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CRÍTICA DE CINE / ESTRENO

'Argo' Añoranza de la guerra fría

MANUEL DE LA FUENTE. 03/11/2012 "Ben Affleck recupera ese contexto de tensión de la guerra fría..."

VALENCIA. La caída del muro de Berlín cambió muchas cosas. Se produjo una reestructuración política mundial pero eso, en realidad, qué más nos dará cuando lo verdaderamente importante es otra cosa: aquel día de noviembre de 1989, se acabaron las películas de espías. Porque la amenaza soviética abría un montón de posibilidades narrativas en el cine comercial debido, sobre todo, a dos características. En primer lugar, daba a las historias verosimilitud al situar las películas en un contexto contemporáneo reconocible. La gracia radicaba en que el espectador veía posible lo que estaba sucediendo, que no asistía a nada ajeno ni fantasioso.

Pero, sobre todo, las películas con un contexto tan reconocible rompían con el maniqueísmo de las películas de acción, ya que cuestionaban la bondad de los protagonistas. Pensemos en agentes como James Bond, que no deja de ser un sicario dispuesto a matar a quien sea en nombre de las democracias occidentales. En las películas de espías con malos de relieve como los soviéticos, no había buenos y malos absolutos. Si el gobierno norteamericano o británico tenía un problema, pues enviaban a unos tipejos que eran agentes dobles o triples a liarlo todo más a base de engaños, trampas y asesinatos. Eran películas que mostraban el terrorismo de Estado como un mecanismo habitual de la alta política. Eran películas que, de tan entretenidas que eran, te venían a decir que el GAL molaba.

Esto cambió de la noche a la mañana y el cine de los años 90 se volvió más aburrido, más anquilosado. Porque, derrotados los soviéticos, se dio la vuelta a estas dos características: de repente, los conflictos dejaron de tener un contexto determinado, las historias dejaron de ser reconocibles al no haber ya amenazas identificables y palpables y, además, se volvió al maniqueísmo: los buenos volvieron a ser muy buenos y los nuevos malos (islamistas, moros, perturbados y otras gentes de mal vivir) eran malísimos y crueles, sin aristas. La solución, en los últimos años, está siendo volver a los años 70 para recuperar ese cine, es decir, recuperar a los rusos y a toda la agitada política internacional de aquellos años, que se encontraba totalmente polarizada.

En Argo, la última película de Ben Affleck, se recupera ese contexto de tensión de la guerra fría, pero en esta ocasión con otro malo de relieve: el ayatolá Jomeini y la tensión internacional producida por el secuestro en Irán de 66 rehenes norteamericanos. La crisis, que duró más de un año, puso fin a las aspiraciones a la reelección del presidente Jimmy Carter. Como no resolvía la situación, tenía ahí enfrente a un aspirante al cargo, Ronald Reagan, que no paraba de llamar a Carter amigo de los terroristas, progretarra y lindezas por el estilo. Reagan prometía que con él las cosas irían mejor, y, pese a esta 'lealtad ciega' del partido republicano, Carter resolvió la situación. Pero fue demasiado tarde, ya que anunció el fin del problema justo cuando Reagan juraba su cargo. Pocos años después, el mismo Reagan le vendería armas a Irán (en el escándalo Irán-Contra), pero eso ya era lo de menos.

Affleck le echa un vistazo a esta historia y se detiene en un detalle muy concreto: la operación que montó la CIA para rescatar a seis de los rehenes, ocultos en un piso en Teherán. El personaje de Affleck (Tony Mendez) es, en la Agencia, un agente muy cualificado (eufemismo de "asesino profesional") que, sin embargo, tiene que montar un operativo discreto para sacar a los rehenes sanos y salvos. Y decide ir a por ellos, disfrazarlos de técnicos de una película que están localizando exteriores en Irán y salir en avión con estas identidades falsas.

Hay que entender la sutileza del planteamiento. Estamos en los años del blandito Carter y se montaban planes así. Aún no habían llegado Reagan ni Bush, que habrían organizado una estrategia de rescate más ambiciosas, como inventarse la existencia de arsenales químicos, invadir todo el país y devolver a los 6 rehenes. O bombardear colegios, hospitales y carreteras para salvaguardar la integridad de los norteamericanos implicados. No. Lo que aprobó Carter fue un plan que funcionó, pero que no es espectacular para hacer luego películas en plan Rambo.

