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ANÁLISIS

Corredor Mediterráneo:
más allá del oportunismo político

JOAN ROMERO (*). 23/08/2011 "Más allá de las palabras hay escasa consistencia y poca visión de Estado. No existe voluntad de acordar una estrategia compartida y defender su imperiosa necesidad, sino de utilizar, también el corredor mediterráneo, como un ingrediente más del argumentario partidario para la próxima campaña electoral..."

VALENCIA. El modelo de planificación de infraestructuras de transporte en España no resiste un análisis riguroso, cualquiera que sea el plano a considerar: rentabilidad económica, competitividad de la economía, gestión sostenible de la movilidad, transporte de mercancías o coordinación entre los diferentes niveles de gobierno. No hay justificación económica y social posible para algunas costosas inversiones realizadas al margen de toda lógica económica, social y ambiental. La relación de inversiones en la construcción de determinados aeropuertos regionales o la adjudicación de determinados trazados del AVE, sólo se explican por el parroquialismo político o la coyuntura.

Un somero análisis de la movilidad cotidiana de regiones urbanas y metropolitanas o de los flujos de pasajeros y de mercancías, habría dado como resultado una agenda, unos trazados y una planificación de inversiones muy diferente a la llevada a cabo durante años. Un estudio sosegado de los costes económicos y el retorno social de algunas inversiones, empezando por la del AVE, hubiera sido muy aconsejable. El resultado es un panorama definido por la inconsistencia de unas decisiones que, mientras tanto, pospone durante décadas la inversión en el corredor mediterráneo, precisamente aquella que la lógica económica y social aconsejaba que debiera haberse acometido en primer lugar si se hubiera atendido a criterios objetivos.

Con más de veinte años de retraso, algunos representantes de las élites políticas y económicas valencianas parece que toman conciencia de la importancia del corredor mediterráneo. Aunque tarde, muy tarde, se trata de una actitud positiva, aunque insuficiente, dado que la decisión concierne a muchos actores políticos y económicos. Pero pronto se ha comprobado que más allá de las palabras hay escasa consistencia y poca visión de Estado. No existe voluntad de acordar una estrategia compartida y defender su imperiosa necesidad, sino de utilizar, también el corredor mediterráneo, como un ingrediente más del argumentario partidario para la próxima campaña electoral.

Ignoran muchos de ellos que esta forma de entender la acción política, incluso aunque les reportase algunos votos, es la que nos ha conducido hasta aquí. Es una vía muerta. Mientras tanto, otros actores económicos y políticos hacen su trabajo: en Bruselas, en Bonn, en Amsterdam, en París, en Madrid, en Sevilla, en Toledo, en Zaragoza y en otros muchos sitios. Y su trabajo consiste, básicamente, en consolidar sus espacios económicos regionales y metropolitanos para hacerlos más competitivos en un contexto globalizado en el que las regiones y las ciudades compiten y en Europa occidental son más las perdedoras que las ganadoras. Estos actores económicos y sociales no solamente no van a reclamar la necesidad de este trazado, sino que en algunos casos, pienso en regiones económicas holandesas y alemanas, tendrán interés en que no se consolide porque les va mucho en ello.

¿Dónde han estado durante estos veinte años muchos de los que ahora reclaman desde la Comunidad Valenciana la necesidad de un corredor mediterráneo? ¿Dónde estaban cuando se decidieron, en época del ministro Cascos, trazados e inversiones de escala europea que dejaron fuera este eje fundamental para la economía española? ¿Por qué no lo reclamaron con fuerza en tiempos del primer gobierno Zapatero ante la ministra Álvarez? (otros cuatro años perdidos). ¿Por qué se han pospuesto, más allá de la consideración del corredor como gran eje europeo, inversiones más modestas para que la conexión entre Castellón y Tarragona hubiera podido tener una conexión decente desde hace décadas mientras se despilfarraba dinero público en infraestructuras de transporte que van desde la irracionalidad al puro dislate? ¿Hace falta recordar de nuevo que una inversión inferior a 5.000 millones de euros durante estos años pasados de euforia, abundancia y despilfarro, habría supuesto que hoy la región económica más dinámica de España estaría en mejores condiciones para competir?

SOBRAN INFORMES

Si algo sobra ya acerca de la necesidad de potenciar este corredor estratégico son estudios, informes y evidencias. Si el nuestro fuera un Estado en el que la visión estratégica y la coordinación y cooperación entre niveles de gobierno fueran la regla en vez de la excepción, el corredor mediterráneo no sólo no sería una realidad, sino que en la década pasada habría sido la gran prioridad del Reino de España ante Bruselas y los socios comunitarios y además una espléndida ocasión para demostrar que el gobierno central, los gobiernos regionales y las grandes regiones urbanas del Mediterráneo español, eran capaces de anticiparse al futuro y de imaginar y dar contenido a nuevas formas de gobernanza multinivel en clave federal, es decir capaces de acordar estrategias compartidas e inclusivas desde el pacto político.

