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el gastrónomo impertinente

Los siete pecados de los restaurantes en el tratamiento del vino

JOE L. MONTANA. 14/09/2012 Perviven detalles impresentables en la atención al vino en los restaurantes. Muestran descortesía, mala educación y falta de oficio

VALENCIA. No se puede negar que la atención a la calidad y al servicio del vino en los restaurantes ha mejorado. Pero en la Comunidad Valenciana, y sobre todo en Valencia, siguen manteniéndose rasgos y comportamientos que me parecen impresentables. Alicante sigue por delante en este terreno (como en otros). A continuación resumo algunos dejando fuera la escasez de vinos por copas y los precios en buena parte de los locales. Ambos merecen un comentario por separado con los nombres de los restaurantes.

Una carta impresentable. Uno de los rasgos más comunes son esas cartas repletas (o no repletas, que da lo mismo) de puntos, asteriscos o noes al lado, o encima, de los vinos que se ofertan, cuando no tachaduras por doquier. Lo he escrito ya y lo repito: las impresoras multifunción valen menos de 100 euros. Pero es que además venden en las papelerías unos puntos autoadhesivos de tamaño variable y de diferentes colores, el más frecuente es el rojo, que permitirían asear un poco la carta. Las cuales, por otro lado, se presentan en demasiadas ocasiones llenas de manchas de líquido. Unas y otras deberían desaparecer en todo restaurante que pretenda pervivir.

Añada incorrecta. Con frecuencia, las añadas no se actualizan o, menos habitualmente, figuran equivocadas. El vino, sin embargo, es un producto vivo que cambia de manera muy apreciable de un año a otro. Sólo los vinos industrializados consiguen mantener una homogeneidad reseñable (que no completa como pretenden las bodegas). Por tanto un vino de una añada puede tener poco que ver con el mismo vino de otra (un buen ejemplo el Belondrade y Lurton de 2008 (excelente) y 2009 (mucho menos). Sin embargo, en gran parte de los restaurantes no se mencionan añadas (siempre se puede preguntar) o la carta incluye añada y luego le sacan a uno la siguiente, lo cual es mucho peor. Si no se quiere ejercitar la memoria pra recitárselo a los clientes, la impresora se impone.

Abrir antes de mostrar. Menos frecuente que los dos anteriores, pero desde hace un tiempo ¿un año? se está difundiendo la costumbre de sacar el vino descorchado a la mesa. Seguramente porque demasiados contratados como camareros no saben descorchar con facilidad. Es una falta de atención al cliente y no porque se piense que pueden haberlo cambiado por otro. El vino se oxida y algunos con rapidez. Pero es que además uno puede haber cambiado de opinión, o si es otra la añada, preferir otro. Una derivación impresentable de esta versión es sacar las copas de champagne servidas y no indicar de cuál se trata. En contra de lo que ustedes pueden pensar no es cosa de baretos de playa: me ha ocurrido este verano en La Escaleta con un Ougly Oruet en copas en la que había medio sorbo.

No preguntar quién lo cata. Afortunadamente preguntar quién será el catador es cada día más frecuente. Pero no siempre sucede. Y cuando no se pregunta siempre se da a catar a los varones. ¿Acaso influencia de algún conocido club de vinos valenciano en donde todos los participantes en las catas -en pleno 2012- son varones? No lo sé. Pero de nuevo cuando son varios los comensales, o si hay mujeres y hombres, es una desfachatez no preguntar. Error común también es que si lo prueba alguna mujer, a continuación, tras aceptarlo, se sirva al varón y no se rellene la copa a ella a pesar de que siempre se les sirve antes a ellas (afortudamente en España, no en Francia, han desaparecido las cartas sin precios para las damas).

Llenar las copas en exceso. Muchos, de nuevo, siguen la costumbre de considerar que atender correctamente el servicio del vino, además de las Riedel de rigor, es rellenar las copas continuamente. Y casi hasta el borde. Un error, en especial con el vino blanco, que se calienta. Pero también con los tintos en verano en donde la temperatura ambiente supera en muchas ocasiones al aire libre los 30º. No pido una atención como la que tenía El Bulli, o la que tiene hoy David Muñoz en Diver.xo, pero un poco de cuidado -y atención para saber qué preferencia se ha expresado- debería ser la norma y no todavía la excepción.

Sugerencias sin ton. Muchos queremos aprender de los sumilleres. Pero los sabiondos insistentes son cargantes. Yo diría que maleducados. Ya he mencionado La Escaleta, de la que tengo pendiente un comentario, pero Redrado se pasa cuatro pueblos. Sirve el vino cuando le place, por más que se haya renunciado al aperitivo "para tomar una copa mientras esperamos los platos", pone una cara de espanto si no le gusta la elección que raya la grosería y perora como si fuera dios. No es el único. Y debieran saber los sumilleres que los gustos son infinitos y que nunca se debe insistir con las sugerencias. El que se bebe el vino es el cliente.

