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ANÁLISIS

Bankia
El equilibrio frágil

02/07/2012 MANUEL ILLUECA *

CASTELLÓN (Fotos: Eva Mañez). No deja de ser un milagro que las cosas simplemente funcionen. Nos parece normal que el tren salga a su hora, que el supermercado esté repleto de todo lo que necesitamos, que haya profesores en las aulas y médicos en los hospitales. Pero en realidad buena parte de las situaciones que constituyen nuestra cotidianidad son fruto de un equilibrio frágil e inestable, amenazado constantemente por los desastres de la naturaleza y la conducta no siempre responsable del hombre.

Un simple acto de irresponsabilidad ha causado presuntamente un incendio de proporciones colosales en la Serranía del Turia, una comarca de singular belleza, auténtico pulmón de la provincia de Valencia. Además de devorar un ecosistema de un valor incalculable, las llamas han puesto en peligro el proyecto vital de muchos valencianos, arruinando sus haciendas y laminando sus perspectivas de futuro. Lógicamente, la chispa de la irresponsabilidad no lo puede todo. Hace falta mucho calor, un viento favorable y una buena dosis de mala suerte para que la tragedia se consume. Pero, a la postre, lo único evitable, y por tanto lo único reprensible, es la negligencia humana, en sus múltiples formas y manifestaciones.

Mientras el incendio avanzaba incontrolado por el valle de Ayora, proyectando un haz de luz anaranjada sobre toda la provincia, los pequeños accionistas de Bankia iban haciendo acto de presencia en el Palacio de Congresos de Valencia. Por una de esas insólitas paradojas del destino, la Junta General de Accionistas de la entidad se convirtió en una suerte de juicio popular contra los responsables del aquelarre financiero que, como el incendio de Cortes de Pallás, viene socavando desde hace años nuestras haciendas y laminando nuestras perspectivas de futuro.

CULPAS COMPARTIDAS

En este improvisado juicio se valoraron todos los elementos necesarios para que se propagara el incendio: la negligencia de los responsables, la ocultación inicial de la magnitud de la tragedia, la falta de respuesta temprana ante la aparición de las primeras llamaradas y la ausencia de un cortafuego que pudiera moderar las pérdidas de los pequeños accionistas. Nada nuevo en una estructura de propiedad con un accionista mayoritario, sometido a una disciplina de mercado limitada, y por tanto susceptible de expropiar rentas a los minoritarios, haciendo un uso oportunista de la información financiera.

A tenor de lo sucedido en la JGA, es evidente que en los próximos meses el debate girará en torno a la responsabilidad de los anteriores gestores por la supuesta ocultación de la verdadera situación patrimonial de la entidad antes de su salida a bolsa. A este respecto, el presidente de la Comisión Nacional del Mercado de Valores -Julio Segura- ha declarado que "el folleto de Bankia contenía las auditorías sin mácula de los tres últimos ejercicios de las siete cajas". De este modo, el supervisor apunta directamente a los profesionales encargados de revisar la información contable: obviamente los auditores, pero no únicamente los auditores sino además, los bancos colocadores de la emisión, Deutsche Bank, Bank of America, Merryll Linch y UBS, entidades financieras expertas en el sector y con acreditada experiencia en la monitorización de este tipo de operaciones.

El prestigio de los gatekeepers vinculados a la OPV desactivó el lógico recelo que esta operación debía haber suscitado entre los inversores particulares, dada la situación del sector financiero español, en plena restructuración y con fundadas sospechas de sobrevaloración en los activos financieros incluidos en las cuentas anuales. De hecho, la evidencia empírica disponible para los Estados Unidos señala que el fraude contable en la salida a bolsa es menos frecuente en empresas que se enfrentan a una coyuntura sectorial adversa.

En estas circunstancias, los bancos colocadores y, en general, los inversores tienden a revisar hasta el último detalle de los folletos informativos, adoptando una actitud inquisitiva que reduce la probabilidad de fraude. En cambio, en los buenos tiempos, los inversores se sienten atraídos por los beneficios potenciales de la operación y pierden interés en el escrutinio de los informes financieros, de modo que la probabilidad de fraude contable tiende a ser mayor.

EL RIESGO DE LA INEXPERIENCIA 

En el caso de Bankia las alertas existentes sobre la situación del sector no tuvieron el efecto esperado. España es un país con una cultura financiera limitada y un riesgo de litigio bajo, en el cual las sanciones y pérdidas reputacionales derivadas de un asesoramiento financiero deficiente son menores que las que observamos en otros contextos. Por ello, aunque la penetración en el segmento institucional fue inferior a la esperada, apenas 280 inversores institucionales, Bankia pudo finalmente captar 347.338 inversores individuales, básicamente clientes de las entidades financieras que promovían la operación.

Las cajas de ahorros implicadas mantenían con estos clientes una relación de confianza forjada después de años de intercambiar productos y servicios financieros. Muchas de estas personas, pequeños ahorradores sin conocimientos específicos de economía financiera, simplemente confiaron en la solvencia técnica y financiera de su entidad de toda la vida. Y, lamentablemente, el equilibrio de la banca relacional, frágil pero eficiente en la gestión de las asimetrías de información, se quebró por el lado más débil, destruyendo los ahorros de miles de familias españolas.

Es probable que la pérdida de confianza de los clientes alumbre un nuevo equilibrio, menos dependiente de las relaciones personales, y más centrado en la defensa de los derechos del inversor. La nueva situación nos exigirá a todos, profesionales y usuarios, un mayor conocimiento de los productos financieros que consumimos, y obligará al sector educativo a desplegar un gran esfuerzo en materia de formación financiera para facilitar la conexión entre la oferta y la demanda de fondos prestables. De este modo, podremos avanzar hacia un equilibrio menos frágil y evitar que, como ha sucedido en los dos incendios que nos afectan, la negligencia de unos pocos acabe afectando al bienestar de la mayoría.

* Profesor de la Universitat Jaime I

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