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ANÁLISIS

Sin la 'Triple A'

07/08/2011 ANA B. NIETO
NUEVA YORK. Una de las preocupaciones de los fundadores de EE UU fue obtener fondos para la Revolución contra el Imperio Británico. Figuras como Benjamín Franklin, John Adams y Thomas Jefferson fueron despachadas a Francia y Holanda para tomar prestado un dinero con el que plantar cara al monarca inglés. Alexander Hamilton, el primer secretario del Tesoro con George Washington y encargado de devolver la deuda de la guerra, lo tenía claro.

Los americanos no podían ni siquiera luchar sin tener crédito y para conseguir préstamos era capital tener un buen informe de los prestadores por lo que debía devolver cuanto antes la financiación para la guerra. Bajo su batuta, las colonias que encendieron la mecha de la revolución protestando una subida de los impuestos al té por una Metrópoli que no les hacía hueco político, tuvieron que establecer rápidamente un sistema impositivo para devolver lo que tomaron prestado. Para Hamilton era imprescindible que la reputación como acreedor de EE UU fuera impoluta.

Es posible que Hamilton lleve semanas revolviéndose en su tumba.

El viernes por la noche, tras una de las peores semanas para los inversores en todo el mundo, la agencia de calificación crediticia Standard & Poor´s recortó por primera vez en setenta años la calificación sin tacha de EE UU. Aunque Moody´s yFitch, las otras dos grandes agencias han dicho que van a mantener la Triple A que históricamente ha mantenido la primera economía del mundo, S&P explicó que el pacto para elevar el techo de la deuda del país a cambio de reducirla a medio y largo plazo, les parece poco ambicioso. Y lo que es peor, para los analistas de esta agencia, la dinámica política que se ha visto en estas negociaciones, les lleva a pensar que ni el Ejecutivo ni el Congreso vayan a ser capaces de acabar la tarea que se han impuesto con el acuerdo. Como dijo Barack Obama en los agónicos y bochornosos días previos al pacto, EE UU no tiene un sistema político Triple A. Es algo que ya habían notado los comentaristas políticos del país que llevan años refiriéndose al Gobierno del país, en manos de Legislativo y Ejecutivo, como disfuncional.

La nota de S&P con la que la agencia ya amenazaba a Washington desde abril es un hecho histórico y con consecuencias políticas de gran calado. Desde un punto de vista financiero y económico quizá no lo sea tanto, sobre todo a corto plazo, aunque es importante no ser muy rotundos en este punto dada la ansiedad, miedos y paradojas que dominan los mercados.

Desde el punto de vista político, es un revés para todos los actores de Washington. La nota de S&P señala veladamente a los republicanos, cuya minoría del Tea Party tiene un desproporcionado peso político, como un problema porque "continúan resistiendo cualquier medida que incremente los ingresos [subir impuestos), una posición que creemos que sale reforzada con el pacto".

La agencia, como el 63% de los americanos consultados en la última encuesta de The New York Times/CBS News, cree que además de recortes de costes también hay que subir impuestos, pero eso es algo con lo que no se transige en el Partido conservador y menos con los miembros del Tea Party, unos congresistas a los que no les importa perder su escaño porque su misión en este momento que lo tienen es evitar más impuestos y la acción del Gobierno en la economía. 
 
Como ha quedado más que claro, el Tea Party no ha ido a Washington a negociar o hacer alta política sino a radicalizar a los conservadores de forma numantina. Es decir, incluso si EE UU tiene que suspender pagos. Comentaristas de izquierda, pero también conservadores moderados (una especie en extinción) han criticado esta situación y han hablado de secuestro y demanda de rescate del país por parte de esta minoría.

Con todo, precisamente han sido los republicanos los que más han arrimado el ascua a su sardina y han hecho ver para su beneficio la lectura más simplista, la rebaja de la calificación crediticia es responsabilidad del presidente Barack Obama . Y en la línea que ocupe en los libros de historia este momento, así se reflejará porque lo cierto es que el presidente es el último responsable.

Michele Bachman una de las candidatas favoritas del Tea Partya la presidencia y uno de los votos negativos al pacto para la deuda no ha dejado de criticar desde el viernes al presidente por esta circunstancia. Son cosas de la política disfuncional, muchomás apropiada para el entretenimiento televisivo que para encauzar a un país en crisis. 
 
Obama tendrá que jugar sus cartas mucho mejor en las elecciones si quiere vivir en la Casa Blanca cuatro años más a partir de 2012. Tendrá que convencer de que puede ser un negociador duro (y no solo consigo mismo o su partido, como hasta ahora, sino también con la oposición) y puede ejercer el liderazgo político, dos cosas en los que hasta ahora ha fallado en sonadas ocasiones. De momento, y hasta el domingo, los demócratas y los intelectuales más cercanos al partido demócrata han arremetido primero contra S&P y no contra los conservadores.

En el terreno económico y financiero, sin embargo, no se esperan grandes cambios aunque no hay analista que se comprometa a ello antes de la apertura de los mercados en Asia el lunes. Pero los argumentos son convincentes.

La triple A y la AA+, que tiene ahora EE UU son muy similares para los inversores y además solo una agencia ha rebajado el rating. Aunque S&P aún tiene que decir el lunes cuáles son las consecuencias de su rebaja para la deuda de corporaciones locales, y el sistema financiero, peor hubiera sido que lo recortaran las tres.

El país, de hecho, mantiene su alto grado crediticio y una AA+ es considerada en los mercados comouna nota "muy fuerte" frente a la "extremadamente fuerte" que supone la triple A. Apenas diferencia.Por otro lado, el bono a 10 años de EE UU está por debajo del 3%, niveles extraordinaria e históricamente bajos que indican que hay muy muymuy pocos nervios en el mundo sobre la solvencia del país. De hecho, las peticiones del Gobierno Chino de que EE UU ponga su casa en orden forman más parte del teatro político y no una posible amenaza de un país al que no le conviene que se devalúen sus inmensas inversiones en deuda americana.

¿Tendrá que pagar Washington mucho más por su deuda? Poco probable. Ni Japón ni Canadá tuvieron que hacerlo en su momento cuando les rebajaron el crédito y además EE UU tiene la ventaja de que esta rebaja de su calificación llega precisamente ahora, cuando todos los inversores del mundo están cautelosos en los parqués y guardando su dinero por lo nerviosos y atemorizados que están al ver la situación en Europa y el peso de una crisis en las economías avanzadas contra la que quedan pocos cartuchos.

La situación dista de ser tan grave como la vivida en los momentos pre-caida-de- Lehman Brothers y, desde luego, la posterior. Algunos analistas creen que se podría estar entrando en la que John M.Keynes describió como "trampa de liquidez" -cuando los intereses son tan bajos que a los inversores les da igual mantener el cash que invertirlo en una economía débil o en sus empresas-. El dinero, desde luego se está quedando en la barrera esperando que pase lo peor (y empeorando la situación) o se está invirtiendo en lo más seguro del mundo, el bono americano con su raquítico rendimiento.

Que haya escasas consecuencias tiene, no obstante amargas y peligrosas consecuencias. Si la decisión de S&P se convierte solo en un problema político y no hay ramificaciones financieras, además de hacer aún más insufrible la campaña electoral y las cadenas de informativos de 24 horas, es posible que en lo económico se caiga en la complacencia. Si es así se irán poniendo parches defectuosos en el problema de la deuda además de desatender como se está desatendiendo la cuestión fundamental de EE UU, la persistentemente elevada tasa de paro. Entonces, no sería de extrañar que el país se adentrara en el camino que Hamilton quiso evitar recorriera.

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