol salgan volando. Siempre hombres, claro. Cultura del espectáculo.

Es obvio que a este altar divino no acuden músicos, salvo alguna oveja descarriada y desafinada, que las hay. No obstante, al fin y al cabo son minutos musicales que el personal entiende como tal. A menudo, los supuestos figurantes ejercen de bailarines con mejor fortuna. Quizá, parecida, pero en este terreno no me cabe opinar.

3. Caso ‘Sandro Rey'

La bola extra o el case study bizarro del asunto son los figurantes -por sus perillas y sus gafas con montura al aire, posiblemente músicos- que acompañan a Sandro Rey y demás videntes en austeros y nocturnos platós. En el top de las estafas telivisivas, a los charlatanes que se enriquecen en un incomprensible vacío legal se les escolta siempre con un par de payos con la expresión facial de Keanu Reeves. Los asalariados zarandean su cabeza con empeño, pese a la compungida historia del oyente estafado, como si aquella música de ascensor que obviamente no están tocando activará una orgía de endorfinas en su redonda cabeza.

Esa es nuestra televisión, aunque es cierto que no siempre es justo mirarse hacia fuera. Aun así, me reconozco constantemente sediento al buscar en YouTube actuaciones televisivas en LettermanHolland o las performance empaquetadas de la BBC Radio por citar algunas fuentes. No siempre es justo meter en el mismo costal toda la paja, y para ser justo cabe recordar que -más allá de los vídeos enlazados arriba- artistas como David Bowie, Blur e incluso Enrique Bunbury han puesto como condición actuar en directo si el efímero programa de turno les invitaba a participar. Sólo son algunos ejemplos.

Y es que, haciendo comparativa con otros productos televisivos, uno termina por preguntarse por qué Arguiñano, pese a que también sufra sus sesiones de manicura, no abandone su profesión y deje en manos de los de Art Attack un generoso solomillo. Ya lo imagino, de gomaespuma y purpurina sin olvidar un pelín de perejil coronando.

Si por el modelo empleado con la música hemos aprendido algo es que, si el bueno de Arguiñano o sus colegas lo repiten, no sé, durante 30 o 50 años, aquello que era una profesión ahora se puede mostrar en el futuro como un engendro. Obviamente, el telespectador, a poco que esté despierto, irá cultivando una paulatina y crónica desafección por su vocación de gomaespuma aun teniendo la necesidad de seguir comiendo. Una desafección parecida a la que actualmente uno puede sufrir al ver como se mueven ciertos labios aun teniendo la necesidad de escuchar música para seguir adelante.

Obviamente hay 'otra música', otros circuitos, cada vez más y más distantes y bajo el riesgo de convertirse en guetos. Cuesta creer que los guetos nos sirvan a estas alturas y menos que colectiva y culturalmente nos aporten nada positivo (al 21%). Pero sí, al final será evasión y victoria. Evasión o fake, esta es la cuestión. Y mucha vergüenza.

The National - Fake Empire

 

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