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crítica de cine

30 años de E.T. y Blade Runner:
Pedaleando hacia Orión

29/06/2012 MANUEL DE LA FUENTE

"Estas conmemoraciones en las que se llora por la juventud y la inocencia perdidas esconden un proceso intencionado de banalización, borrar las lecturas políticas que ofrecían E.T. y Blade Runner que constituyen el motivo de su vigencia actual..." 

VALENCIA. E.T. y Blade Runner cumplen 30 años. Distintos medios de comunicación han recordado estos últimos días la efeméride causando el lógico estupor en el lector al respecto de la rapidez del paso del tiempo, e incluso una irrefrenable sensación de nostalgia. Porque, vistas hoy en día esas películas, se nos apodera esa nostalgia engañosa. Y decimos engañosa porque tiene diversas explicaciones para cada cual.

Algunos añoran su carácter de género, como si representaran el canto del cisne de una manera de entender la ciencia ficción, donde unos efectos especiales aún artesanales iban unidos a una manera de narrar en la que se dejaba bastante imaginación al espectador, no se le daba todo mascadito como si fuera tonto. Otros echan en falta en el cine reciente la originalidad de planteamientos que ofrecían ambas cintas. Y todos, en definitiva, quisieran retroceder a unos tiempos donde todos eran más jóvenes y donde los recuerdos de estas películas iban ligados a verlas en comunidad, en una sala de proyección, y no en el salón de casa después de descargarlas en el ordenador.

Con todo, estas conmemoraciones en las que se llora por la juventud y la inocencia perdidas esconden un proceso intencionado de banalización. Éste consiste en borrar las lecturas políticas que ofrecían tanto E.T. como Blade Runner y que constituyen el motivo de su vigencia actual. Porque lo que hace que una película (o una novela, o una obra de teatro, o una pintura) perdure es su diálogo con su contexto político, su capacidad de decir cosas más allá de las obviedades argumentales.

Y E.T. y Blade Runner nos decían muchas cosas, nos advertían de la deriva peligrosa de esta sociedad nuestra, y pasado el tiempo, lo que hay que conmemorar es eso, la capacidad renovada de ambas películas para hablar directamente con el espectador, para plantearle diversos aspectos sociales. Porque celebrar, lo que se dice celebrar, viendo que estamos cayendo en lo más profundo del abismo, la verdad es que nos quedan pocos motivos para ello.

E.T. y Blade Runner nos plantean dos cuestiones fundamentales. La primera, la deshumanización del sistema capitalista, dispuesto a eliminar a los mismos individuos a los que ha creado. En la película de Ridley Scott, el protagonista es un policía que tiene que cargarse a los replicantes, unos humanoides que se niegan a seguir obedeciendo al sistema. En su caza, el policía, Rick Deckard (Harrison Ford) va descubriendo que él no representa a los buenos, como creía al principio, y que la desobediencia de los replicantes conlleva un mayor conocimiento, salirse de lo que te dice el poder que tienes que consumir, ver, leer o escuchar.

Al final, en el famoso discurso de las lágrimas en la lluvia, es el replicante el que le da la lección al policía: yo he podido vivir a mi modo, le viene a decir, sabiendo que mi vida también tiene una fecha de caducidad, mientras tú vives totalmente alineado, adocenado. Una sumisión a un modo de vida en una sociedad totalmente despersonalizada, donde las personas apenas hablan entre sí, y donde hasta los animales domésticos están carentes de vida, son meros robots (un asunto que constituía el eje narrativo de la novela original de Philip K. Dick).

El segundo asunto va relacionado con esa deshumanización, y es la infantilización que genera una sociedad obsesionada por el control absoluto de sus ciudadanos. E.T. trata de la historia de un niño que vive al margen, aislado en su propio mundo: su padre ya no vive en casa, su madre apenas tiene tiempo para ocuparse de él, y no acaba de encontrar su sitio ni en la escuela ni entre los amigos de su hermano mayor. Entonces, recibe la visita de un extraterrestre que pone al descubierto la mentira del mundo de los adultos, que no se comunican entre sí (al igual que en Blade Runner) más que cuando es estrictamente necesario, y que se dirigen normalmente a los niños o para imponerles normas o bien para negar lo que éstos les dicen.

El extraterrestre tiene que permanecer escondido porque, de caer en manos adultas, se expone a su aniquilación. Sin embargo, se mueve sin problemas en el territorio de la infancia y la juventud, con una cooperación que acaba dando sus frutos: él resuelve el aislamiento de Elliott y éste, por su parte, consigue devolverle al espacio.

Esta oposición entre el mundo de la infancia y el mundo adulto aparece claramente expresada en la puesta en escena de la película: la cámara se sitúa en todo momento a la altura de los ojos del niño, y los planos que se nos muestran de los adultos son planos oscuros de sombras (los que buscan a E.T. en el bosque al principio) o bien planos que refuerzan la visión militarista de los mayores: los científicos que sellan la casa son presentados como una amenaza, así como la policía, dispuesta a detener a escopetazo limpio a unos críos que van en bicicleta.

No es casual que este carácter subversivo del mundo de la infancia, donde prima la imaginación y hasta las bicicletas pueden volar, fuera percibido en el momento de su estreno como un ataque frontal al orden y la lógica impuesta por el modelo de vida norteamericano. La película fue censurada en varios países, como por ejemplo en Suecia, donde estuvo prohibida a menores.

Es por eso por lo que E.T. es una película infantil pero no infantiloide. Y Blade Runner es una película de ciencia ficción pero no de frikis. Ambas hacen que nos planteemos diversos interrogantes más allá de las aventuritas de un policía capturando fugitivos o de unos niños en contacto con un ser de otro planeta. Y ambas han sufrido procesos de remodelación. En el caso de Ridley Scott, los diferentes "montajes del director" suenan a excusa para exprimir el rendimiento comercial de una película que se ha ido convirtiendo poco a poco en un clásico contemporáneo.