No proponer llevarse el sobrante. Se sigue despreciando en demasía ofrecer llevarse el vino sobrante. Y según parece es uno de los métodos que mejor resultado ha dado en otros países para fidelizar clientes. Por muchos motivos, pero destacaría dos de los que he leído. En primer lugar, por la muestra de atención y consideración que indica. Y en segundo lugar, porque las bolsas para botellas, que no tienen por qué ser caras, pueden convertirse en una excelente forma de publicidad del propio restaurante. Jamás olvidaré aquella ocasión, no hace tantos años, en que en Burdeos in Love, calle del Mar, me respondieron que el vino por copas dependía de los sobrantes. Y se quedaron tan tranquilos de cobrarme 5 euros por copa, no sin antes servirme primero una de Rioja para luego seguir con otra de Ribera. Ha cerrado y los mismos dueños han abierto en el mismo lugar 'Mar 4'. No me extraña.

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JAPON.ES, UN LUJO PARA LOS VALENCIANOS
Soy un fan de la cocina japonesa (que no es sólo sushi y sashimi). Es por tanto una gran alegría por tanto tener a mano una tienda en donde se pueden encontrar una buena variedad de productos de la gastronomía de ese país. Está en la Avenida del Antic Regne 52, es pequeña pero tiene una oferta muy, pero que muy interesante. Es un lujo para los valencianos a los que nos gusta tanto Asia. No sólo la variedad de productos es muy destacada sino que su calidad media (de lo que he probado) es excelente. Solo he comprado alimentos, pero unos amigos me han dicho que tienen hasta tabis (los calcetines japoneses con separación para el ortejo mayor) que se usan con los zori. Lo dicho, un lujo.

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9 comentarios

Noe escribió
16/09/2012 17:34

¡Muy bien!. Que todavía me acuerdo de un gilipuertas de summiler que quiso que bebíeramos el vino que él quería. Y encima se cabreó porque le dijimos que no. Seguro que porque somos mujeres.

Rafa escribió
16/09/2012 15:08

¡¡¡¡Dales duro Montana!!! que ya está bien de pijos y pijadas. Y a ver cuando hace un comentario sobre esos que encuentran en el vino aroma de tinta china, pastelería fina, sotobosque, granito, y en boca sabor de fruta de calidad bien madura¿?, tridimensional, y demás gilipolleces. Lo que ocurre es que nadie les dice nada y van de sabiondos por la vida. Y el vino es vida y cariño y buen trato. y cariño a lo propio y menos tontería.

Elena escribió
15/09/2012 19:55

Montana podría conseguir mucho más por el bien de todos si abandonara ese tono desabrido en algunos comentarios al referirse a personas o restaurantes. En un contexto en donde todos son flores y parabienes ( a cambio de invitaciones como se ve en las redes sociales) suenan incluso a insulto. En esta provinciana ciudad, que se cree el centro del mundo, se le tendría más en cuenta y disfrutaríamos de mejores resultados con un tono más neutro. No le discuto la razón, porque hay mucho divo en las cocinas y mucho ignorante en las salas. Y cómo se trata al vino, o los precios que le se marcan, en demasiados restaurantes de Valencia son una vergüenza. Aunque los precios no llegan a los de la vecina Francia que son simplemente un atraco, marcar un Hito rosado a 18 euros cuando su precio no supera los 5 se les parece demaiado. Lo mismo que no se generalicen esos armaritos para conservar cuatro o cinco vinos para servirlos por copas. Como que se mueva la botella, a veces con pasión, y no el sacacorchos para descorchar, como…tantas cosas de las que ningún crítico suele decir nada. Síntoma evidente de que no comen como los demás sino que tienen trato especial. Y claro no se enteran de nada y lo que nos cuentan demasiadas veces no guarda relación con la realidad a la que nos enfrentamos los de a pié.

Juanjo escribió
15/09/2012 16:01

Lo de las cartas sin precios para las mujeres es un error mayúsculo (en Francia, me da igual): se da por hecho que la mujer no ha de saber el precio de nada (es decir, tratarlas como niñas, machismo mal entendido) porque, se supone, paga siempre el varón. ¿ Y si van dos mujeres a cenar o es una cena de sólo mujeres ? Absurdo de tomo y lomo y rancio y casposo como poco. Asume que los hombres son ricos y las mujeres no deben saber nada de dinero. En mi caso, no iré a un restaurante así hasta que me toque el Euromillón. Sobre el tema del servicio debería ser, EMHO, de la siguiente forma: traer la botella a temperatura adecuada, mostrarla donde se vea claramente el vino y la añada, pasar al descapsulado (limpio) y descorche con el menor toqueteo posible de la botella; a continuación dar a catar a quien elige y solicita el vino. Ahí se verá, dependiendo del tipo de vino, antigüedad y otros factores, si exige envinado de copas, decantación o un rato para oxigenarse. Posteriormente pasaremos a servir primero a las mujeres de mayor a menor edad (aparente) y posteriormente a los varones yendo en idéntico orden (de mayor a menor edad). Es decir, se sirve primero para catar al que pidió el vino (independientemente de su sexo y edad) y posteriormente seguiríamos con el protocolo descrito: primero mujeres mayores. luego mujeres más jóvenes, luego varones más mayores y, por último, varones jóvenes. En mi opinión, salvo en restaurantes de copete donde muchas veces la botella está en una mesa supletoria aparte (en una posible cubitera) y donde te sirve el camarero, en restaurantes normales quiero la botella en la mesa para servir y servirme a discreción. Una cosa que sí aprecio es, si lo hay, el antigoteo pues una cosa que no me gusta mucho es manchar continuamente las etiquetas y el mantel con gotas de vino (por mucho cuidado que lleves siempre caen gotas). En fin, manías de uno, probablemente asociadas a que uno se va haciendo mayor ;)

