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GRUPO PLAZA

Blasco, más que un portavoz

LA ORTIGA / PEDRO MUELAS. 21/06/2010

VALENCIA. Nadie atendía las explicaciones de los distintos portavoces parlamentarios cuando se debatía la nueva ley valenciana de Régimen Local. Era como un aleteo funcionarial de diputados levantándose, leyendo en el ordenador o escribiendo mensajes en el móvil a Dios sabe quién. Sólo el portavoz del Partido Popular, Rafael Blasco, escuchaba atentamente lo que unos y otros decían y se decían desde la tribuna y desde los bancos, con voces y con gestos. Francisco Camps ya había abandonado su puesto y Rita Barberá se había marchado antes de que empezara la votación entre las protestas socialistas.

Blasco llevaba a las Corts un texto negociado con Compromís y con el grupo de No adscritos, que se abstuvo, y con la oposición del PSOE, que se quedaba así solo en el debate y aprobación de un texto crucial para los ayuntamientos valencianos. Todo un éxito. El PSOE tuvo que apelar a que la ley nace sin financiación y, ante las acusaciones de que había cambiado de parecer sobre el texto, enarboló un documento que fue rebatido por el PP.

El éxito del parlamentario Blasco fue mayor y su satisfacción indescriptible cuando, arrellanado plácidamente en su escaño, oía cómo los portavoces del PSPV, Ximo Puig, y el de Compromís, Enric Morera se tiraban los trastos a la cabeza a cuenta, precisamente, de los pactos con el PP de uno y otro y se olvidaban por un momento del debate dialéctico con el partido en el poder.

En esa misma sesión la bronca entre los líderes de izquierda se repitió a cuento del debate de totalidad sobre la ley de designación de senadores por la Comunitat Valenciana. Perfecto, dos en uno. Era la novena ocasión en la que el PSOE se quedaba aislado, un hecho insólito porque en la unidad tiene la fuerza la oposición.

Es normal que en la última sesión plenaria de control el presidente se deshiciera en elogios hacia el también conseller de Solidaridad y Ciudadanía. El grupo popular ha aprobado en las Corts Valencianes en cuatro meses y medio nueve leyes, el doble que en el mismo periodo del año pasado. Tanta iniciativa ha buscado romper la estrategia del monotema Gürtel de Angel Luna y su grupo.

Blasco no sólo hace de muro de contención de las iras de la oposición contra Camps por el caso Gürtel - Blasco está limpio- sino que ha ejercido un liderazgo y un control en el grupo popular nada más coger las riendas tras la destitución de Ricardo Costa, que era justamente lo que quería y necesitaba un aturdido presidente.

En la segunda tormenta Gürtel, cuando más arreciaba incluso desde el PP, se apresuró el político de Alzira a hacer valer el grupo popular como respaldo político insoslayable. En estos cuatro meses y pico que ha estado como portavoz no ha habido ningún asomo, ninguna fisura, nadie que haya aprovechado la debilidad del presidente. Ni siquiera a la hora de debatir la rebaja de los sueldos de los diputados.

Por otra parte, la dirección del grupo estaba tocadísima por el caso Gürtel a finales de noviembre: Ricardo Costa, David Sendra y Yolanda García. Era una incógnita lo que iba a ocurrir... a Camps y al propio PP. Pero el acierto de su designación ha sido lo mejor que le ha pasado al presidente desde que estalló el escándalo.

Es exactamente lo que quería y lo que necesitaba Camps, que no tenía ninguna gana de sentarse en su escaño y ocupar la tribuna, acosado por las noticias y decisiones judiciales sobre su asunto personal de los trajes y luego por la ampliación de las investigaciones sobre otros siete delitos. El grupo liderado por Blasco ha generado una actividad que hubiera sido deseable también en el Consell y en el propio partido y ha convertido a las Corts en el centro de debate, algo que no suele ser muy habitual, o al menos no lo era hasta el momento.

No es de extrañar que Camps aprovechara el jueves su turno de palabra y en el hemiciclo para ensalzar el trabajo de quien tanto y tan bien ha hecho por él en los últimos tiempos... y eso que Blasco no ha conseguido que lo nombrara vicepresidente.

EL CUENTO DEL EMPERADOR

Estaba feliz el presidente Camps el jueves por la mañana. Había ido bien la sesión parlamentaria y ahora le tocaba una de las facetas que más le gusta como presidente: entregarle a Gorbachov la cruz de la orden de Jaume I en un acto solemnísimo en el Salón de Cortes del Palau de la Generalitat. Se le nota cuando la trascendencia de los actos se sale de lo común. Incluso cuando bajaba por la escalera del patio gótico a esperar al ex presidente ruso para recibirlo en ese severo escenario, al encontrarse con Rita Barberá que ascendían la escalera en su busca, no tuvo ningún reparo en gritar con alegría juvenil "Viva la alcaldesa". La fila de fotógrafos que apuntaba hacia la puerta de la calle Caballeros se volvió objetivo en ristre para recoger tan sonoro encuentro.

Todo iba bien. Incluso el desarrollo del acontecimiento, que cerraba el periplo presidencial por Rusia, daba para alguna reflexión, hasta que el presidente de la Fundación Broseta lo sacó de las profundidades. Explicando los méritos que adornan al impulsor de la perestroika para otorgarle el premio correspondiente al año pasado, Vicente Carbonell quiso explicar que a veces hace falta mucho valor para decirle al emperador- sistema soviético- que está desnudo y claro no tuvo más ocurrencia que evocar el cuento de El traje nuevo del emperador. Ya saben, aquel de Christian Andersen que empieza así: "Hace muchos años había un Emperador tan aficionado a los trajes nuevos, que gastaba todas sus rentas en vestir con la máxima elegancia". Carbonell lo arregló hablando de vestido y no de traje, pero un rumor callado recorrió la estancia. "Che... ¿era precis?"

LA COSTA DE CHINCHAME ROQUE

Barberá se lleva siempre el pulso con el Gobierno al terreno que más le conviene. Debe de haber hecho alguna encuesta, algún sondeo y le debe de resultar rentable. No sólo la confrontación constante con el Gobierno, sino el territorio, el litoral. La prolongación de Blasco Ibañez, los chiringuitos, el castillo de fuegos artificiales napolitano, los campeonatos de voleiplaya y ahora los castillos de la Feria de Julio.

Al contrario que en las anteriores ediciones, es ahora ella quien mueve ficha y quiere cambiar el lugar. Después de dos años disparando castillos en el puerto de Valencia ahora pretende que vuelvan a las playas, a la de Malvarrosa concretamente. Es una especie de "chínchame Roque" porque ya sabe ella, el concejal Félix Crespo y todos que la Dirección General de Costas no tiene más remedio que prohibirlo o por mejor decir, no aceptar la petición del ayuntamiento. Es la ley. Como es la ley en lo de los chiringuitos.

Pero ya digo, le ha cogido el gusto. La prueba de ello es que no han sabido explicar por qué se quiere ahora cambiar el punto de lanzamiento. "Chínchame Roque. Mamá, mamá que Roque me está chinchando".

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