Peor es lo que hizo Spielberg al eliminar algunos de estos elementos subversivos, convirtiendo (gracias a la tecnología digital) las escopetas en walkie-talkies. Es decir, intentando convertir su película en lo que no es y no puede ser: una cinta infantil complaciente.

Treinta años después, caemos en la cuenta de que no es verdad eso de que el cine contemporáneo no sea tan interesante como el clásico, que no se hacen películas como las de antes. O puede que el proceso biológico hace que estas películas ya sean consideradas "como las de antes" y que al final reivindicaremos la de los años ochenta como una década donde no todo era neoliberalismo, chaquetas con hombreras y peinados con toneladas de laca.

En cualquier caso, el recuerdo de estas películas no debe pasar por la celebración de la juventud perdida, sino por el rescate de sus propuestas, de las advertencias que hacía al respecto del camino hacia la deshumanización y a la estupidez a las que nos dirigimos. Y la verdad es que en ello estamos. Porque, ¿no es verdad que cada vez nuestra sociedad se parece cada vez más a ese retrato gris, nocturno y frío de Blade Runner? ¿O a ese inmenso parque infantil que vemos en E.T. formado por un orden en el que los ciudadanos somos tratados como niños?

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7 comentarios

Manuel de la Fuente escribió
01/07/2012 12:31

E.Martín: En lo que comentas de los efectos especiales, evidentemente, los de Blade Runner no son de Harryhausen. Pero sí representan esa transición de lo artesanal a lo digital. Vamos, que no son dibujos animados disfrazados, como la tecnología digital actual. Y no es una película friki porque no es una película que tenga demasiada acción ni guiños a la galería friki en plan "Star Wars". Por no tener, no tiene ni apenas merchandising. Lo de los coches voladores... pues también salen coches voladores en "Metrópolis", de Fritz Lang, y eso no tiene nada que ver con que sea una película seria o para frikis. SM: Tienes razón, pero no he dicho que estos casos sean los únicos, sólo que nadie está conmemorando nada de Cronenberg y Lynch, y el resto de directores que mencionas son posteriores a "Blade Runner". Saludos.

SM escribió
30/06/2012 13:28

Concuerdo en cierta forma con la lectura de Leo Rojo de E.T., película en la que sin duda pesan más las fijaciones personales de Spielberg que cualquiera de las otras posibles lecturas. Lo que por cierto no deja a estas últimas fuera de la ecuación, pues es prerrogativa del buen cine (y el buen arte) suscitar ideas y sensaciones que no tenían porque estar en principio en el esquema del creador. Lo que si me parece una boutade con más ánimo de provocación que otra cosa es el introducir a Blade Runner en el mismo saco. Igualmente considero, como dice Manuel, que la nostalgia es mala consejera. A día de hoy se siguen realizando obras de gran interés, en el fantástico y en la ciencia ficción, que huyen de la banalización y la infantilización a la que ha tendido el cine industrial moderno. Ahí está la obra completa de David Cronemberg o Carpenter, cositas de Aranofski, Carax, Richard Kelly, Duncan Jones, o las incursiones en el genero de Haneke, Herzog, Lynch o Winterbottom, por nombrar algunos. Quizás no alcancen el estatus de culto de las comentadas en el artículo, pero ahí están.

E. Martín escribió
30/06/2012 12:40

No se qué me da más risa, lo de decir que ET y Blade Runner tenían "efectos especiales artesanales" (si, claro, las impresoras ópticas de 130mm de Trumbull o los animatronics controlados por ordenador de Rambaldi , y qué más) o lo de que BR "es ciencia ficción pero no para frikis". Es decir, que a pesar de que salen coches voladores es una pelicula seria que pueden ver personas inteligentes y sofisticadas.

Manuel de la Fuente escribió
30/06/2012 12:11

Muchas gracias, M. Cristina y nex, por vuestras palabras. Leo Rojo: lo que comentas del cine como ejercicio de exorcismo del director de turno no es nada malo ni raro. Todas las películas de Hitchcock, por ejemplo, partían de sus complejos y pulsiones sexuales personales. Lo que pasa es que, aparte de eso, eran películas que hablaban de otras muchas cosas, como en el caso de E.T. Un saludo.

29/06/2012 17:23

Estimado Manuel, acuerdo plenamente con tu discurrir sobre blade runner, considero que es una de las grandes películas de las últimas décadas en su género. Con respecto a ET mi acuerdo no es tan absoluto ya que si bien me parece una película muy lograda en relación al rescate de la diferencia, la pertenencia y la comunicación, no alcanza la abstracción que logra Ridley Scott en BR. Respondiendo a Leo Rojo, creo que el nihilismo le ha ganado la partida en alguna parte de su engranaje psico-intelectual. Me encantan tus notas Manuel, saludos!

Leo Rojo escribió
29/06/2012 12:50

Bueno, creo que te esfuerzas más de la cuenta en buscarle tres pies al gato a dos películas que, en mi modesta opinión, no dan ni mucho menos para tanto. Especialmente en el caso de la de Spielberg, empeñado en convertir cada una de sus películas en la enésima excusa para exortizar los fantasmas sobre el divorcio de sus padres y la supuesta mierda de vida que llevaba, algo a lo que sigue dándole vueltas con los casi 70 tacos que calza actualmente. Un pesao y un pelma, vamos. Para mí, se trata de dos películas muy huecas que viene a demotrar lo nefasta que fue la década de los 80 culturalmente hablando.

nex escribió
29/06/2012 12:10

Buena reflexión.

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