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Londres Plaza

La crisis congela la nueva generación de rascacielos en Londres... menos uno

VÍCTOR JIMÉNEZ. 03/09/2011

LONDRES. Los intermediarios financieros del mercado global de la propiedad descartan la posibilidad de que este año se produzcan contratos superiores a los 30.500 metros cuadrados en Londres, "el mayor centro europeo de inversión en superficie comercial", según Hugh Best, director de London Central Portfolio. Otros analistas del sector, como Alan Carter, del fondo Evolution Securities, han expresado su preocupación de una forma más cruda: "Los constructores de grandes rascacielos en Londres juegan con un dado demasiado grande... hay que ser muy valiente, como empresario, para comprometerse con estos edificios gigantes", dice Carter. "En el actual clima financiero, las perspectivas no son buenas". 

La burbuja de los rascacielos, sin embargo, continúa inflándose en la capital británica. Especialmente, de rumores. Las gestoras financieras Schroeders y Close Brothers podrían alquilar, se comenta, vastos espacios para sus nuevas oficinas antes de 2015, pero por el momento, el único negocio firmado y sellado sólo asegura los menos de 15.000 metros cuadrados que necesita la aseguradora Aon y que le proporcionará British Land. ¿Un respiro para la sociedad de inversión inmobiliaria con mayor volumen de Europa? La verdad es que no le llega ni para ocupar un tercio de los 48 pisos de su inacabado Leadenhall Building -o el "rallador de queso", que es como los londinenses ya han bautizado al proyecto.

Miren la imagen y sabrán por qué. Aceptado en 2003, el Cheesegrater o "rallador de queso" debería levantar sus 224 metros de altura antes de 2014. Tendrá 24 ascensores y, lo que es más importante para British Land, 58.856 metros cuadrados de espacio para actividad comercial y oficinas, además de 0,2 hectáreas de espacio público en su base. En 2007, British Land, que gestiona activos valorados en 17.400 millones de euros y tiene localizado en Londres el 90% de su cartera, compró los terrenos del Cheesegrater por 286 millones de libras esterlinas.

El Pinnacle le sobrepasa por 57 metros y, posiblemente por estar situado en la elegante City financiera, los circunspectos vecinos no han sabido encontrarle un mote más divertido que su marca oficial. Los planes se presentaron en 2005 y su fecha de acabado se cumple en tan sólo dos años. Unos 16 ascensores recorrerán el edificio hasta una corona de paneles solares. La construcción de sus 60 pisos se reanudó en junio, y ha sido el fondo estatal de la seguridad social de Kuwait -bajo la cobertura del banco de inversiones Wafra Investment NBK- el que le ha salvado del colapso, por ahora. Wafra posee activos por 6.550 millones de euros y opera principalmente en los Estados Unidos como entidad asesora de intereses kuwaitíes.

Algunos otros "monstruos" más se hallan de camino, como los 55 pisos de la mayor torre residencial del país, en Croydon, al sur de Londres, o el último rascacielos para poblar definitivamente el segundo barrio bancario, Canary Wharf, que llega con 25 años de retraso y que hospedará al banco JP Morgan y a la Agencia Europea de Medicamentos. Pero ninguno ha despertado tanto odio como el Shard, el "cascote". La descripción del historiador Jonathan Jones ofrece una idea de la aprehensión que causa entre la intelligentsia progresista británica: "Una puñalada en el tejido histórico de la ciudad, que nunca se ha destacado por construir excesivamente hacia arriba, el ataque de un lunático contra Londres... un monumento descarado a la riqueza y el poder fuera de control, que brama con arrogancia que es el dinero el que gobierna en esta ciudad. Es la visión de un sector financiero que se cree situado por encima de las calles proletarias".

En efecto, el fondo FTSE100 Land Securities, su sostén de liquidez, muestra un carácter ciertamente vindicativo: adoptó como título para su proyecto lo que organizaciones como English Heritage -para la conservación del patrimonio urbanístico inglés- pretendían usar como insulto: Land Securities bautizó en 2009 el rascacielos con el nombre de Shard y promete tenerlo listo el año que viene, con sus 87 pisos y 309 metros de altura, y su observatorio abierto al público con mejores vista que las del propio London Eye.

Lástima de las sombras bajo las que arrojará a la catedral de Southwark, el imperial London Bridge o el templo de arte contemporáneo Tate Modern, pero es lo que ocurre cuando se sustituye un edificio de 24 pisos por un cíclope con la forma de un triángulo irregular y 129.000 metros cuadrados apuntando a las nubes. Con la ayuda financiera para el 80% del presupuesto, 2.300 millones de euros en total, en dinero petrolífero de los cuatro principales bancos de Qatar: Qatari Islamic Investment Bank, Qatar National Bank, Qatari Islamic Bank y Barwa.

"Si alguien busca las pistas para comprender cómo la sociedad británica se ha arruinado, sólo necesita echar un vistazo a sus rascacielos inacabados, el síntoma de una sociedad perdida", clama Jones. Y lo peor es que están así, inacabados y sin demanda sostenible en el horizonte.

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