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DEBATE DE LOS CABEZAS DE LISTA

Los candidatos torturan a los espectadores con un debate soporífero como "fin de fiesta"

GUILLERMO LÓPEZ (*). 18/11/2011 González Pons se impone a Rodríguez-Piñero y Joan Baldoví a Ricardo Sixto en un debate  lastrado por el formato y horario escogidos

VALENCIA. El debate de los cabezas de lista por Valencia venía ya condicionado, al igual que los de Alicante y Castellón, por la polémica generada por el reparto de los tiempos. El recurso del PSPV a la Junta Electoral acabó generando una situación absurda, en la que se asignaban tiempos ridículos a las intervenciones de EU y Compromís (27 y 11 segundos, respectivamente).

En el contexto de campaña electoral desvaída, con la sensación de que está todo ya decidido, que estamos viviendo, esta cuestión se convirtió en uno de los ejes fundamentales de la atención pública la semana pasada. Su resolución final, con un reparto de tiempos equitativo, dejó en muy mala posición al PSPV: no consiguen su objetivo de reducir la presencia de Compromís y EU, competidores en el mismo espacio político, y dejan una mala impresión en el electorado.

Y todo ello en torno a unos debates cuyo formato y horario de emisión hace prácticamente imposible que tengan alguna influencia reseñable en la opinión pública. Se emiten al filo de la medianoche y se estructuran en torno a intervenciones cerradas, como una sucesión de monólogos enlatados, de los candidatos, sin apenas interpelarse. La audiencia difícilmente llegará a las 100.000 personas (un 2% de la población valenciana). Por esta razón, es mucho más importante lo que rodea al debate que el debate en sí.

"Lo que rodea al debate" tiene, a su vez, dos componentes: lo que pasa antes (la negociación, el formato pactado), en donde claramente el gran perjudicado ha sido el PSPV, y lo que pasa después. Es decir: ¿quién ganó el debate? Esta última cuestión, en un debate con tan poca audiencia (y en el que, por tanto, el público no ha visto el debate, o no conoce a nadie que lo haya visto), le acaba correspondiendo juzgarla a los medios de comunicación.

Así pues, ¿quién ganó? Para el sufrido cronista que esto escribe, que tuvo que visionar el debate en su conjunto, sobreponiéndose a un tono que oscilaba en ocasiones de lo monótono a lo soporífero, y además tomando notas para tener algo que decir una vez finalizase, no es una cuestión fácil. Entre otras cosas, porque fue un debate en dos planos diferentes: el enfrentamiento bipartidista PP - PSOE, por un lado, y la competencia entre Compromís y EU por conseguir una posición hegemónica como alternativa de izquierdas al PSOE, por otro.

GONZÁLEZ PONS VS. RODRÍUEZ-PIÑERO

En el primer caso, el cabeza de lista del PP, Esteban González Pons, resultó más convincente que la candidata socialista, Inmaculada Rodríguez-Piñero. En primer lugar, por la misma razón por la que Rajoy ganó en el cara a cara contra Rubalcaba: ante la actual situación económica, de la que los ciudadanos culpan al Gobierno central en mucha mayor medida que al autonómico, el PP lo tiene hecho. Recordemos que Rajoy ganó (según los medios y las encuestas) el debate a Rubalcaba a base de leer, una y otra vez, las mismas sentencias generales sobre políticas de empleo.

González Pons lo hizo sensiblemente mejor que Rajoy, aunque se apoyó en las mismas claves: el PSOE ha creado cinco millones de parados, el PSOE nos ha llevado a los 500 puntos de prima de riesgo y al borde de la intervención,... Y todo ello sazonado con las tradicionales referencias a cómo el PSOE ha mantenido a la Comunidad Valenciana en el abandono. Como también es mucho mejor comunicador que Rajoy, resultó más convicente.

Su capacidad para condensar el mensaje político en frases breves y de suma eficacia se puso de manifiesto en varias ocasiones. Sobre todo, en su intervención final, más larga (seis minutos), menos encorsetada y sin posibilidad de réplica por parte de los demás participantes. También afloró su tendencia al exceso en ocasiones, por ejemplo cuando realizó una sorprendente reflexión sobre las infraestructuras ferroviarias en la que reivindicó los trenes de cercanías y vino a decir que el AVE era un tren para los ricos. Una reflexión, sin duda, digna de consideración, pero poco afín a las políticas defendidas tradicionalmente por parte del PP.

Enfrente tuvo a la candidata socialista, Inmaculada Rodríguez-Piñero, con una difícil papeleta: defender la gestión del Gobierno del PSOE ante un escenario desolador en lo económico. Rodríguez Piñero lo intentó, apoyándose a menudo en gráficos, que mostraba a las cámaras y que tendían a exagerar visualmente las diferencias.

Por ejemplo, Rodríguez-Piñero mostró un gráfico que comparaba el paro en la provincia de Álava (gestionada por el PSOE), un 10%, con el paro en la Comunidad Valenciana (un 25%). Pero la representación gráfica de ambos porcentajes venía a ser, más bien, de un 5% y un 50%. Un viejo truco habitual en los debates electorales (y, a veces, también en gráficos publicados por los medios de comunicación).

