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VALENCIA. El gabinete de comunicación de la Casa Blanca tiene una fecha señalada en el calendario bautizada como 'el día de la basura'. Se trata de los viernes, la puerta del fin de semana, el día en que todo el mundo tiene ganas de acabar rápido de trabajar para empezar a disfrutar de lo que sea que hacen cuando no trabajan. También los periodistas que trabajan habitualmente en el ala oeste, y en especial los seniors, suelen tomarse ese día casi de trámite: el sábado hay poco papel en los periódicos y, para colmo, se leen menos.

En el episodio Take out the Trash Day de la premiada serie de televisión 'El ala oeste de la Casa Blanca' (The West Wing), se describe al detalle esa jornada (aquí tienen, en inglés la sinopsis del episodio; no se pierdan el diálogo entre Josh y Donna). La jefa de prensa recuerda a todos los departamentos que, si tienen algo que hacer público a lo que prefieren que no se le preste mucha atención, ése es el día para contarlo en la rutinaria rueda informativa que, al contrario de lo habitual, se celebra en una desangelada sala de prensa. Es el día de sacar la basura de forma discreta.

En la Generalitat Valenciana, al menos en la Conelleria de Economía y Hacienda -ahora separadas-, el día de la basura es el último laborable antes del 15 de agosto, posiblemente la fecha en que más españoles están de vacaciones. Prácticamente se ha convertido en una costumbre que el Diario Oficial de la Comunitat Valenciana (DOCV) publique en la edición de esa jornada un sinfín de modificaciones presupuestarias que, contrariamente a lo que podría pensarse, no se aprobaron el día antes. Ni la semana anterior. Ni tan solo el mes previo.

Este viernes, el último día en el que se publica el DOCV antes del 15 de agosto y con tres largos y estivales días festivos por delante, la Generalitat repitió el ritual que se inició, al menos que se descubriera, hace más de un lustro. El últimamente desamparado boletín engrosó (de forma virtual, ya no se edita en papel) repentinamente. Y ahí estaban: una treintena de modificaciones al presupuesto de 2011 de casi todas las consellerías. Se trata de trasvases de dinero de unas partidas en las que estaba consignado inicialmente a otras que no contaban con dotación presupuestaria. Normalmente, como es el caso, se coge dinero de transferencias (inversiones) y se destina a gasto corriente.

Estas operaciones no tendrían mayor importancia si se tratara de ajustes difíciles de calibrar a la hora de elaborar el presupuesto con medio año de antelación. Lo que ocurre es que muchas veces no se trata pequeños retoques. En ésta ocasión se han movido 686,47 millones, con partidas enteras de más de 35 millones cambiando de manos, aunque la más significativa es la generación de crédito por 351,47 millones de euros para, en pocas palabras devolver al Estado entregas del Fondo de Suficiencia Global adelantas en su día y que debieron ser menores).

Pero además, estas operaciones también desvelan las prioridades que maneja el Consell en cada momento, ya que para poder destinar dinero a un gasto no previsto hay que suprimir otro.

Al margen de la improvisación que puede traslucir realizar excesivas modificaciones presupuestarias durante el año (la Generalitat ya ha publicado otros tres paquetes de modificaciones: 307 millones en enero y 1.055 millones y 239 millones, los 7 y 8 de marzo), al Consell, que aprueba la mayoría de estas operaciones, tampoco parece gustarle demasiado que se sepa de dónde retira fondos y a qué los dedica. Así se explica que, en lugar de dar cuenta en el DOCV del día más próximo al pleno en el que se adoptan estas decisiones (al fin y al cabo se publica todos los días excepto sábado y domingo, y, al ser digital, no tiene problemas de espacio), muchas se guarden en un cajón a la espera del 'día de la basura'.

Ese día se publican todas juntas aunque se aprobaran entre enero y junio (la mayoría son de antes de las Elecciones autonómicas y, por tanto, responsabilidad del anterior Consell e incluso del que estuvo en funciones). Entonces el Ejecutivo se encomienda a que, entre las vacaciones de políticos de la oposición y de los periodistas, el calor y la pereza que da leerse el, por otra parte, nada apasionante DOCV, se 'distraigan' sus cosas. Y con tres días de puente y la quincena más veraniega por delante, ¿quién se va a acordar a la vuelta de revisar estas cosas?

El problema de tener un 'día de la basura' es que, al final, se le acaba pillando el truco. Que el 14 de agosto (o el 12 en este caso) no hay que perderse el DOCV es norma no escrita. Y así, ayer, los periodistas preguntaron al Consell por esas modificaciones, la oposición las criticó y algún que otro afectado por los cambios en el uso del dinero pudo llegar hasta a enterare de que su problema es o no una prioridad para la Generalitat.

Pero si, pese a que es conocido, el día de la basura sigue existiendo es porque funciona. Primero porque la máxima de que los próximos días la gente está más interesada en encontrar espacio para su sombrilla que de lo que hacen los políticos es real. Y segundo porque la aglomeración siempre será un aliado para la opacidad. Valga como ejemplo que los dos partidos de la oposición que estaban al tanto, Compromís y PSPV-PSOE, y que criticaron esta falta de transparencia, no coincidieron en el montante total que se ha movido en estas resoluciones. Entre 350 millones y 500 millones de euros fijaron ellos la horquilla. Y el Consell, que no tuvo reparos en decir que agrupa todas estas operaciones y las publica juntas para que sea más inteligible para los ciudadanos, ¿creen que resolvió la duda?

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