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Radio, audiencia y brotes verdes

13/04/2012 MANUEL DE LA FUENTE

VALENCIA. La semanita, todo hay que reconocerlo, ha sido intensa. En los últimos días, hemos vivido en España una película con momentos de tensión (las fluctuaciones de la prima de riesgo), con sus toques de ciencia ficción agorera (el anuncio del ministro de Interior de penalizar las protestas civiles) e incluso de vodevil, con el presidente del gobierno, Mariano Rajoy, corriendo en busca de la puerta trasera del Senado para huir de los periodistas.

Pero, como toda buena historia ha de tener siempre un final feliz, el ministro Luis de Guindos ha visto, también esta semana, sus primeros brotes verdes, augurando que el año que viene esto empieza a remontarse ya. Y claro, Rajoy se ha plantado ante los mercados especuladores y ha pedido calma, que España nunca habla mal de nadie.

Ante la nueva entrega semanal de esta película demasiado larga, sigue habiendo una pregunta en el ambiente: ¿Hasta cuándo va a aguantar la gente? ¿Se puede sostener este clima de tomadura de pelo sin que haya una reacción? Porque parece generalizada la sensación de que la población se encuentra pasiva, descreída con la clase política, e incluso completamente despolitizada.

Uno ve imágenes de otras épocas, con las calles llenas de manifestaciones, con los trabajadores enarbolando banderas y tomando los espacios públicos, y las compara con la actualidad donde, por desaparecer, hasta han desaparecido los coches y las personas en las horas punta. No se trata, ni de lejos, de reivindicar ese pasado con nostalgia, sino de pensar en qué está ocurriendo. O dicho de otro modo: ¿realmente existe una desmovilización, tal y como se nos dice sin cesar?

Esta semana también se daban a conocer los resultados de la primera oleada del Estudio General de Medios (EGM), la encuesta que mide las audiencias y consumos de medios de comunicación. Es relevante especialmente para la radio, ya que es el único sistema de medición con el que cuenta este medio en nuestro país. Consiste en un entrevistas personales (unas 30.000, aparte de otras tantas telefónicas) en las que se pregunta por hábitos de ocio y de recepción de medios.

El sistema cuenta con muchos problemas, desde la imposibilidad de controlar que se hayan llevado a cabo todas las entrevistas hasta basarlo todo en el efecto de recuerdo: a diferencia de la televisión, con los audímetros registrando al instante qué canales se están sintonizando, las audiencias radiofónicas se basan en lo que el oyente recuerda que oyó el día o la semana anterior.

Los desajustes que se pueden producir son evidentes, y de ahí que la Ser peleara en su momento para que la respuesta "yo escucho a Iñaki" siguiese siendo válida incluso después de la marcha de Gabilondo de la emisora, o que la campaña publicitaria de la Cope tras el fichaje del equipo de deportes de la Ser fuese: "Yo escucho la Cope". Es decir, un lema que servía de lección de recitado para los oyentes que participasen en el EGM dejasen muy clarito que, aunque seguían escuchando un programa muy similar, ni era ya el Carrusel Deportivo ni se emitía en la Cadena Ser.

Con todo, pese a estos problemas, las diferentes radios asumen los resultados como buenos para fijar sus tarifas publicitarias. Y como se trata de una encuesta trimestral, pues todos contentos al no tener la presión diaria de las audiencias televisivas, donde se quitan y se ponen programas y presentadores de un día para otro. Y sí es cierto que, a pesar de todos los pesares, el EGM arroja unos resultados globales que se tienen que considerar.

El dato principal es la excepcional salud con la que cuenta la radio en España, un país donde este medio cuenta con una penetración muy relevante, mucho mayor que en cualquier otro país occidental. La radio se ha labrado una reputación (sobre todo a partir de la transición y el 23-F) de medio creíble, mucho más creíble que la prensa y la televisión. Y el último EGM corrobora esta vitalidad, con una cifra superior (en términos absolutos) a los 15 millones de oyentes de radio generalista. Las radiofórmulas registran unos números similares, pero las emisoras generalistas son las que más audiencia tienen, oleada tras oleada.

