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opinión

La dirección de empresas en siglo XXI

JORGE PEREPÉREZ VENTURA (*). 15/11/2011 "El mundo actual es tan diferente al de hace tan solo dos décadas que gran parte de los conocimientos y educación que hemos recibido en el siglo pasado han devenido en desactualizados, cuando no en obsoletos, de forma prematura..."

VALENCIA. En tan solo 25 años el mundo ha cambiado, ha quedado atrás una época de cambios y nos encontramos ante un cambio de época. La transformación ha sido tan rápida que la sociedad, en general, no ha sido capaz de adaptarse a ese escenario vertiginoso. El mundo actual es tan diferente al de hace tan solo dos décadas que gran parte de los conocimientos y educación que hemos recibido en el siglo pasado han devenido en desactualizados, cuando no en obsoletos, de forma prematura.

Esta es la causa de esa sensación de desconcierto, inseguridad e incertidumbre que experimentan los directivos de las empresas al haber cambiado las bases donde se sustentaba sus valores, conocimientos y creencias.

El mundo actual no se parece en nada al de finales del siglo pasado. Por eso intentar gerenciar, como se continúa haciendo, una empresa o un despacho profesional tomando las decisiones basadas en antiguos supuestos del siglo pasado nos lleva de forma reiterada a resultados desafortunados.

Veamos que ha ocurrido en tan solo 25 años:


El origen de la actual crisis financiera es consecuencia de que entre 1972 y 2008 se aplicara en Occidente una política de gasto keynesiana y de crédito fácil producto de una expansión cuantitativa desde que a primeros de los 70 Nixon abandonara el patrón oro sobre el que se sustentaba la creación de moneda por los Estados. Con ello se disparó el gasto y los déficit públicos de los Estados en el mundo desarrollado hasta el punto de no retorno en el que nos encontramos.

Estas políticas monetarias expansivas financiaron el llamado estado de bienestar que se llevó más allá de la línea en que era sostenible. La clase política hábilmente denominó gasto social a cualquier gasto público por superfluo que fuera, provocando unos déficits públicos recurrentes en Occidente durante décadas financiado con las citadas políticas monetarias expansivas. Poniendo en peligro pilares del estado de bienestar. Como resultado nos encontramos ante una crisis financiera, una crisis de deuda que no se puede solucionar con mayor deuda tal como se está comprobando, sino con políticas de ahorro e inversión en desarrollo sostenible.

Asistimos al fin del keynesianismo que funcionó en el siglo pasado por la poca deuda de los Estados, pero que no puede hacerlo en la actualidad porque forma parte de la raíz del problema que ha sido la aplicación durante demasiado tiempo de esas políticas y cuyo resultado es una enorme bola de deuda pública que nos ahoga y absorbe todo el ahorro en la financiación del sector público dejando sin ella al sector privado que urgentemente la necesita.

En consecuencia, estamos presenciando un cambio de paradigmas, los países emergentes son ahora los más solventes, producto de unas políticas de austeridad, de ahorro y sacrificio que durante décadas les ha impuesto Occidente. Unas políticas que de forma paradójica ahora rechaza para sí.

El mercado de oferta del siglo XX se ha transformado en un mercado de demanda en el siglo XXI. El cliente es el Rey y va a continuar siéndolo. Por ello, de un marketing masivo se ha pasado un marketing personalizado, donde los factores cualitativos de carácter emotivo y psicosocial cobran especial relevancia frente a los tradicionales análisis cuantitativos, dentro de un entorno cada vez más competitivo. La microsegmentación de intangibles que conforma los gustos y preferencias de nuestros clientes van a configurar esa oferta personalizada que les tenemos que dirigir para poder fidelizarlos.

De una esperanza de vida de 45 años a principio del siglo pasado hemos pasado a una de 90. Ello junto con la explosión demográfica de los países emergentes provocará una escasez de recursos de forma continuada e indefinida. Es por ello que no tienen cabida en un mundo global las políticas de gasto indiscriminado ya no son insostenibles. La globalización ha puesto de manifiesto que los recursos son limitados. Este es otro cambio de paradigma: de una sociedad en Occidente basada en el gasto y el consumo se va a pasar a una de ahorro y de inversión en un desarrollo que sea sostenible y respetuoso con el medioambiente.

La solución a nuestros problemas vendrá de la mano de empresarios y directivos que entiendan estos cambios y que no esperen un pasado que no va a volver. Que apuestan por la innovación, el talento y la excelencia, por estructuras planas en el personal de las empresas y decididamente en la formación y participación de los trabajadores en la toma de decisiones, para que se sientan comprometidos con la cultura de la organización donde presten sus servicios. El trabajador del siglo XXI es el trabajador del conocimiento, pariendo de una base y unos conocimientos previos y con la formación y adiestramiento recibida, es el principal activo de la organización. No se amortiza como las máquinas sino que crece y aporta valor, es capaz de entender mejor los procesos productivos o los servicios prestado s y aporta un valor incalculable a la organización.

Los emprendedores van a ser la figura clave del siglo XXI, conjuntamente con una política económica de ahorro y contestación del gastos público que facilite al sector privado la financiación que necesita, absorbida en la actualidad por un sector público privado la financiación que necesita, absorbida en la actualidad por un sector público que precisa con urgencia redimensionarse en aquellos países que realmente deseen superar las crisis.

Nuestro país no es Grecia, ni Portugal ni siquiera Italia. El éxito y la salida de la crisis depende afortunadamente, de nosotros mismos, esta al alcance. Para ello necesitamos trabajo, ahorro, y sacrificio sin olvidar la solidariedad necesaria en estos momentos tan críticos. Se debe potenciar la sociedad civil para que condicione una adecuada respuesta de la clase política que, en general y con excepciones, se encuentra bastante enteros por debajo del país que representa.

Ha llegado el momento de recordar las palabras de dos presidentes norteamericanos: "Los políticos son el problema, los ciudadanos la solución" (Ronald Reagan 1911-2004). Y "No te preguntes lo que puede hacer tu país por ti, sino lo que puedes hacer tú por tu país (Jhon Fitzgerald Kennedy 1917-1963).
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(*) Jorge Perepérez Ventura es economista y socio de Audit Ibérica SA

 

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