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CRÍTICA CINE

American Pie: El reencuentro
American 'Wert of Life'

04/05/2012 Por MANUEL DE LA FUENTE

VALENCIA. La sociedad occidental está construida en términos de esfuerzo y recompensa. Si uno estudia mucho, puede llegar a ser alguien en la vida. Si hay sacrificio y dedicación en el trabajo, llegan buenos sueldos y tiempo libre. Si nos cuidamos haciendo deporte y con una comida sana, podemos vivir más años y con buena calidad de vida. Con este modelo en el que el sacrificio comporta recompensa se ha funcionado bastante bien durante décadas, introduciendo en el sistema unas correcciones, que hemos denominado sociedad del bienestar, para arreglar las desigualdades o contratiempos que se puedan dar.

Todo el sistema se basa en este principio, incluso en la organización del tiempo laboral. Por eso se inventó el fin de semana, para que hubiera un espacio de descanso en el que desconectar de una esforzada semana laboral. Este espacio en seguida se llenó de actividades para que la recompensa, al ser mayor, hiciese necesaria una mayor dedicación al trabajo. De este modo, se programaron un sinfín de actos como fútbol, misas, museos gratuitos, periódicos con suplementos culturales, todo planificado para que el trabajador se sintiese reconfortado los sábados y domingos. Y, por último, se concentraron los estrenos cinematográficos en un día, los viernes, de modo que siempre el fin de semana se presenta con novedades en la cartelera.

Hasta que llegó el Partido Popular de Rajoy al gobierno. Y pensó: "Pues os vais a enterar". Y decidió contraprogramar los estrenos cinematográficos con una nueva performance: los Consejos de Ministros del Terror. Consiste en que, cada viernes, se despliega la cartelera de competencias de la sociedad del bienestar, y se crea un clima de pánico, anunciando y aplicando recortes: hoy se recorta la educación, la semana que viene la sanidad, a la siguiente se hace un combo-megamix de sanidad y educación, y ya se anuncian las novedades calientes de la próxima temporada, las pensiones. ¿Qué significa eso de que los trabajadores se vayan a casita tan campantes el fin de semana para sus actividades lúdicas? ¿Qué se creen acaso? ¿Que se lo han ganado?

El ministro José Ignacio Wert

La educación es uno de los temas estrella, y ya le ha tocado a la universidad. El ministro estrella del gobierno, José Ignacio Wert, ya ha anunciado aumentos importantes en las tasas universitarias, y pone un ejemplo rocambolesco y falso: en EE.UU. tienen menos universidades y de más calidad. Así pues, hay que mirar al modelo americano. Esto lo dice en el momento en que se estrena American Pie: el reencuentro, estreno que actúa de complemento para las palabras de Wert. Digamos que el ministro ha dado la clase teórica (con la tesis de que la universidad española tiene que ser como la estadounidense) y después pone en el cine la clase práctica, exhibiendo American Pie como ejemplo de lo que quiere el ministro.

Para empezar, tenemos que reconocer que la saga American Pie es uno de los grandes hitos del cine de los últimos años. Su primera entrega, estrenada en 1999, supuso un fenómeno social incomparable. Aunque sólo fuera por consagrar una categoría que ofreció nuevo material para el placer oculto de los estudiantes de colegios, tanto públicos como privados y concertados: las MILF, o, en España, las MQMF ("Madres Que Me Follaría"), una expresión acuñada en la película y en la que se basa gran parte de la comicidad de la cinta y sus secuelas.

Fotograma de 'Porkys'

American Pie seguía el esquema de película norteamericana que tantas alegrías y divisas ha dado desde Porky's. Se trata de la típica cinta que retrata a un grupo de estudiantes universitarios, es decir, que están en la universidad o a punto de entrar celebrando su último año de secundaria. En ella, lo que hacen es estar siempre de fiesta, pensando en cómo tener más sexo, beber más, hacer más animaladas y montar la siguiente fiesta más desmadrada.

