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Un acuerdo forzado de la crisis griega no ayuda precisamente a nadie

MIGUEL A. RODRÍGUEZ (*). 22/02/2012 "Es muy probable que Grecia decida no quedarse en un club donde le permiten ser socio solo si accede a que se le aten las manos y se queda sentado en el suelo y sin comer..."

MADRID. Tras meses de sobresaltos, de reuniones inconclusa, de comentarios hostiles y de muy poco disimuladas demostraciones de desconfianza llevadas a cabo entre lo que deberían ser buenos vecinos -además de parecerlo-, todo apunta a que los ministros de Economía de la Eurozona van a llegar a un acuerdo para aprobar el plan de austeridad presentado por el primer ministro griego, concebido éste, recordemos, de manera abrupta como si de un parto difícil y peligroso se tratara.

Hasta el último momento estuvimos pendientes en los mercados de la consecución de un ajuste de presupuesto al céntimo, en el que han tenido que rebuscar en lo más profundo y doloroso de los bolsillos griegos. Por fin parece que este penoso proceso llega a su fin y los distintos mercados vuelven a repuntar ingenuamente, como suelen hacer, anticipando el final de una pesadilla. Pero con ello no se acaban los problemas ni las incertidumbres.

Una vez parida la criatura -el plan de recorte de gastos- queda la duda sobre la capacidad que sus progenitores tienen para criarla y tutelarla. La desconfianza sigue apareciendo por todos los frentes. Los ministros de Economía alemán y holandés siguen insistiendo en la necesidad de una supervisión cercana sobre la administración griega para vigilar el cumplimiento de sus compromisos.

Tras las elecciones que se celebrarán en el país heleno en tres meses, cabe la posibilidad de que el Gobierno se formara de los partidos que actualmente se encuentran en los extremos del espectro político y a los que los sufridos y humillados electores griegos parecen tender.

Las últimas encuentras muestran que un 45% de los votantes pueden inclinarse a votar a estos partidos, que por supuesto no han intervenido en las conversaciones para la elaboración del plan de austeridad y que, por tanto, no se sentirán comprometidas a respetarlo.

Hasta tal punto llega el nivel de desconfianza que una de las propuestas de los ministros del Ecofin es que los importes correspondientes al plan de rescate que se vayan librando se depositen en cuentas especialmente creadas para este fin y de las que solo podrá salir dinero que se gaste en los objetivos acordados.

Esto sería una manera encubierta de nombrar administradores externos del gasto público heleno, propuesta rechazada frontalmente por todos los partidos griegos por considerarla humillante. En realidad lo es. Pero todo indica que, ahogados y sin resuello, los políticos griegos puedan aceptar esta última condición.

TODAVÍA QUEDAN DETALLES DE AJUSTE

Será muy complicado que este proceso llegue a buen término si sus principales actores son incapaces de bajar la guardia por miedo a recibir una puñalada en cualquier momento de relajación. Pero si todo esto fuera poco, todavía y hasta bien entrado marzo quedan detalles de ajuste como la finalización del acuerdo PSI como la quita del 50% de los tenedores privados de deuda griega.

Es importante conocer todos los términos de esta negociación porque dependiendo del periodo de alargamiento de los bonos de canje, de los tipos de interés de éstos y, por supuesto, del importe total que dejará de pagarse, se podrá saber hasta cuanto podrá reducir Grecia su deuda soberana sobre PIB en el año 2020. El objetivo es del 120%. Casi el doble de lo que actualmente mantiene España.

La tarea contada así parece titánica, imposible, pero aún más y peor si le añadimos que la economía griega se encuentra en la más horrorosa de las depresiones a las que un país puede estar sometido en los últimos años.

Una economía con tasas negativas de crecimiento del 7%, paro por encima del 20% y una población que no parece estar preparada para resignarse a muchos años de desesperanza.

Es muy probable que Grecia decida no quedarse en un club donde le permiten ser socio solo si accede a que se le aten las manos y se mantenga en una esquina sentado en el suelo y sin comer. Son muchos ya los analistas y economistas que pronostican una vuelta al dracma en un periodo relativamente corto de tiempo. Yo me uno a ellos.

Las consecuencias no serán buenas para el resto de la Eurozona y aunque algunos puedan sentirse aliviados por la salida del socio incómodo, es probable que con el tiempo se arrepientan de las consecuencias. El euro sigue manteniéndose por encima de la 1,30 unidades/dólar como si el asunto no fuera con el. Pero recordemos que lo mismo ocurría en el verano pasado en el nivel de 1,40 unidades. Mi predicción es que lo veremos por debajo de 1,20 en pocos meses.

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* Miguel Ángel Rodríguez es analista de XTB

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