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OPINIÓN

Después del PP, más PP
Hundimiento y reciclaje

ANSELM BODOQUE (*). 29/01/2012 La única alternativa actual al Partido Popular es el propio Partido Popular. Lo que convierte al PP valenciano principal amenaza para su posición de hegemonía y dominio político (1ª parte)

Alberto Fabra

VALENCIA. Aunque las grandilocuentes iniciativas que definieron a los gobiernos populares en la Comunidad Valenciana se vienen abajo en medio de una crisis económica y social devastadora, el PP goza de una posición política envidiable, la mejor de su historia como partido tanto en poder institucional como en distancia electoral con sus competidores.

A corto y medio plazo, además, no se atisba ninguna alternativa política (cambio de políticas) ni alternancia (mera modificación de los equipos gobernantes) protagonizada por otros partidos. Así las cosas, en este momento, la única alternativa al PP es el propio PP. Lo que, paradójicamente, convierte al PP valenciano, ahora bajo vigilancia atenta de Madrid, en la principal amenaza para su posición de hegemonía y dominio político en la Comunidad Valenciana.

El hundimiento del modelo

En contraste con las victorias electorales de 2011 y con el enorme poder que el PP concentra en la Comunidad Valenciana (gestiona en torno al 99% de los presupuestos públicos que afectan a los valencianos), el modelo de desarrollo económico y social que los populares valencianos han impulsado en los últimos 16 años se viene abajo sin paliativos. Si el estallido de la burbuja inmobiliaria y el inicio de la crisis en 2008 había puesto en evidencia la debilidad del eje central de su política económica desde 1995 y la apuesta por el ladrillo, la acumulación de malas noticias en los últimos meses amenazan seriamente la imagen de la Comunidad Valenciana y la gestión futura del Consell.

La lista es desmesurada: pérdida de Bancaja, CAM y Banco de Valencia, venta a precio de saldo de lo que fueron las joyas de la corona (grandes proyectos, Terra Mítica, Ciudad de la Luz), gasto excesivo en la Ciudad de las Artes y la Ciencias o la Fórmula 1, malos indicadores económicos, paro, falta de inversión en los servicios del Estado del Bienestar, sensación de despilfarro en muchas inversiones pasadas. Y sigue creciendo: dificultades para pagar lo que se debe, fracaso en la emisión de los bonos patrióticos, consideración de la deuda valenciana como bono basura, recortes severos a trabajadores y servicios públicos básicos, despidos de investigadores mientras se preserva el entramado, sin conttrol y mal gestionado, de las empresas públicas del Consell donde las dosis de clientelismo y deudas son exasperantes.

Ciertamente, el castigo que está sufriendo la imagen de la Comunidad Valenciana y de sus instituciones, a menudo por el propio PP central, es excesivo. No todo es mala gestión ni toda la deuda se debe al despilfarro, también es cierto que la financiación autonómica nos perjudica gravemente. Pero eso no niega la responsabilidad negativa de la gestión del PP, especialmente con los gobiernos de Camps, en el crecimiento y descontrol de la deuda pública que es la causa de los recortes y en los problemas de caja actuales de la Generalitat. Individualmente, nadie ha asumido responsabilidad alguna por lo ocurrido, ni lo hará. Socialmente, la mala gestión parece que no tiene, de momento, consecuencias políticas ni electorales.

Federico Trillo, Rita Barberá y Francisco Camps, el día de la dimisión del presidente valenciano

Cada ocho años, reciclaje

La tarde del 20 de julio de 2011 Camps, se veía obligado a dimitir como presidente de la Generalitat y del PPCV para, según sus palabras, no perjudicar las expectativas electorales de Rajoy. Ese día el PP valenciano quedaba bajo tutela de la dirección central del partido en Madrid, que avalaba a Alberto Fabra como nuevo hombre fuerte. De poco sirvió el conato de rebelión de Barberá el septiembre pasado para mejorar la posición del PP valenciano.

La contundencia del mensaje de Rajoy al PPCV en la configuración de su Gobierno ha sido de órdago. E igualmente precisa ha sido la respuesta del PP central para acabar con cualquier atisbo de que la reivindicación del Camps absuelto por un jurado popular signifique su rehabilitación política. Homenajes a Camps todos, responsabilidad ni una; esa es la consigna de Génova.

El mensaje está claro. Fabra será el referente del PP en la Comunidad Valenciana y no hay vuelta atrás. De este modo, en el PP valenciano se repite un hecho muy poco habitual en la política española, cada dos legislaturas se ha cambiado al máximo responsable del gobierno, sin cambiar de partido gobernante. Este hecho, curiosamente, tiene un efecto potencialmente dinamizador de los anquilosamientos internos y, sobre todo, sirve para reciclar políticas, formas y personas.

Crea la sensación de un tiempo nuevo y, hasta cierto punto, puede llegar a hacer pensar que se superan los aspectos menos positivos de la gestión anterior. El viejo PP es cambiado por un nuevo PP sin dejar de ser continuista. La cuadratura del círculo. Ocurrió con Camps y puede pasar con Fabra, mientras que no se rompa la coalición social que da apoyo estable al PP desde 1993. Otra cosa es que lo viejo se resista al cambio.

Alberto Fabra y Alfonso Rus

Fabra, leyendo a Maquiavelo y Sun Tzu

¿Pero el proceso de consolidación de Fabra en el PP será igual al que tuvo Camps? Difícilmente. Camps era fuerte en Valencia y Castellón y tuvo que conquistar a sangre y fuego la zaplanista Alicante. El estilo de Fabra es distinto, sus apoyos de partida menores. Su consolidación necesitará de un largo proceso de renovación y de cambio profundo en la dirección y la nomenclatura del PP valenciano y del Consell sin levantar las suspicacias de quienes hasta ahora estaban en los puestos de mando.

Fabra tiene a su favor la ausencia de referentes zaplanistas o campsistas fuertes en Alicante, la desaparición de la figura de Carlos Fabra en Castellón. En ambas provincias todo está a su favor; sin embargo, por su condición de castellonense y por su distanciamiento con la etapa de Camps, está encontrando una resistencia coriácea en la derecha de la ciudad y provincia de Valencia a dejarse liderar por alguien que no es directamente de los suyos. Le costará abrirse paso en Valencia. Rus y Barberá ya han manifestado su voluntad de condicionar la autoridad de Fabra.

Su principal apoyo es un Rajoy empeñado en pasar página en la Comunidad Valenciana. No es poca cosa, pero no está de más recordar a Maquiavelo cuando afirmaba que los líderes que llegan al poder por un golpe de fortuna y sólo tienen el apoyo de quienes los situaron en esa posición llegan con facilidad y se mantienen con muchísimo esfuerzo y dificultad. En consecuencia, para lograr consolidar su posición deberán cimentar su autoridad sobre bases nuevas, apoyos crecientes y buen criterio hasta incorporar a su causa, marginar o expulsar a los defensores de los líderes pasados.

Dicho de otro modo, Fabra para hacerse fuerte en el PPCV deberá cambiar personas, equipos y políticas, ganar voluntades y depender cada vez menos de Rajoy si quiere que su nuevo PP se imponga al viejo. El proceso será largo, progresivo y paciente. Y, a diferencia de lo ocurrido con la substitución de Zaplana por Camps, deberá seguir evitando la lucha abierta y mantenerse fiel a la vieja idea de Sun Tzu de que la victoria más completa se produce cuando el ejército propio no lucha y el enemigo es vencido por el empleo de la estrategia.
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(*) Anselm Bodoque es analista político

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