Evidentemente, la universidad norteamericana no es así, pero así es la imagen que nos vende Hollywood. Un retrato que conjuga una supuesta transgresión de las normas con un carácter claramente retrógrado en el fondo. Es el parámetro que sigue American Pie: el reencuentro, donde los estudiantes de aquella promoción del 99 se reúnen años después (convocados mediante facebook) para irse, cómo no, de fiesta y ver de paso qué ha sido de cada uno. Y vemos lo mismo que ya veíamos en la primera American Pie: que para Hollywood el modelo de estudiante norteamericano es el de un tío juerguista, sí, pero sobre todo es un tío de piel blanca, de profesión liberal y con tiempo libre. Y que, pese a que le gusta hacer el animal con los amigachos, en realidad es fiel a su mujer. Es el caso del personaje de Jim, el protagonista, que está casado y se aburre mucho con su mujer, pero es incapaz de engañarla. Por no tener, ni siquiera tiene ganas ni impulsos sexuales que vayan más allá de mirar descaradamente a otras mujeres cuando está en la playa.

Fotograma de 'American Pie, el reencuentro'Los personajes de American Pie son, de hecho, buenos chicos. Gamberrillos, sí, un pelín salidos, también, pero como cualquier ser humano, según viene a decirnos la película. No hacen ningún mal a nadie, más allá de las rencillas entre grupos universitarios, como el momento en el que Stifler defeca dentro de la nevera de cervezas de los tíos de las motos acuáticas. Pero, incluso en el caso de personajes como Stifler que se sitúan en el margen de lo permitido, pues qué quieren que les digamos, también es un buen chico. Se lo dicen sus amigos al final: "Eres un capullo, pero eres nuestro capullo".

Así, el reencuentro constata que todos ellos tienen una vida que les podría ir mejor, con unos trabajos y unas relaciones de pareja que no son del todo perfectas, pero es su vida y lo llevan bien, como buenos esposos y buenos trabajadores que son. Incluso resultan conmovedoras las estrategias de Stifler para ligar, como el momento en el que le dice a un grupo de veinteañeras que le encantan las novelas de Crepúsculo. Todo parece muy gamberro, muy transgresor, pero American Pie nos presenta a unos norteamericanos modélicos porque representan el "American way of life".

Fotograma de 'American Pie, el reencuentro'

Y, claro está, no hay ningún drama irresoluble porque todo acaba bien, y cada oveja termina con su pareja: Jim reconciliado con Michelle y el padre de Jim (otro de los grandes puntos cómicos de la saga) volviendo a vivir, superando la pérdida de su mujer. Hay un momento en el que el padre va a una fiesta para ver si liga, se emborracha y consigue liarse con una chica. Pero, ¿con quién? ¿Con una chica veinte o treinta años menor que él? No, que eso habría quedado mal. Se lía, precisamente, con una mujer de su edad. American Pie sólo presenta un desmadre controlado, aparente.

Entendemos, así pues, el empeño de Wert en subir las tasas de la universidad española para que la nuestra pase a ser una universidad que sólo se puedan pagar las clases muy acomodadas. Para que sea una universidad de Hollywood. Porque el ministro no conoce la universidad norteamericana, sino la de Hollywood, la de American Pie. Por eso no sabe cuántas universidades hay en California. ¿Qué más da? Él lo sabe todo por estas películas y ve que allí sólo estudian y triunfan los chicos buenos, blanquitos, que hablan mucho de sexo pero que no hacen nada, y que tienen el encefalograma plano, tan plano como el modelo de ciudadano español al que aspira Wert. Por eso, si cambiamos de arriba abajo esta universidad española llena de zarrapastrosos y andrajosos perroflautas, todo irá mejor y no habrá ni manifestaciones ni huelgas ni protestas. Sólo fiestas y más fiestas. Para que, así, los estudiantes lleguen a la edad adulta y no sepan quejarse de nada ni hacer nada más que disfrutar del fútbol en lo que quede del fin de semana.

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1 comentario

MANUEL escribió
19/09/2014 16:55

MQMF

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