Por el contrario, frente al modelo multilateral de toma de decisiones, imprescindible en un Estado compuesto como el español, ha prevalecido la visión radial frente al modelo en red, se ha impuesto la decisión unilateral o los acuerdos bilaterales que no siempre han tenido relación con las auténticas necesidades y prioridades determinadas por la economía y la geografía, ha primado el corto plazo frente a los enfoques estratégicos, ha prevalecido la falta de coordinación y en demasiadas ocasiones la deslealtad institucional.

Con esos mimbres es muy difícil disponer de un modelo de toma de decisiones lógico, eficiente y consistente, hoy imprescindible. Una concepción adecuada a la realidad geopolítica española hubiera requerido de acuerdos alcanzados en una Conferencia Sectorial de Infraestructuras e incluso en una Conferencia de Presidentes. Así se hace en otros Estados de tradición federal, pero parece que nosotros aún estamos lejos de incorporar esta lógica en la toma de decisiones.

¿OTRA OCASIÓN  PERDIDA?

Ahora, en mitad de una profunda recesión, en un contexto geoestratégico que nada tiene que ver con el de hace veinte años, con evidencias de que las economías desarrolladas tienen notables dificultades para competir y crear empleo suficiente, la Unión Europea decidirá en los próximos meses un nuevo conjunto de grandes ejes de comunicación. El Reino de España no defendió su necesidad en la anterior ocasión y ahora, aunque la voluntad del equipo ministerial de infraestructuras sí lo hace, no es seguro que pueda incorporarse en su totalidad como sería deseable. No es descartable que, de nuevo, sea una ocasión perdida por falta de acuerdo entre los actores políticos y sociales concernidos.

¿Por qué en 2011 el corredor mediterráneo dispone de unas conexiones tan precarias mientras se ha malgasto dinero público en trazados tan inverosímiles como indefendibles o en ruinosas inversiones en aeropuertos? ¿Cuáles pueden ser las razones de esta gran anomalía histórica? ¿Por qué un Estado es incapaz de priorizar aquellas inversiones que todo el mundo sabe que son esenciales para su economía, el interés general y el futuro colectivo? ¿Por qué el corredor mediterráneo Girona-Algeciras puede quedar fuera de los grandes ejes o quedar reducido, en el mejor de los casos, a un trazado parcial, incompleto e insuficiente para la actividad económica y el trasporte de mercancías?

Hace tiempo que sostengo que la responsabilidad es compartida. A mi juicio, son varias las razones que pueden ayudar a entenderlo. En primer lugar, la anacrónica visión radial firmemente asentada en los ámbitos de decisión política y técnica de la Administración general del Estado, independientemente de la distinta composición de los gobiernos. En segundo lugar, la escasa voluntad o capacidad política demostrada durante años por las élites políticas y económicas de la Comunidad Valenciana. Incluso he llegado a pensar en alguna ocasión que el anticatalanismo, tantas veces esgrimido desde la política como recurso electoral, ha sido un obstáculo no menor para haber alcanzado acuerdos imprescindibles entre Cataluña y Valencia y para haber impulsado de forma decidida tanto este trazado como otras formas de cooperación en las que ambas comunidades ganaban.

En tercer lugar, la falta de interés del gobierno andaluz que nunca tuvo entre sus prioridades la conexión de Algeciras por Almería porque siempre impulsó, también ahora y más aún a la espera de la apertura del nuevo Canal de Panamá, la conexión de Algeciras como gran puerto atlántico por el corredor central. El resultado de todo ello es que se potenció el corredor central, Cataluña resolvió su conexión interna y con el centro a través del corredor del Ebro, quedando un inmenso vacío en los mapas, una inexplicable ruptura, que afecta a la conexión desde Barcelona con la Comunidad Valenciana, Murcia y Almería hasta Algeciras.

Salvo la voluntad de cooperación entre Cataluña y la Comunidad Valencia que parece haber cambiado en los últimos tiempos de la mano de responsables empresariales y de algunos responsables políticos, todos los demás obstáculos y resistencias profundas permanecen. De ahí que sea más necesaria que nuca tanto la cohesión interna a escala valenciana y la defensa cerrada de la necesidad de este corredor, insisto, fundamental para la economía española, como la búsqueda de acuerdos estratégicos con Cataluña y Murcia. Tengo dudas de que Andalucía se incorpore finalmente, más allá de la conexión de Almería.

Pero al menos una parte sustancial del corredor podría contar con un programa de inversiones realista, y quiero pensar que moderno, que impulse el transporte de mercancías por ferrocarril sin tramos de vía única, que conecte ferrocarril, puertos y aeropuertos y que acometa la construcción de circunvalaciones de las grandes ciudades.

El Reino de España debe ser capaz de presentar y defender esta propuesta. Es una oportunidad fundamental. Y sería bueno que sólo tuviera que defenderlo frente a otros posibles competidores comunitarios.
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Joan Romero es catedrático de Geografía de la Universidad de València

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