Lo que tenemos es una peli de espías, confirmando el interés que despierta en los principales directores de Hollywood la escena política internacional de los años 70. Ahí tenemos a Steven Spielberg en 'Múnich', con un comando del Mossad tratando de vengar la matanza de los Juegos Olímpicos de 1972. O Ron Howard, que en 'El desafío' -Frost contra Nixon- recogía el ambiente político de la época. O 'El topo', la revisión de la novela de John le Carré con Gary Oldman interpretando al agente George Smiley. O el caso de George Clooney, que en sus películas siempre echa un vistazo al pasado para hablar del pasado poco edificante de la CIA (en 'Confesiones de una mente peligrosa'), o de las miserias del gobierno norteamericano (en 'Buenas noches, y buena suerte'), miserias que han llenado de porquería y corrupción el presente (como muestra en Los idus de marzo).

Ben Affleck sigue esta reflexión, estrenando Argo en plena campaña de las elecciones presidenciales en Estados Unidos. El paralelismo está claro: si en 1979 la crisis de los rehenes hizo caer al gobierno de Carter por el patrioterismo barato de los republicanos, la lección tiene que aplicarse al momento presente, donde la demagogia viene en esta ocasión encarnada por Mitt Romney, y las políticas de progreso se encuentran en el bando demócrata, el de Barack Obama que, como Carter, encara su reelección. Y Obama, como Carter, tampoco es perfecto y se queda a medio gas en muchas de sus políticas. Pero Affleck lo tiene claro cuando, al final de la película, reivindica la labor de Carter con una serie de fotografías de la época que anteceden a los títulos de crédito finales.

De este modo, Affleck se presenta como un director interesante, que deja de lado las experiencias comercialoides, tontorronas y chapuceras de su anterior película, 'The Town, ciudad de ladrones'. Y vuelve al camino que había mostrado en 'Adiós, pequeña, adiós', una película policiaca que denunciaba la corrupción policial en Estados Unidos. En Argo introduce, además, una reflexión sobre el papel de Hollywood como una gran maquinaria industrial que está por encima de la política (ya que puede permitirse el lujo de rodar en Irán en plena crisis internacional) y que sólo ofrece mentiras y entretenimiento. Es una reflexión que ya veíamos en películas como 'Cortina de humo', con Dustin Hoffman como productor de cine que se inventaba una guerra de ficción para distraer la atención sobre un escándalo sexual del presidente de Estados Unidos.

La reflexión sobre el momento actual se la reserva Affleck como colofón a una historia que reivindica el cine de espías de antaño, introduciendo elementos de dramatismo para que no decaiga el interés. Ahí está la secuencia en el aeropuerto, un ejemplo de manual de "last minute rescue" ("salvación en el último momento"). Se trata de uno de los rasgos fundamentales de cualquier película norteamericana de acción: resolver la trama principal con un suspense en el que los buenos de la historia se salvan por los pelos. Aunque aquí tampoco sepamos muy bien quiénes son los buenos, porque, de acuerdo, el régimen de Jomeini era asqueroso, pero, ¿era más virtuosa la CIA de los años 70? ¿Son totalmente inocentes los rehenes y el agente que va a salvarlos? Affleck no lo tiene del todo claro, y así lo muestra en algunos ligeros apuntes de la película.

Y por eso Argo recupera las mejores esencias de cuando había malos de verdad para hacer películas con cosas más interesantes que explosiones y persecuciones sin sentido.
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Ficha técnica
: Argo (EE.UU., 2012, 120')

Director
: Ben Affleck

Intérpretes
: Ben Affleck, Bryan Cranston, John Goodman

Sinopsis
: Tony Mendez es un agente de la CIA que tiene que rescatar a seis norteamericanos atrapados en Irán, en plena crisis de los rehenes entre Jomeini y el gobierno de Jimmy Carter.

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3 comentarios

Llamadme Israel escribió
18/11/2012 22:01

Gus, de la mini serie no sé, pero lo que menciona lo cuenta Ken Follett en su libro "En las alas del águila", basado en hechos reales (tm)

E. Martín escribió
09/11/2012 21:06

De hecho fué la CIA la que ayudo a negociar la venta de misiles a Iran y, como parte del acuerdo, pidieron que se retrasara su liberación para favorecer a Reagan. Carter sí montó una operación de rescate a lo Rambo, pero en la mejor tradición del ejército USA, dos helicópteros chocaron a mitad de camino y tuvieron que volverse a toda hostia dejando los cadáveres en el desierto para mofa y befa internacional.

gus escribió
07/11/2012 19:44

¿No se hizo hace años (¿época Reagan?) una mini serie o peli parecida sobre el rescate de unos ejecutivos u.s.a. pillados en Teheran cuando sucedían los mismos hechos? De prota Burt Lancaster, viejo soldado recuperado para la misión financiada por Ross Perot, aquel millonetis gringo que me parece que llegó a presentarse a la presidencia como independiente.

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