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el gastrónomo impertinente

Rafael Bernabé
y sus viñedos culturales

02/03/2012 JOE L. MONTANA

 

 No faltan innovadores ni en la gastronomía ni en la viticultura valenciana. Lo que falta, lo que les falta a ellos, es apoyo y menos interferencias mediáticas. Porque guste o no, ser el mejor no es suficiente. Hay que darlo a conocer. Y ahí el apoyo institucional es insustituible

VALENCIA. Dentro del panorama cada vez más dinámico de la gastronomía valenciana, en un sentido amplio, destaca el enorme esfuerzo realizado por un grupo de bodegueros amantes del vino para hacerse con un lugar bajo el sol. Lástima que la Conselleria de Agricultura ni esté ni se la espere a la hora de apoyar este esfuerzo que es uno de los que más valor añadido le puede dar al sector agrario. Es de juzgado de guardia, que decían los clásicos, ver su falta de esfuerzo. Mientras tanto otras comunidades como Murcia o Madrid, por no hablar de Castilla y León, nos vienen ganando la partida a la hora de estar presentes en los mercados cuando sus vinos no son mejores. Desde los exteriores hasta el de la restauración, en donde la presencia de los vinos de esta comunidad siguen siendo la excepción.

Y es lástima también que teniendo entre nosotros a los fundadores e impulsores de Verema, éstos hayan realizado tan pocas actuaciones reivindicando el apoyo público al esfuerzo de nuestros emprendedores. La Peña Verema, plagada de apego a la ortodoxia, pretende ser lo más de lo más. Y muy bien que está tener un referente entre nosotros. Pero ello no debiera haber sido incompatible, como lo ha sido hasta ahora, con defender el apoyo para lo bastante de bueno que tenemos ante esa Administración o ante esas DO de actividad manifiestamente mejorable. No por ser nuestro, que no es garantía de nada, sino por ser bueno.

En este panorama, y con la que viene cayendo en la economía, la iniciativa de Rafael Bernabé (y Olga Navarro) de Bodegas Bernabé Navarro, de desarrollar nuevos vinos cuando con el Beryna y el Casa Balaguer ya tenía una posición consolidada merece ser destacada. Y más cuando en 2009 lanzaron la primera añada del Curro 2009, un coupage de monastrell y tempranillo que Peñín valoró con 95 puntos.

No era, al parecer, suficiente actividad y sus Viñedos Culturales vienen a sumarse en unas producciones muy cortas cada vez más frecuentes (como esa Bobal de Sexto Elemento que tengo que volver a catar), a su actividad anterior. Desde luego, no parece ir con él eso de no hacer nada. Entre cuidar la viña, producir, promocionar y perseguir a los lentos en liquidar sus deudas va bien servido.

Así, Viñedos Culturales es nada menos que un conjunto de diez nuevos vinos lanzados al mercado recientemente, todos ellos con una envidiable puntuación en la Guía Peñín que pueden comprarse directamente en esta dirección. Seis de ellos se agrupan en torno a la teoría china de los cinco elementos que junto a la fusión entre ellos da como resultado seis vinos diferentes: El Fuego (90% Merlot y 10% Cabernet), La Tierra (unión de dos tempranillos de pagos diferentes), El Metal, (80% Monastrell y 20% Syrah), El Agua, (80% Cabernet y 20% Tempranillo) y La Madera (100% Syraz). A los que la bodega ha sumado un sexto, Fusión.

¿El resultado? Sin duda vinos todos ellos muy bien elaborados. Y diferentes. Algo, lo primero, cada vez más frecuente pero todavía por desgracia no siempre detectable en las grandes bodegas que dominan la viticultura de la Comunidad Valenciana a pesar de las nuevas tecnologías, frente al éxito de otras, Jumilla por ejemplo, en este terreno.

Ahora bien, dicho esto, y aunque Peñín -que es el experto- los valore casi igual a todos ellos, por encima de 92 puntos, en mi opinión el resultado siendo muy bueno es también heterogéneo. Así, en mi opinión, el syraz, que se puede incluir entre los mejores españoles, es excelente y el mejor. En todo caso, muy superior al tempranillo que me ha parecido simplemente un vino bien hecho. Y a su vez sorprendentemente el Merlot (El Fuego) me resulta mejor y mucho más facetado -¡un merlot!- que el Fusión. O incluso que El Metal en donde domina la Monastrell que es una variedad a la que, como la bobal, mi paladar no le reconoce la supremacía que muchos quieren otorgarle entre nosotros, aun estando bien trabajada como es el caso.

Pero es que además, la iniciativa se completa con otros cuatro vinos: Los cipreses de Usaldón, 100% garnacha peluda, La Viña de Simón, La Amistad y el moscatel El Carro. Sin embargo, como no los he catado prefiero comentarlos en otra ocasión. No es poco, como pueden comprobar. Y parece justo reconocerlo en un mundo cada vez más volcado en la mercadotecnia.

PD. Estos vinos los he podido conocer gracias a la insistente y cordial amabilidad de su creador.
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El Blog de Joe L. Montana

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