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OPINIÓN

Futbolistas: superávit en el banco, déficit en comunicación

DAVID BLAY (*). 28/09/2011 "David Silva pasó de protagonizar portadas en periódicos nacionales a disminuir un 60% sus apariciones (...) ¿Le ha influido en su imagen en España? Es obvio que sí"

VALENCIA. El fútbol, dicen, esta hiperprofesionalizado. Alrededor de los clubes y los jugadores confluyen intereses de agentes, marcas y medios de comunicación. Y lo que se ha dado en llamar ‘entorno' lo acaba por cubrir todo, desde la vida diaria que les convierte en hombres anuncio hasta la posibilidad de fichar por un gran equipo.

Desde hace tiempo, concretamente alrededor de dos décadas, los propios protagonistas se dieron cuenta de que la mayoría de ellos no podían pensar por un lado en el balón y por otro en reinventar el dinero que ganaban. Y, motu propio algunos y bien asesorados otros, decidieron poner sus ‘asuntos financieros' en manos de expertos. De tal modo que, por mucho que pregonen que la vida de un futbolista es corta y bla bla bla, con lo ganado en 10 años fueran capaces de mantener un altísimo tren de vida el resto de su existencia.

Aquí llegó el primer paso, pero no el único, para salvaguardar sus ingresos y su imagen. Esta última, por ejemplo, comenzó a recaer en las manos de grandes agencias de representación, que igual te buscaban una salida si no estabas contento con tu situación que te cambiaban de marca de ropa por unos cientos de miles de euros mas (y vestimenta gratis para todo un año, todo sea dicho).

Y la tercera y ultima pata, al menos de manera general, la constituyen hasta la fecha los gabinetes jurídicos. Los que indican que clausulas son aceptables y cuales no, en un contrato. Los que te redactan la compra-venta de una propiedad inmobiliaria. O incluso los que te facilitan los trámites legales si abandonas tu liga de toda la vida para irte a vivir la aventura del balompié en otros países.

Hay en Estados Unidos una serie de tremendo éxito llamada 'The Entourage', cuya traducción libre podría significar ‘El séquito'. Cuenta la historia de un joven actor que llega a Hollywood como estrella incipiente y debe lidiar en su día a día con situaciones de la industria del cine para las que no esta preparado. Para eso tiene allí a sus amigos y consejeros. Y unas veces las cosas salen bien y otras rematadamente mal.

Algo de eso viven los profesionales del futbol en estos momentos. No pueden, ni deben, descentrarse por un posible fichaje, un problema familiar leve o una mejora de contrato. Se les mima para hacer aquello que se les da bien y ellos a cambio mantienen a gente a su alrededor que optimiza sus ganancias y busca generar otras de nueva índole.

Y, sin embargo, la gran mayoría concede muy poca importancia a la comunicación. No hablamos de aparecer en una rueda de prensa o dar una entrevista a un periódico. Esa la suele gestionar el propio club. Hablamos de sobresalir en un mundo donde solo en España hay 500 jugadores en Primera Division. Si les sumamos las plantillas de las grandes Ligas (Italia, Inglaterra, Alemania, Francia, Portugal), son 2.500 tíos como tú que hacen lo mismo sobre el césped. Y de alguna manera tienes que destacar en otro ámbito para que las marcas se fijen en ti, los aficionados se inclinen a comprar tus camisetas y no las del de al lado o no desaparezcas de la prensa porque emigras a otro país.

Existe en el cine americano la figura del agente de prensa, que se dedica a llamar a los periodistas para que hablen bien de su protegido o les da noticias sobre el que nadie mas tiene para que cuenten con una exclusiva y de paso le den publicidad gratuita. Son gente reputada que, entre otras cosas, te hace estar o no estar en las quinielas de los Oscar. Javier Bardem puede explicar perfectamente de que hablamos.

Pero, quizá por desconocimiento, por el desdén con el que muchas veces tratan a la prensa o porque creen que con salir en Marca su imagen ya esta suficientemente valorada, no se acaba de entender en el colectivo del balón la importancia de la comunicación como cuarta pata del deportista de elite.
Por ello, pondremos cuatro ejemplos claros, rápidos y contundentes para que pueda juzgar por si mismo el lector si es o no, influente.

Uno: Unai Emery, con cuatro campañas brillantes en el Valencia. Es constantemente criticado. El motivo no es otro que intenta adornar sus frases para tratar de hablar bien pero no tiene el don de la oratoria. ¿Ha buscado a alguien que le ayude y le oriente? No. ¿Le han caído ‘palos' tras su derrota en Sevilla, de la que no supo dar una explicación convincente? Sí.

Dos: David Silva. Jugador de altísimo nivel que pasó de protagonizar portadas en periódicos nacionales a disminuir un 60% sus apariciones aún jugando en el Manchester City. ¿Se ha preocupado de hablar con los medios españoles para ofrecerse en entrevistas? No. ¿Le ha influido en su imagen en España? Es obvio que sí. De lo contrario (y con muy mal asesoramiento) no habría criticado a Vicente del Bosque en público.

Tres: Víctor Claver. Internacional y jugador franquicia del Valencia Basket, pero con escaso carisma ante los micrófonos. ¿Ha explotado su club su imagen como campeón de Europa? Poco. ¿Se ha reivindicado en los medios como el tres que necesita la selección? No. Resultado: es fácil sentarlo en el banquillo. No así a Sada o Llull.

Cuatro: Levante UD. Ha potenciado sus apariciones en Redes Sociales y ha creado un canal de Youtube donde elabora videos propios. Además, cuando habla Ballesteros sube el pan, pero lo hace siempre desde la educación y el respeto. Cae simpático y genera una sensación agradable la imagen del club? Sí.

Juzguen ustedes mismos.

 

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