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Garzón se defiende

JOSÉ CAVERO. 12/02/2010 Mientras la crisis suscita las preocupaciones más severas y los debates más encarnizados entre Gobierno y oposición, hay otras batallas...

Por ejemplo, la que se viene produciendo por o en contra de Garzón. Garzón ha tenido muchísimo protagonismo, tanto en la vida judicial como en la política, durante mucho tiempo y se ha ido engrosando el número de sus enemigos o adversarios. Ahora se está reclamando que sea desbancado de la Audiencia Nacional por el pecado de mayor gravedad que puede cometer un juzgador: la prevaricación, juzgar y condenar a sabiendas de que sus decisiones son injustas. Sobre Garzón pesan dos acusaciones bien distintas, en esta hora de los ajustes de cuentas: que pretendió juzgar al franquismo y que pudo haberse lucrado personalmente de un curso que dirigió en Estados Unidos patrocinado por el Banco Santander. Y en esta hora del juez sometido a pleito, hay voces favorables y voces contrarias, aunque en los últimos tiempos parece que prevalecen las últimas. No es improbable que también en el caso Garzón esté dividida la opinión pública, prácticamente en dos mitades, y que, de parecida manera, se repartan la opinión el Gobierno y la oposición.

Desde luego, hay datos abundantes para situarse a uno o a otro lado de la pelea y del debate. Nadie duda de los servicios que, durante varias décadas, ha prestado al Estado el ilustre funcionario Garzón, desde su condición de magistrado de la Audiencia Nacional y ocasionalmente, por breve tiempo, desde responsabilidades del Ministerio de Interior. Posiblemente, esa "contaminación" con la política ha cooperado de manera decisiva a crearle algunas enemistades, pero también su notoriedad nacional e internacional.

Durante unos cuantos años, el nombre de Garzón ha sido expresión de la eficacia judicial en el mundo entero y muchos argentinos o chilenos, por ejemplo, no ocultan la admiración y aprecio que guardan por el "juez que veía amanecer", como le describe una conocida biografía periodística del personaje. La aplicación de la teoría de la "justicia universal" le condujo a querer sentar ante el banquillo de los acusados a los militares golpistas argentinos como al mismísimo Pinochet. Y en idéntico propósito, tampoco dudó en tratar de juzgar, incluso a título póstumo, a los culpables de la dictadura franquista. Pero, al margen o además de estos casos, Garzón trabajó con intensidad en otras materias de su incumbencia, como el Caso Nécora contra los narcotraficantes gallegos o la trama de ETA, que describió y persiguió con apreciable esfuerzo durante años. Pero ahora, algunos de sus enemigos pretenden que se olviden esos méritos, y se centran en esos eventuales errores que pudieran sacarle de la brillantísima carrera judicial.

Ni siquiera una cacería se libra del enjuiciamiento del personaje. Algunos amigos, incluso, le vienen aconsejando que "lo deje ya, por voluntad propia", antes de que puedan darle el disgusto de arrojarle de la carrera judicial y de poner ese borrón de una presunta prevaricación en el final de su abultada biografía. Estos días, el Supremo, el Poder Judicial, la Fiscalía del Estado..., todos se vienen inclinando a favor o en contra. Y es evidente que tiene, por igual, amigos y adversarios de notable relieve. ¿Cómo terminará esta historia? Este periodista se inclina por concluir en que son muchos más sus méritos que sus errores, pero "doctores tiene... la judicatura, que habrán de sentenciar".

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