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OPINIÓN

Los damnificados de Emery /1
Tino Costa

DAVID BLAY (*). 02/11/2011 "El rasero del entrenador de Valencia no ha sido siempre el mismo cuando ha tenido que afrontar indisciplinas de los jugadores. Lo peor es que en la mayoría de los enfrentamientos Unai ha acabado cediendo..."

VALENCIA. Los números, siempre tan claros y fríos, dicen que el técnico del Valencia durante los últimos cuatro años ha realizado una labor impecable. Ha clasificado dos años consecutivos al equipo para la disputa de la Liga de Campeones, ha mantenido el nivel con respecto a sus teóricos rivales (por sus estratosféricas puntuaciones Real Madrid y Fútbol Club Barcelona no están entre ellos) e incluso ha alcanzado niveles estadísticos que permitieron en su día a hombres como Rafa Benítez ganar campeonatos de Liga.

Sin embargo, es muy evidente que lejos de satisfacer a aficionados (y dirigentes, todo sea dicho), Unai Emery ha vivido desde su primera temporada un clima rodeado de tres componentes: dudas en cuanto a su estilo de juego, problemas en los duelos con equipos del mismo nivel y sobre todo indisciplinas en el vestuario.

Su rasero, además, no ha sido unánime. Y esto ha desembocado en la repetición de situaciones negativas de careo entre él y una serie de futbolistas que en algunas ocasiones terminaron con los segundos fuera del club pero que en la mayoría de ellas han supuesto bajadas de pantalones continuas que le han restado mucha credibilidad en el grupo.

Antes de bajar a lo concreto, recordaremos lo genérico: las titularidades de Joaquín cuando Pablo atravesaba un mejor momento, los constantes perdones a Manuel Fernandes a pesar de su apatía manifiesta, las ‘apariciones fantasma' de canteranos como Bernat (titular en el primer partido de Liga e inmediatamente devuelto al filial) o las ya clásicas rajadas de Chori Domínguez, Miguel y compañía.

Contextualizado esto, un hecho repetido al menos tres o cuatro veces por temporada, bajemos a la actualidad pura. La que refleja los problemas con los que hoy debe lidiar el hondarribitarra, cuyos nombres y apellidos son Miguel Brito, Hedwiges Maduro, Ángel Dealbert, Ricardo Costa, Antonio Barragán, Dani Parejo, Aritz Aduriz y Tino Costa.

De todos ellos iremos explicando razones y circunstancias en próximas columnas, aunque iniciaremos la historia con el mediocentro argentino. En teoría, traído el año pasado como alternativa a su compañero Banega. En teoría, un futbolista de rápida transición de balón y fuerte llegada al área. En teoría, habilitado para jugar junto a un pivote defensivo. En teoría, llamado a ser uno de los líderes del vestuario. En teoría.

Si bien su rendimiento en su primera campaña en Valencia pudo calificarse de aceptable tirando a bueno y con cierta progresión, en el presente ejercicio no solo no juega sino que ya se ha encabronado con su entrenador. Primero a través de Twitter cuando decidió no sacarle al campo pese a hacerlo calentar. Y luego respondiéndole de malos modos cuando Emery le pedía una subida de intensidad en los entrenamientos.

No es culpa del entrenador que le hablaran del futbolista como una cosa y haya resultado ser otra. Pero quizá sí el eterno agravio comparativo entre él y Banega. O incluso entre él, Albelda y Topal. Con su compatriota, porque tras pasarse por el forro muchas normas internas del club sigue jugando de titular y con el valenciano y el turco porque están por delante de él a pesar de su mejor estado físico y su mayor versatilidad en el centro del campo.

Lo que sí es responsabilidad de Unai es conocer porqué el Tino no se entrena como debe. Qué circunstancias personales y familiares le han llevado a esta situación. Y, si quiere recuperarlo, sentarse a hablar con él y darle cariño. Pero aquello que nos vendieron del ‘psicólogo y gestor de vestuarios' no es así. Ni mucho menos. Y por no ejercer adecuadamente una de sus funciones está perdiendo a un jugador al que va a necesitar enchufado en cualquier momento. Y desde ya podemos poner en duda que lo vaya a estar.

La semana que viene, Aritz Aduriz.
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David Blay es periodista

 

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