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VALENCIA. Fin de la espera. El Gobierno dio a conocer este viernes finalmente los resultados del test de estrés al que ha sometido al sistema financiero español la consultora independiente Oliver Wyam. Los bancos tienen unas necesidades de capital de 59.300 millones de euros para cumplir con los ratios de solvencia y viabilidad. Una cifra que copan mayoritariamente las entidades nacionalizadas: BFA-Bankia, 24.473 millones, CatalunyaBank, 10.825 millones, NovaCaixa, 7.176 millones y Banco de Valencia, 3.462 millones.
Las cifras corresponden al escenario más estresado de los dos propuestos por la consultora, y en el caso de Banco de Valencia prácticamente duplican los 1.600 millones de déficit de capital que el FROB, gestor de la entidad desde su intervención, estimó antes del verano, cuando se lanzó la subasta para la venta que después se paralizó, precisamente para esperar a los resultados del informe de Oliver Wyman.
Ahora que ya se conocen los datos, arranca una nueva etapa para el equipo gestor de Banco de Valencia, liderado por el director general, José Antonio Iturriaga, que tiene ante sí el reto de preparar el banco para la venta, una vez el Gobierno vuelva a abrir el proceso de colocación en el mercado de las entidades nacionalizadas, en especial el propio Banco de Valencia y CatalunyaBanc.
Un proceso en el que Iturriaga deberá mover bien todas las fichas para hacer atractivo el banco. Y lo cierto es que los datos ofrecidos ayer por Oliver Wyman, en el caso de Banco de Valencia elaborados con la participación de la consultora PwC, no son buenos.
Si bien se sabía que la cifra de las necesidades de capital adicionales a los 1.000 millones que ya aportó el FROB en la ampliación de capital aprobada en la última junta general de accionistas, iba a ser mayor de los 1.600 millones que se apuntaron entonces, lo cierto es que las condiciones extremas de la economía española que se han utilizado en el peor de los supuestos, han disparado esa cifra.
Y a pesar de que Banco de Valencia tiene garantizada la ayuda dentro del marco del rescate financiero a la banca española, hay un elemento que afecta precisamente a los bancos nacionalizados: la advertencia de Bruselas de que alguno de esos bancos debería liquidarse.
Y pese a que el Gobierno ha desestimado siempre esta posibilidad, al considerarla más cara que la recapitalización, la espada de Damocles pende sobre ellas, en especial a partir de que la Comisión Europea fiscalice el reparto del dinero.
¿Por qué? Porque la CE quiere que aquellas entidades que no sean capaces de generar beneficios ordinarios están en el objetivo de Bruselas. Y en este apartado, las incógnitas se acumulan tanto en Banco de Valencia como en el resto de entidades nacionalizas. Según las proyecciones realizadas por Oliver Wyman, ninguna de las cuatro generaría beneficios antes de provisiones (margen de explotación de negocios en España y el beneficio atribuido después de impuestos del negocio internacional) en el escenario adverso.
Así, mientras que en el escenario base, Banco de Valencia puede llegar a tener unos beneficios de 217 millones, si la economía empeora, la situación será muy distinta: entraría en pérdidas, con perdidas de 98 millones.
No es el peor caso de todos. NCG Banco tendría un margen de explotación negativo incluso en el escenario más previsible, según el resultado de las pruebas. Eso siembra enormes dudas sobre la viabilidad de la supervivencia en solitario de estas entidades.
Pese a todo, CatalunyaCaixa y NCG Banco, expresaron su intención de buscar soluciones para garantizar la continuidad de sus negocios tras conocerse los datos. Banco Valencia, por su parte, guardó un desconcertante silencio. "Esos son los datos y no vamos a hacer ninguna valoración. El banco sigue con su trabajo de reestructuración interna", dijo una portavoz oficial de banco a ValenciaPlaza.com.
LOS CUATRO FRENTES DE ITURRIAGA
El director general de Banco de Valencia, José Mauel Iturriaga, tiene abiertos ahora varios frentes a los que atender. El primero es incrementar los beneficios del negocio corriente, concentrado en el negocio puramente bancario. El segundo reducir de forma notable la estructura de la entidad, con el cierre de 70 oficinas y el despido de casi un 25% de la plantilla. Estas medidas son esenciales para tratar de ofrecer un negocio lo más rentable posible.
El saneamiento de Banco de Valencia, además, también pasa por el banco malo, la sociedad a la que los bancos en crisis podrán transferir sus activos inmobiliarios más tóxicos. Esto puede suponer un ingreso de liquidez para la entidad que en la sede de Pintor Sorolla se estima en unos 3.000 millones de euros, con los que se podría rebajar parte de la deuda que tiene viva la entidad.
Pero donde se están concentrando los mayores esfuerzos es en encontrar un comprador para el banco. Independientemente de que se realice o no una nueva subasta, Iturriaga y su equipo están manteniendo contactos por entidades extranjeras y fondos para ofrecer Banco de Valencia una vez saneado. La venta alejaría cualquier tentación de liquidar el banco.
Todos estos frentes corren en paralelo y deberán definir el futuro del nuevo Banco de Valencia. Otro test de estrés pero esta vez para para José Antonio Iturriaga y su equipo.
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