JP escribió
15/09/2012 09:26

A ver si a Montana le ocurrió en L'Escaleta como a mi la última vez: tardaron tanto en servirnos el vino que no nos lo cobraron. Redrado ni saludar, como desde que fuí la primera vez. Pero yo paso. Él se lo pierde.

Toñi (una que se borró del machismo vinéfilo valenciano) escribió
15/09/2012 00:23

Montana, vaya con cuidado: la tribu de los vinéfilos en las tierras de Valencia es de mucho cuidado. No los toque o saltarán como no sabe usted cómo contra usted. Tocar a Redrado, uno de sus dioses (y que conste que sabe pero no tanto como se cree y creen), es como mentar la bicha. Casi como no envinar una copa o que no sea Riedel. Te crucifican. Ahora les envinas la copita y se la ponen coo les gusta y se bene lo qeu sea. Eso sí, ellos pueden decir los que les plazca, y utlilizar los anónimos para poner a parir los vinos, pero ¡¡es que son ellos!!. ¿es que no se ha enterado de dónde vive? (POE CIERTO VENGO DE UNA CENA: CUATRO VARONES EXTRANJEROS Y YO QUE HE PAGADO. uN VINO VALENCIANO QUE HE ELEGIDO YO ¿A QUIEN LE HAN DADO A CATAR EL VINO?. A MI NO.

Joe L. Montana escribió
14/09/2012 21:01

Al señor Contreras: Ensañamiento con el señor Redrado ninguno. Que no me gusta como sirve el vino, por más que sea un experto, queda claro en lo escrito. Y la semana que viene que comentaré mi última visita a La Escaleta quedara más claro todavía.. Aprovechar un error de ortografía para decir un que un vino no existe, el verá: pero par los demás lectores me refería al champagne Egly Ouriet que es el que ofrecen. Sobre la crítica anónima mantengo lo que escribí cuando la empece pero reforzad, mal que se me insulte: La crítica gastronómica se ha convertido en un negocio. Debiera imponerse el comentario anónimo, para los productores y por tanto también para el cliente/lector. Como el rigor. No existe el paraiso ni la perfección. Pero la falta de profesionalidad cuando no el simple timo, en las cocinas o en la crítica, sí. De ahí Joe L. Montana. Por cierto con no leerme en paz. Por cierto cuando se clika en su nombre aparece Verema: ¿es él su portavoz?

Vicente escribió
14/09/2012 17:06

100% de acuerdo. Y hay más ejemplos como la horterada del envinado de copas (nada ue no se vaya con una buena limpieza). A ver si toman nota algunos que van de alto copete y lo que son es de baja profesionalidad.

JoJo escribió
14/09/2012 15:43

ole, ole y ole... estoy 100% de acuerdo contigo. Yo siempre me he quejado del trato y el servicio de los camareros en muchos restaurantes aunque la culpa no es de ellos, es del empresario que los contrata sin tener ni idea. En los últimos tiempos ha mejorado mucho la cocina y la presentación de los platos en los restaurantes pero el trato con el cliente ha empeorado. Una de las costumbres que se han impuesto a la hora de servir el vino, y que detesto especialmente, es la de no apoyar la botella en la mesa, es decir, el camarero la abre en el aire como si estuviera haciendo malabares de forma que tiene que agarrar el cuello de la botella con mucha fuerza, así la botella se calienta, se desvirtúa el aroma del vino y se puede llegar a romper el cristal del morro (esto pasó una vez delante de mis narices, tuve suerte de que la esquirla no me saltara en un ojo). Respecto al machismo a la hora de servir el vino, por suerte nunca me ha pasado en España pero sí en Francia. Un camarero abrió el vino que yo había elegido y lo dejó en la mesa, así que me serví yo misma y, al momento, volvió escandalizado porque el vino no se podía servir a una mujer primero. Mi acompañante varón no había terminado su aperitivo y, claro, era él quien lo tenía que probar. Le expliqué que el vino lo había pedido yo y se quedó extrañado y eso que era jovencito. Un saludo

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