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Fitch Ratings, una francesa en la corte financiera anglosajona

Londres Plaza. VÍCTOR JIMÉNEZ. 05/06/2010

LONDRES. Fitch Ratings adolece de una 'manía' bastante fastidiosa, o ¿es que ya no recuerdan lo que le ocurrió a Grecia? El Tesoro helénico planificaba una emisión por valor de 1.200 millones de euros en bonos soberanos cuando, precisamente una semana antes de acudir a los mercados del capital a solicitar el crédito, Fitch comunicó el 9 de abril que rebajaba la calificación del riesgo griego a BBB-,(esto es, el grado mínimo en la tabla del inversionista internacional). El resto de la historia, ya la conocen.

"Las calificaciones del riesgo soberano", afirma el profesor Pedro Gomes, de la London School of Economics, "es una clave determinante de los tipos de interés a que se enfrenta un país en los mercados financieros y, por tanto, del coste de los préstamos. Pero es innegable que también afecta a la banca doméstica e incluso a sus empresas corporativas".

Que le pregunten a Elena Salgado. La ministra española de Economía y Finanzas, y segunda vicepresidenta del Gobierno, ha consumido la primavera tratando de convencer a los llamados vigilantes extranjeros de bonos del Estado de que la salud presupuestaria de España y Grecia se encuentran a un extremo una de la otra, además de geográficamente.

En vano. A las puertas del verano, el pasado viernes 28 de mayo, Fitch Ratings hizó de nuevo su guillotina de anuncios para amputar una de las tres aes (AAA es el mejor grado en la escala del riesgo bursátil) a la colocación de deuda española, que ha quedado relegada al estante de la AA+. No está mal para una firma cuyo control del sector de las calificaciones es de tan sólo el 15%: el euro tiritando de frío en junio.

Aún habiendo incrementado en un 13% sus ingresos en 2010, la cifra de Fitch Ratings, cercana a los 282 millones de euros, es modesta en comparación con los casi 500 millones de Moody's y otros tantos de Standard & Poor's (S&P), que se reparten el 80% del sector.

De hecho, en un reciente estudio del economista Erik Fasten, de la Humboldt-Universität Berlin, se confirma que "Fitch es la segunda o tercera opción de los emisores de productos financieros que buscan calificación, [porque] sólo acuden a ella cuando Moody's y S&P han concedido una nota que se estima inconveniente".

Eso sí, Fitch disfruta de los mismos privilegios que sus mastodónticos competidores. En palabras de Mauro Bussani, especialista en normativa de mercados de bolsa, ninguna de las regulaciones adoptadas o bajo discusión aplican el correctivo más apropiado para prevenir el abuso de poder de las agencias de calificación: "Multas que remedien el daño que se provoca a los actores de los mercados financieros cuando reciben puntuaciones que, en vez de alertar de pérdidas de valor, las causan".

EL LADO GALO DE FITCH

El Centro de Investigación de Política Económica del Reino Unido ya dio el aviso en enero de 2010, a través de un artículo de opinión que la prensa financiera de Londres publicó obedientemente: "El acuerdo entre los economistas internacionales es que las agencias de calificación muestran una clara tendencia a reactivar las crisis financieras, más que a anticiparlas". Directo al corazón.

Sylvain Broger, analista del banco francés Natixis, opina que "estamos ante un círculo vicioso que ha atrapado a la deuda soberana de los miembros de la Unión Europea. El comportamiento de las agencias es completamente de seguimiento ciego del ciclo".

Broger podría hacer llegar su mensaje a Fitch Ratings sin salir de París. Por supuesto, Fitch dispone de oficinas en 49 países, pero resulta que Fimalac, una corporación de servicios a negocios con sede en la capital francesa, es propietaria del 60% de Fitch Group ─de Fitch Ratings & Algorithmics─ y de Fitch Solutions, el brazo comercial que la firma desarrolló hace dos años.

¿Cuál es la razón para este desdoblamiento? "Aunque siempre hemos mantenido la convicción de que nuestro marco de práctica protege la independencia y la integridad de nuestras calificaciones de riesgo", según expuso en 2008 el jefe ejecutivo de Fitch Group, Stephen Joynt, "creemos que ahora es incluso más evidente la gran separación entre nuestras actividades de análisis y las de ventas de calificaciones".

Que la mano izquierda no sepa los contratos que recibe la derecha. Sabio gesto en un clima de crítica y manteo contra la industria de las calificaciones financieras, a las que se incorporó en 1924 con publicaciones especializadas sobre la rentabilidad de bonos corporativos. Hoy, su cartera de clientes incluye 3.200 instituciones financieras, 1.300 emisores de empresas multinacionales, 95 estados y cerca de 80.000 autoridades municipales.

HOJA DE SERVICIOS

Sharon Rayan, asesora financiera en Structured Credit International Corporation, sugiere desde Nueva York que "las agencias no pueden restaurar su credibilidad a menos que reciban un pago estipulado de la parte que vende y de la que compra", a través de una transacción sobre nuevas emisiones y compra-ventas en los mercados secundarios.

Las agencias de calificación han sobrevivido y prosperado desde principios de 1900 justamente gracias a su habilidad para acumular reputación y proveer valiosa información, "pero esto es inconsistente", apunta Norbert Gaillard, de Chaire Finances Internationales de París, "ciertos planteamientos han contribuído a la explosión de los productos de crédito derivado".

El planteamiento simple de Fitch se refleja en los datos que la London School of Economics ha recopilado desde 1997, año en el que Fitch Ratings se fusionó con la británica IBCA. Por lo que se refiere a la deuda soberana, la agencia franco-norteamericana acostumbra a acatar los diferenciales que marca el mercado y así, dispara el efecto negativo de las calificaciones de Moody's y S&P que le preceden.

No obstante, el retrato de Fitch Ratings es mucho más sencillo: entre febrero de 2007 y diciembre de 2008, el 60% de los productos derivados a los que la firma había concedido la triple AAA perdieron el 70% de su cotización. Como para fiarse...

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