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Entrevistamos a Juan Carlos Garvayo

20/02/2012 Entrevista al pianista y miembro del Trío Arbós con motivo de sus últimas grabaciones para Non Profit Music y Almaviva
VALENCIA. El pianista y pedagogo motrileño Juan Carlos Garvayo es, a día de hoy, uno de los mejores tónicos contra el quietismo musical de nuestro país. Cómplice de un sinnúmero de compositores de dentro y fuera de nuestras fronteras (baste mencionar a Cristóbal Halffter, Pascal Dusapin, Beat Furrer o Toshio Hosokawa entre sus amistades musicales), y responsable de una infinidad de estrenos pianísticos bendecidos por la magia de sus digitaciones, Garvayo se siente tan a gusto ante el panorama blanquinegro de su teclado como partiéndose la música con el violinista Miguel Borrego y el violonchelista José Miguel Gómez, sus dos compañeros de armas en el Trío Arbós, formación que desde 1996 viene dando mucha guerra en cuanto a música contemporánea se refiere. Aprovechamos la salida al mercado del nuevo disco del grupo (Play It Again) para preguntar a Garvayo sobre su pianismo irrefrenable y otras voliciones musicales.

PREGUNTA: Después de estudiar en Motril y Granada, pasó un tiempo en Estados Unidos refinando su técnica y ampliando su educación, y también allí ha impartido clases magistrales y cursos académicos. ¿Qué puede decirnos de sus experiencias foráneas como intérprete y pedagogo?

JUAN CARLOS GARVAYO: Mis años en Norteamérica son sin duda los más importantes dentro de mi época formativa. La educación musical en la España de los años 80, al menos en mi experiencia, era muy deficiente, por no decir desastrosa. Lo único que aprendí aquí es que si quería satisfacer mi tremenda necesidad de conocimiento debía huir de este país. En los Estados Unidos se me abrieron todas las puertas nada más llegar. Yo me presenté de repente, sin avisar y casi sin hablar inglés, pero una vez interesados en mí como alumno hicieron todo lo posible por organizar mi estancia e inscribirme oficialmente. Además de contar con profesores de primer nivel, tuve a mi disposición un estupendo instrumento para estudiar a cualquier hora del día o de la noche, una extraordinaria biblioteca, y un ambiente universitario abierto a otras disciplinas que fue muy estimulante para mi formación general. Además de música, pude estudiar Psicología y Antropología, dos disciplinas que me han interesado desde siempre. También tuve la oportunidad de tocar como solista con orquesta en diversas ocasiones –algo impensable en la España de entonces para un chico de provincias como yo–, y de relacionarme muy de cerca con la creación contemporánea. Esto fue posible especialmente a través de la figura de George Crumb, con quien mi profesor tenía una extraordinaria relación y cuya música para piano me deslumbró desde el primer momento.

P.: Usted ha defendido en disco y concierto la obra de algunos maestros nacionales como Joaquín Turina, pero por lo general ha concentrado su atención en los círculos de la vanguardia (De Pablo, Halffter) y la “postvanguardia” española (José María Sánchez Verdú, César Camarero, Jesús Torres, Gabriel Erkoreka o Mauricio Sotelo…). ¿Le atrae especialmente la música especulativa?

J.C.G.: En mi opinión, toda buena música, no importa de que época, es en el fondo especulativa, ya que nace del intento de reflejar mediante sonidos los aspectos inefables de la condición humana. Partiendo de esta premisa, a mí lo que me atrae verdaderamente es la música sin más. Mi dedicación a los compositores que usted menciona parte principalmente del contexto histórico que me ha tocado vivir. En un país como España existen numerosos compositores de altísima calidad que necesitan de intérpretes comprometidos y entusiasmados que estudien y difundan sus obras con la mayor exigencia artística y profesional posible. Con la mayoría de los compositores españoles enumerados y con alguno más se ha producido además una estrecha relación simbiótica que ha dado lugar a obras muy hermosas de cuya gestación y nacimiento me siento muy orgulloso como parte directamente implicada.

P.: Desde que en 1996 fundara con el violinista Miguel Borrego y el chelista José Miguel Gómez el Trío Arbós, éste ha contribuido a abonar y actualizar el repertorio del trío con piano con músicas de todo tipo, por no mencionar su actividad difusora como conjunto residente del Museo-Centro de Arte Reina Sofía. ¿Cree que el formato sigue gozando de buena salud?

J.C.G.: ¡Y tanto! El trío clásico es una formación con un bagaje histórico abrumador, solo superado por el del cuarteto de cuerda. A pesar de haber sido una formación bastante descuidada por los grandes compositores del siglo XX –no olvidemos que grandes compositores como Bartók, Schoenberg, Stravinsky o Hindemith, entre otros, no escribieron tríos con piano– a partir de la segunda mitad de este siglo tuvo lugar un gran florecimiento del repertorio para esta formación. Existen obras magistrales de Kagel, Sciarrino, B. A. Zimmermann, Takemitsu, Rihm, y tantos otros… Nosotros mismos hemos contribuido a la creación de casi un centenar de obras para trío entre las cuales figuran obras de prácticamente todos los compositores españoles de renombre que circulan ya de manera habitual. En los últimos años, con apoyo de la Ernst von Siemens Musikstiftung, hemos encargado obras a compositores latinoamericanos como Roberto Sierra o Hilda Paredes. En la actualidad, gracias a un convenio de colaboración con la Fundación BBVA, Georges Aperghis e Ivan Fedele ya han escrito tríos excepcionales para nosotros y en breve lo harán Toshio Hosokawa y Beat Furrer.

