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OPINIÓN

La milonga de la diferencia
de presupuestos

17/11/2011 OPINIÓN // DAVID BLAY (*)

VALENCIA. Es muy evidente que una empresa multinacional, con todos los recursos humanos y económicos a su favor, parte con ventaja sobre una PYME valenciana en un concurso público para gestionar la cuenta de una gran firma. Así ha sido siempre. O casi siempre, diría yo.

En ese mismo paralelismo, es igual de evidente que si alguno de los iniciadores de esa PYME tiene el talento suficiente como para llamar la atención del pez grande, éste intentará pescarle. Y, en muchos casos, lo acabará consiguiendo.

Por concluir el símil, es más que posible que la pequeña compañía encuentre gente igual de preparada o con ideas novedosas y se rearme. Y que vuelva a luchar contra la megacorporación. Y que vuelva a perder. O no.

Me gusta pensar que me ha tocado vivir en la era donde las grandes ideas no necesitan de grandes soportes. Donde desde un garaje se cambia el mundo. Donde una PYME valenciana le gana a HP la gestión informática del cuartel de las Naciones UnidasZidane y Aimar en la capital del Turia.

Y eso, quizá soñando, lo acabo trasladando al fútbol. Podría utilizar la demagogia. Decir que en 2002 el Valencia de Benítez tenía (con todos los respetos) a gente en su plantilla como Rufete, Carew, De Los Santos o Curro Torres, pero también a Cañizares, Ayala, Djukic, Baraja o Vicente. Y que tuvo que luchar contra un Real Madrid con (ojo) Hierro, Roberto Carlos, McManaman, Makelele, Figo, Raúl y Morientes.

Podría seguir haciéndolo y comparar de nuevo las plantillas de 2004. Y ver que donde Cannobio y Oliveira fueron los refuerzos que vio Mestalla, la contrapartida en el Bernabéu estuvo representada (en ese impasse de dos años) en Zidane, Beckham y Ronaldo.

Pero no solamente hablamos de futbolistas. Hablamos también de presupuestos. Ya en aquella época Manuel Llorente intentaba instaurar la austeridad en el club levantino, mientras que en Concha Espina se gastaban 10.000 kilos de media en el fichaje de turno.

Y resulta que, mirando atrás, no veo las diferencias. Más bien al contrario, cada vez me parece que las cosas son tan iguales que podrían tener incluso visos de repetirse, si no fuera por las distintas capacidades de Emery y Benítez y por la irrupción de un más que arrollador Barcelona.

Florentino Pérez demostró en su etapa final (y en la inicial de su segundo acto, que aun hoy continua) que tener más presupuesto no te hace fácil ganador. Porque al final de repente te puede aparecer un entrenador de leyenda, un delantero (Mista, que tuviste en tu cantera) que se casque 20 goles en una temporada, un portero que tú no quisiste y que alcanza su madurez con otros colores o incluso un tropiezo contra un equipo al que deberías haber Soldado celebra un gol esta temporadaaplastado por 7-1.

Y, de repente, te das cuenta de que has vuelto a 2004. Cuando recibes en Mestalla al Real Madrid pudiendo quedarte a un solo punto de él. Cuando, con lo poco que te has podido gastar, has acertado hasta el punto de que tu pareja de centrales (como pasó con Ayala) interesa a los grandes. Que productos de tu cantera como Jordi Alba (también pasó con Albelda) se hacen internacionales y se ubican en el punto de mira de tus máximos rivales. Y que de repente tu apuesta en la delantera es el mejor punta nacional de la competición.

Y todo eso lo has hecho con una deuda de 400 millones de euros, un estadio a medio construir, con el mejor equipo de la historia como rival y con su alter ego cediéndote jugadores porque a su entrenador de ocho millones de euros ni le sirven ni le preocupa que jueguen con tu camiseta.

¿En serio que el Valencia, a día de hoy, no puede ganarle al Real Madrid? Sin mirar hacia Cristiano, como no se hizo en su día hacia Zidane ¿están tan lejos Soldado e Higuaín? ¿Di María y Jordi Alba? ¿Topal y Khedira? ¿Rami y Sergio Ramos?

Al final, por muy tópico que sea, el deporte está lleno de historias donde los pequeños se han comido a los grandes. Porque éstos, en su arrogancia, no quisieron ver que no se medían a un inferior, sino a un potencial igual.

A ver qué pasa el sábado.

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David Blay es periodista

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