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Tobin o no Tobin: esa (no) es la cuestión

SANTIAGO CARBÓ VALVERDE*. 14/10/2012

VALENCIA. Hace unos días tuve el honor de ser el padrino de la promoción 2012 de la Facultat d'Economia de la Universitat de València. En ese entrañable acto quise transmitir a los alumnos confianza y fe y la importancia que su labor tiene no sólo para el futuro de la profesión económica sino para la sociedad en su conjunto. Entre los aspectos que se me antojaron como más relevantes para el futuro de estos jóvenes economistas estaba un compromiso con la libertad y la coherencia, algo que tanto se echa de menos en el mundo económico actual.

La falta de referencias a las que asirse como elementos para encauzar la salida de la crisis y corregir y prevenir los errores que nos han llevado a esta situación resulta preocupante. Y todo economista debe estar alerta y preocupado respecto a esta situación. El proyecto del euro es probablemente el caso más palmario.

Al tiempo que la UE recibe un espaldarazo institucional con la concesión del premio Nobel de la Paz, en reconocimiento a un proyecto de una importancia y ambición vitales, una parte importante de ese proyecto, la moneda única, languidece en buena medida. Aspectos tan determinantes para su futuro como el establecimiento de mecanismos de solidaridad y control financiero común y, en ese contexto, de la unión bancaria y fiscal, revelan ese estancamiento institucional.

Y una de las consecuencias típicas en momentos de confusión político-económica es que los debates suelen trasladarse a los aspectos menos urgentes, de modo que el anquilosamiento de los importantes se eterniza. Los avances que se han producido estos días hacia la aprobación de una tasa a las transacciones financieras son un buen ejemplo de ello. Para empezar, porque no tiene sentido económico y porque parece más bien una respuesta de carácter populista para castigar al "malvado" sector financiero por sus desmanes y hacerle pagar parte de la factura de esta crisis. Pero ese no es el camino porque es incorrecto y desacertado. Para empezar, aunque esto ya se ha comentado en diversas ocasiones, porque esta tasa tiene muy poco que ver con la de Tobin y el propio economista ya expresó en repetidas ocasiones su desagrado con el uso de su nombre y sus ideas para tal propósito.

Los argumentos económicos son múltiples y en estos días en Valencia Plaza se han podido leer numerosas referencias y análisis que dejan patente la deficiencia de esta posible implantación de una tasa a las transacciones financieras. Lo más peligroso de esta tasa es que sus beneficios potenciales (menor especulación y mayor eficiencia de mercado) serían anulados de forma más que proporcional por las distorsiones que tal implantación produciría entre los que destacan movimientos de capitales fuera de Europa, pérdida de competitividad de los centros financieros europeos y reducción de los efectos multiplicativos del sector financiero en el crecimiento económico. Por eso, lo que cabe es apelar a no emplear este tipo de cuestiones como moneda de cambio ni arma arrojadiza, ni como elemento de distracción. En estos momentos no es un "ser o no ser" de esta tasa lo que está en juego sino del euro y de la estabilidad financiera. Sin distracciones.

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* Santigo Carbó es Catedrático de Economía y Finanzas de la Bangor Business School

 

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