P.: Como pianista en solitario y también en calidad de miembro del Arbós ha trabajado estrechamente con más de un centenar de compositores internacionales, como Hans Werner Henze, Jonathan Harvey o Georges Aperghis, por nombrar sólo a unos pocos. ¿Una obra no está cerrada hasta que el intérprete entra en juego? Y siguiendo con esta idea, ¿al hacerlo no se corre el riesgo de “desvirtuar” la objetividad de la partitura?

J.C.G.: Para responder a este eterno problema me gustaría evocar el magnífico libro de René Leibowitz titulado Le compositeur et son double (El compositor y su doble). Creo que el papel que debe jugar un intérprete honesto es precisamente el de “doble” del compositor tratándose de acercar al máximo su planteamiento interpretativo al pensamiento esencial del creador desde un rigor absoluto y una imaginación cargada de poesía. En este sentido, los intérpretes que hemos decidido dedicar gran parte de nuestros esfuerzos a la música actual gozamos del privilegio de poder trabajar esta música directamente con las personas que la concibieron y la intentaron plasmar en el papel. Y digo “intentaron” de manera deliberada porque la partitura escrita en el papel es solo una parte del proceso del fenómeno musical; un fenómeno que no se cierra hasta que el intérprete se hace cargo de su realización sonora. Por lo tanto, hablar de “obra cerrada” o de “objetividad de la partitura” es, desde mi punto de vista, inexacto, ya que por ahora el papel y sus bellas figuras impresas no “suenan”.

P.: En 2009 estrenó en Cádiz, con motivo del Año Albéniz, un proyecto muy especial en torno a la música del maestro de Camprodón que Almaviva ha editado recientemente en compacto (Una Iberia para Albéniz [DS 0153]). En proyectos como éste, que involucran la participación de tantos artistas, ¿cómo se las ingenia para pulsar la voz de cada uno de ellos y preservar al tiempo cierta homogeneidad en el programa?

J.C.G.: La verdad es que cuando mi querido amigo Enrique Gámez me llamó de parte de la Asociación Festclásica para proponerme el proyecto, la idea me pareció a la vez fascinante y aterradora, precisamente por el problema que usted plantea. En este caso se trataba de doce compositores y compositoras en cuya elección yo no tuve ni voz ni voto y que supuestamente iban a componer piezas para piano de duraciones, estilos y densidades muy diversas. Yo soy muy meticuloso a la hora de estructurar un programa de concierto pero en este caso no tenía mucho que hacer salvo estudiar las piezas concienzudamente y esperar transmitir cierta sensación de unidad a través de las dos únicas constantes en el programa: mi propia persona y la temática albeniciana. Posteriormente, según iba evolucionando mi relación con las obras, conseguí hilvanar relaciones de carácter más sutil entre las obras que me permitieron de manera más secreta y personal abrirme paso en el laberinto de diversidad técnica y estilística que suponía tocar en vivo doce obras de doce compositores durante casi dos horas y media. Tuve la fortuna de experimentar bastante con este programa en la mayoría de festivales españoles adscritos a Festclásica.

P.: Otro disco firmado por varios compositores y que acaba de grabar con el Trío Arbós para Non Profit Music, se titula Play It Again (NPM 1012), y según parece el tono de sus obras abunda en registros poco convencionales. ¿Qué clase de trío con piano cabe esperar en este programa?

J.C.G.: El plan y la estructura del disco Play It Again tiene mucho que ver con nuestro gran amigo y director de la Non Profit Music Foundation, Jorge Grundman y con el genial ingeniero de sonido con el que trabajamos desde hace años, Javier Monteverde. Ambos nos “sedujeron” para grabar un disco “diferente” a nuestros registros más habituales. Antes le dije que lo que a mí verdaderamente me gusta es la música sin más. Esto es afortunadamente algo que comparto al cien por cien con mis colegas del Trío Arbós, y por lo tanto no fue nada difícil convencernos. El contenido de este disco es también música actual, ya que está toda escrita por compositores vivos, pero se trata, en general, de una música instalada en unos lenguajes más accesibles para el público general, como son el pop, el jazz o la música tonal. Tengo que reconocer que ha sido toda una delicia trabajar y grabar esta música. Toda ella ha sido exquisitamente concebida e instrumentada para el trío clásico, y en algunos casos se trata también de una música extremadamente compleja y virtuosística.

P.: También ha hecho sus pinitos sobre el podio, estrenando nada menos una ópera de José Manuel López López, y actualmente ostenta el cargo de Director Artístico del Festival Música Sur de Motril. ¿El piano se le ha quedado corto?

J.C.G.: Al contrario. Cuanto más viejo me hago, más inmenso me parece este instrumento. A veces tengo la sensación de que estoy sentado en la proa de un transatlántico. Hay tantísima música maravillosa escrita para piano que harían falta innumerables vidas para poder tocarla. Espero al menos que cuando todo esto se acabe, se me otorgue la posibilidad de reencarnarme en algún buen joven pianista que pueda tocar toda la música que a mí no me dio tiempo a hacer. 

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