¿Y qué es una radio generalista? Es la etiqueta que se le ha puesto en España a la radio temática dedicada a la información. Si cogemos la programación de emisoras como la Ser, la Cope, Onda Cero, RNE, etc., veremos que más del 70% de su parrilla está dedicada a los programas informativos situados, además, en las franjas de prime time, en las horas en que más se escucha la radio (especialmente, en la comprende entre las 6 y las 9 de la mañana). El 30% restante se divide en los programas deportivos (que copan casi todo el fin de semana) y en los programas de entretenimiento relegados a las horas intempestivas (radio nocturna).Federico Jiménez Losantos

Todos los medios de comunicación han sacado pecho antes los resultados del último EGM porque todos han subido. Es decir, a la barbaridad de cifra de oyentes hay que añadir el hecho de que es una cifra en ascenso. Y aumenta en un momento en el que se ha producido una moderación en las políticas informativas de las radios, con dos periodistas (Carles Francino y Ernesto Sáenz de Buruaga) muchísimo más plurales y contenidos en las formas que sus antecesores en los principales informativos de la radio española (Iñaki Gabilondo y Nacho Villa / Federico Jiménez Losantos, respectivamente). Quienes apostaban por una radio de trincheras como vía para dar empuje al medio, se equivocaban.

Además, en estos últimos años se ha producido una prolongación en la duración de los programas informativos, con "Hora 25" (Cadena Ser), por ejemplo, acercándose al formato de microprograma vespertino-nocturno con el que intenta recuperar el debate y análisis que tan buenos resultados dio en los años 70 y 80. Lejos de reducirse el interés por la información en radio, todos los indicadores muestran lo contrario, frente a una prensa escrita cada vez más adocenada y una televisión que ha convertido los programas informativos en una sucesión de noticias chorras sobre desfiles de moda para mostrar mujeres en ropa interior.

En momentos de crisis, los españoles han acudido a la radio como medio de referencia, algo que se vio durante el 23-F (donde la radio fue el único medio que fue informando en directo de lo que sucedía) y el 11-M, donde se coció el debate sobre la autoría de los atentados y la exigencia de responsabilidad al gobierno por la gestión de la información. Basta con comprobar la potenciación que se está produciendo de programas especiales, reportajes, debates y entrevistas mientras la televisión sigue a lo suyo, con la prensa rosa, los supervivientes en las islas y las peliculitas de evasión.

Carles Francino

No contamos, claro está, con una radio que se dedique a hacer llamamientos a la movilización ciudadana, pese a que su capacidad de convocatoria es evidente. Y tenemos, además, un sistema radiofónico que ha renunciado, en gran medida, a la información local, así como a los beneficios que esto reportó en su momento: en los años 80, la radio local y comarcal fue muy importante para la articulación territorial en la Comunidad Valenciana, promoviendo el auge de un asociacionismo que aún mantiene cierta vigencia.

Pero, pese a que la radio haya cedido algunas de estas batallas a la información por internet, se muestra de nuevo como un medio vigente al que acudir en busca de una información más contrastada y menos hooligan que en el resto de medios. Y eso va formando, poco a poco, una cierta concienciación de lo que va sucediendo. La demanda de información radiofónica es una de las noticias más positivas con que contamos en la actualidad. Máxime teniendo en cuenta que es un medio que cuestiona y se ríe de las idioteces del Gobierno, sea éste del color que sea. Las últimas, las espantadas de Rajoy o los nuevos brotes verdes. Busquen programas críticos o análisis rigurosos sobre la actualidad en la televisión. Busquen, busquen. Y después, volvamos todos a la radio, porque no todo está, ni mucho menos, perdido.

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