La candidata socialista trató de enmarcar la crisis en el contexto internacional, reivindicó la supuesta utilidad de las reformas y recortes ya aplicados por el Gobierno para impedir un destino similar al de Grecia y se postuló como única alternativa posible al PP, en el habitual canto al voto útil que acaba siendo el recurso más poderoso del PSOE para captar votos de última hora, hasta entonces más o menos desafectos. No lo hizo mal, pero el punto de partida le ponía las cosas casi imposibles.

LOS PARTIDOS MINORITARIOS

El cabeza de lista de EU por Valencia, Ricardo Sixto, fue víctima de sus limitaciones comunicativas: en un tono monocorde, desprovisto de inflexión en la voz, y sin apenas gestualidad, la mayoría de sus argumentos, aunque pudieran resultar congruentes y bien elaborados, se quedaban sin fuerza, sin calar en unos espectadores auténticamente obnubilados por la combinación, casi hipnótica, de la comunicación verbal y la paraverbal del candidato. De manera que, aunque Sixto acertase en poner de manifiesto, por ejemplo, que los sucesivos recortes adoptados en los últimos años no habían servido para reducir ni el paro ni la prima de riesgo, el mensaje llegaba al espectador en condiciones precarias.

Por el contrario, Joan Baldoví  estuvo más convincente y natural ante las cámaras, y supo repartir a diestra y siniestra: a los excesos del gobierno autonómico del PP y sus grandes proyectos hoy en estado de abandono (el Ágora de la Ciudad de las Artes, el aeropuerto de Castellón) y a la insolvencia en la gestión de la crisis por parte del PSOE.

Todo ello aliñado con las habituales referencias (victimistas, pero eficaces) al abandono a que ambos partidos habrían sometido a los valencianos, que concluyeron en un cierre en el que el candidato de Compromís trató de comparar (sin mucho éxito, la verdad sea dicha) a los parlamentarios de su coalición con los espartanos de la película ‘300'.

En resumen: el debate no clarificó demasiado las propuestas de los partidos, totalmente condicionadas por la crisis. González Pons acabó presentando como principal bagaje de su candidatura que su partido, el PP, no había tenido ocasión de gestionar la crisis, y que, por tanto, podría suponer un cambio respecto de lo vivido hasta ahora. La candidata del PSOE Rodríguez Piñero, por su parte, incidió en que, a pesar de las apariencias, un gobierno del PP sería mucho más duro con los más desfavorecidos que el del PSOE. Es decir: el PP afirmó no ser el PSOE, y el PSOE no ser el PP.

EL DEBATE EN TWITTER

Esta campaña ha asentado una tendencia que ya comenzó a verse en las pasadas Elecciones Autonómicas: una parte del público, además de ver el debate en televisión, también lo comenta en Twitter (y, en ocasiones, lo sigue en Twitter en vez de hacerlo por la TV). Y, de alguna manera, el comentario del debate sirve como bálsamo paliativo de sus insuficiencias: cuanto peor es el debate en la TV, más entretenido resulta seguir los comentarios que suscita en Internet. En ese sentido, el debate de ayer resultó muy entretenido.

Por supuesto, también comentaron el debate los militantes y simpatizantes de los partidos políticos, en los términos que cabría esperar: los militantes del PP daban ganador a González Pons, los del PSPV a Rodríguez Piñero, los de Compromís a Joan Baldoví y los de EU a Ricardo Sixto. También aprovechaban, naturalmente, para criticar a los rivales. Destacó en esta materia, por lo negativo, el alcalde de Sagunto, Alfredo Castelló, que publicó, entre otros, el siguiente tuit: "La R. Piñero no se ha leído el punto 1 del manual del candidato socialista: hay que lavarse el pelo todos los días #ganaesteban". Con apoyos así... ¿quién necesita enemigos?

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(*) Guillermo López García es profesor titular de Periodismo en la Universitat de València

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2 comentarios

18/11/2011 19:30

El horario de emisión es un factor más. El problema sustancial es, desde luego, la ausencia de credibilidad de la cadena en cuanto a política informativa y pluralismo, labrada a pulso a lo largo de décadas. El formato tampoco ayuda. Sin embargo, quiero pensar que si estos debates se programasen en un horario en el que no diera la sensación de que se hace todo lo posible por "enterrarlos", el público respondería con mayor interés. Ponerlos al filo de la medianoche es matar el poco interés que puedan suscitar (y por eso, precisamente, se hace así). Un cordial saludo

porllevarlacontraria escribió
18/11/2011 10:35

Discrepo en que "el horario de emisión hace prácticamente imposible que tengan alguna influencia reseñable en la opinión pública" La cadena en la que se emite, y el histórico de emisiones de debates en ella provoca un generalizado rechazo a las 22, a las 23.30 o a las 9 de la mañana. Durante un tiempo se emitieron dbts a las 22 (año pasado) y las audiencias ya las conocemos. En número de espectadores las emisiones del DBT de Isabel Duran a horarios de prime time eran igual que a las 23.30, es decir, 20.000 personas como mucho se atreven a tragarse semejante espacio. La influencia es residual, el problema es la marca de la cadena donde se han emitido, no el horario.

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