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VALENCIA. Polo 55 Club se inauguró en Valencia oficialmente el pasado jueves 22 de marzo pero dio el pistoletazo de salida definitivo el sábado 24 con lo que mejor saben hacer sus socios y creadores, Miguel de Vicente, los hermanos Nacho y Fernando Aliño y el DJ Santi Martínez, una fiesta remember con el funky de los 80s de la mano de Lucky Careño

Y es que estos empresarios encontraron a lo largo del pasado año un repelente a la crisis excepcional y consiguieron que 4.000 personas acudieran en masa y cotizando de 20 a 50 euros, a las denominadas fiestas Reencuentro Dreams o Distrito 10, esto es, las discotecas a las que iban esas mismas personas hace más de 20 años y que ahora ya no existen físicamente, aunque sí lo hicieron en espíritu en el 2011 y ahora se reencarnan en Polo 55. Básicamente.

Para ser socio de este club hay que conocerlos o ir recomendado por un socio, o cenar y eso te da derecho a poder disfrutar de la noche luego. También existe la opción de conocer a algunas de sus relaciones públicas, como por ejemplo, al trío formado por Isa Aliño, famosa por sus fotos, Maca Alegre, por relaciones públicas y Dolores Cano, por sus croquetas.

El espacio es un loft de 500 metros dividido en cuatro zonas diferente, un restaurante, un lounge, la parte de los snacks, o de los que disfrutan más con las tapas, y la pista de baile. En todas pudimos encontrar no a lo más variopinto pero sí a representantes de unas agendas de convocatoria cargadas de poderío.

Entre los más mayores, sentados en la zona del restaurante y frente a la coctelería, muy sonriente Isabel María Alfaro, orgullosa de sus retoños como lo está Maria Teresa Monzonís, con la que compartía confidencias. Los que también las compartían como amigos inseparables que son, muy cerquita, eran la saltarina Eva Montesinos y el internacional Javier Gutierrez, que aunque de menor edad que sus vecinas, ambos son expertos en estas lides y doy fe que estaban estratégicamente situados en una zona de paso perfecta para disfrutar del coctel en toda su plenitud. Y es que valió la pena. Los palitos de Jabugo y los champiñones que seguro que tienen un nombre con aroma y extracto y px, eran de lujo.

El sector de ir por casa, o la zona lounge, con sus sofás y su librería, estuvo copada por la autodenominada intrusa Juana Camps y su flamante novio, el abogado Javier Edo, por el grecolatino Kiko Catalá y su siempre estupenda mujer, Irina Manglano y por María Gómez Polo que con ese porte serrano y ese estilazo dejó huella en el parquet. Tan es así, que hubo que colocar un orejero para taparla, la huella digo, porque María es para enseñarla.

En el mismo grupo estaba Javier Molins, con grandes proyectos ilusionantes de los que seguro todos disfrutaremos, como aquel magnífico documental sobre la vida y obra de un valenciano universal Manolo Valdés, que le llevó a entrevistar hasta al mismísimo nobel Mario Vargas Llosa además de viajar por medio mundo.

Muy cerca, entre la pista de baile y el lounge (ya sé que lo he nombrado tres veces, pero es un vocablo fashion y hay que aprovechar la coyuntura), otra que tiene mucho mundo, la rubia filipina Ana Zabaljáuregui, tan orgullosa ella de sus lindas niñas falleritas y animando a Fátima Zayed, que espera contenta tener en un par de meses una niña tan guapa como las de Ana, porque tan rubia, es prácticamente imposible, Darwin al margen y sus saltos generacionales.

Parejas como Taíta Marín y Vicente Pechuan, Marta Aliño y David Lladró, Silvia Vilar y Ernesto Zamorano, rompieron la pista de baile el sector esclavas, las que fueron al colegio de las Esclavas, digo, se colocó en su mayoría en la zona snack: estaban Beatriz Palencia, Belén Bordils y un largo etcétera porque lo que está claro es que habían 300 personas que eran 300 negritas y que por cuestiones de alzheimer prematuro y de espacio, se transcriben las que siguen: Javier Botella y el peluquero Eduardo Peñalver, Carola Castelos y Vico Sauquillo, Juan Manuel Baixauli, Tano López, Marisa López, Pepe Estruch, Pedro Santamaría... y hasta Jesús Barrachina Jr. que se lanzó a abrazar a Santi Martínez mientras pinchaba, discos, claro. De los ochenta.