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Bankero... y de Carabanchel

JOAQUIM CLEMENTE. 14/05/2012 "Tanto buscar y, al final, el anticristo de la economía española estaba donde predijo Álex de la Iglesia en su película 'El día de la bestia'. Un alivio que el presidente de la Generalitat, Alberto Fabra..."

Fotograma de la película 'El día de la bestia'. Álex Angulo frente a las torres Kio.

VALENCIA. En la película El día de la bestia (Álex de la Iglesia, 1995) unos enloquecidos Álex Angulo, que encarna a un cura, catedrático de Teología, y Santiago Segura, dependiente de una tienda de discos, "satánico y de Carabanchel", recorren Madrid sembrando el pánico en su búsqueda del anticristo que va a nacer esa noche. En esa cruzada para evitar el fin de los tiempos los protagonistas llegan al sitio donde el demonio, el ángel caído, está a punto de nacer. No les contaré el final, aunque supongo que muchos de ustedes la habrá visto, pero si les diré el lugar donde se produce la desigual batalla entre el bien y el mal: en una de las 'torres kio' de la plaza de la Castellana, entonces aún en construcción.

A esa torre apuntaban todas las miradas del sector financiero español. Y europeo. Y mundial. Era como si, de repente, los mercados hubiesen identificado la causa de todos nuestros males. El anticristo, como en la película de Álex de la Iglesia, habitaba en una de esas torres inclinadas. Y para el exorcismo no valían sortilegios, como las reformas laborales, fiscales, financieras, educativas, sanitarias o todas las que ha aprobado o aprobará el Gobierno, que uno pierde la cuenta. Había que acabar con él. El lunes fue nuestro particular 'día de la bestia'. Rodrigo Rato dimitió de la presidencia de Banco Financiero y de Ahorros (BFA) y de Bankia, dejando vía libre a la nacionalizaciónde la cuarta entidad financiera de España, que se dice pronto.

La entidad que habían creado Caja Madrid, Bancaja y otras cinco pequeñas cajas de ahorros se había covertido en un problema sistémico para España. Pero la pregunta que cabe hacerse es si esta condición la adquirió la semana pasada, como quien coge un resfriado. Y no por sabida huelga repetir la respuesta: no. BFA-Bankia venía de serie con una pulmonía para la que todos los médicos implicados recetaron miel con limón cuando no la enviaron a casa con unas palmaditas en la espalda. Y como el paciente, pese a la tos indisimulable, asuguraba que estaba bien, pues aquí paz y después... nacionalización.

¿Hay algún responsable de esto? Pues vaya usted a saber, porque si hace caso a las declaraciones de estos días deberíamos canonizar a Rodrigo Rato y a todos los que le rodeaban, esos inmensos consejos de administración repletos de políticos que, por experiencias previas como la de CAM, saldrán a decir que ellos pasaban por allí. "Rato hizo todo lo posible por salvar Bankia. La culpa ha sido de Bancaja", dijo sin inmutarse el tantos años diputado por Alicante, Vicente Martínez Pujalte, mantra que repitió todo el PP, con la excepción (faltaba) del valenciano.

Y es que esto de la herencia recibida es una excusa magnífica. Vale para todo. Y si uno le pone un poco de imaginación y cara puede retroceder en el tiempo hasta culpar a la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Valencia por haber fundado la caja de ahorros hace 134 años. Si no lo hubiesen hecho, no estaríamos como estamos. Resulta evidente que Bancaja tiene ladrillos para aburrir, pero de ahí a ser el tirador solitario que mató a Kennedy hay un trecho. Su cómplice, Caja Madrid, no le andaba a la zaga.

El que pensó que juntando dos problemas se obtenía la solución debería dar un paso al frente para que todos podamos reconocerle el mérito de haber convencido al Gobierno de entonces, presidido por José Luis Rodríguez Zapatero, al actual de Mariano Rajoy, al Banco de España, a la Comisión Nacional del Mercado de Valores y a un señor que pasaba por allí. Porque el resto del mundo, más en privado que en público, se hacía cruces ante la magnitud de la tragedia.

Sería ingenuo pensar que se van a buscar responsables del desaguisado. Uno podría pensar que el hecho de que se considere que la crisis de Bankia es parte esencial del problema de credibilidad que tiene España en los mercados y que, para solventarlo, haya sido necesario nacionalizar el banco, echar a su presidente, nombrar a otro a dedo para que ponga algo de orden, acusar de falta de profesionalidad a sus consejeros y desposeer de un plumazo de todos sus activos a siete cajas de ahorros deberían ser motivos suficientes para investigar, para saber qué ha pasado, porqué ha pasado y quiénes son los responsables. Alberto Fabra, de momento, se encomendó a la Mare de Déu dels Desemparats. Un alivio.

Pero como los milagros los lleva otro negociado, convendría no fiarlo todo a la intervención divina. Porque a alternativa a la transparencia es aquella vieja frase: "Disuélvanse, aquí no hay nada que ver". Una opción que, de ser yo inversor, me generaría la misma confianza que me da un trilero. Y de ese repaso no debería escapar nadie, de los consejeros de cada una de las cajas socias al gobernador del Banco de España pasando por los cargos públicos que aplaudieron la intrepidez de José Luis Olivas y Rodrigo Rato.

Si no, y por lo que a los valencianos nos atañe, resultará que cargarse una entidad con 134 años de historia saldrá gratis. ¿Es ese el mensaje que queremos enviar a los mercados? Y peor. ¿Es ese el mensaje que queremos enviar a los ciudadanos que van (vamos) a pagar la factura? Satánico... Lo de Carabanchel, si procede, que lo decidan los tribunales.

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