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Valencia y Alicante, dos de las provincias con mayor aumento de superficie industrial

01/08/2011 La superficie de usos artificiales ha crecido en España un 41% entre 1987 y 2006, según un estudio del investigador de la Universidad de Valencia y del IVIE Ernest Reig

VALENCIA (EP). La superficie destinada a usos artificiales ha crecido entre 1987 y 2006 un 41 por ciento, algo más que el equivalente a la superficie de la provincia de Álava, lo que sitúa a España, junto con Irlanda y Portugal, a la cabeza de países europeos que han experimentado un mayor incremento de este tipo de superficie, por lo que, según un estudio del investigador de la Universidad de Valencia y del IVIE Ernest Reig, la economía española es "poco sostenible". Alicante y Valencia son la segunda y tercera provincias con un mayor aumento de superficie artificial, tan sólo superadas por Madrid.

El estudio, que ha sido publicado en Cuadernos Funcas (Fundación de las Cajas de Ahorro), explica que entre los usos artificiales figuran la ampliación del tejido urbano, los nuevos polígonos industriales y grandes centros comerciales, infraestructuras de transporte y energéticas, escombreras y zonas de extracción minera.

Así, mientras en España la superficie artificial creció en 303.059 hectáreas (41 por ciento), el crecimiento medio para el conjunto de los países de Europa se situó en el mismo periodo en torno al 8,5 por ciento. Por ámbito geográfico, los mayores aumentos en términos absolutos de superficies artificiales se registraron en las provincias de Madrid, con 45.576 hectáreas, Alicante (22.047), Valencia (16.527), Murcia (16.156), Toledo (13.154) y Barcelona (11.900).

Además, pese a que el investigador estima que el peso de las superficies artificiales total es "todavía notoriamente menor" en España que en la mayoría de los países europeos, la presión sobre determinados espacios naturales "ya es elevada" y supone un aumento del riesgo de incendios, al desaparecer los espacios agrícolas que anteriormente separaban los núcleos urbanos de las zonas boscosas; el incremento de la pérdida de calidad de las aguas costeras; mayores problemas de erosión en la costa y agudización de la escasez de agua.

Por otro lado, el informe apunta que el nivel de emisiones por habitante español era "sustancialmente inferior" al de Alemania y Reino Unido y "algo menor" que el de Francia e Italia en 1990. Entonces, España, con 7,4 toneladas de emisiones por habitante, se situaba "netamente por debajo de la media de emisiones" (12,2 toneladas).

Sin embargo, en 2007 la diferencia se había reducido "notablemente", ya que la emisión media española por habitante pasó a 9,9 millones de toneladas, frente a una media de los cuatro mayores países de la UE de 10,1 toneladas.

Asimismo, el documento califica de "preocupante" el nivel de consumo energético por habitante, que también sitúa a España en las posiciones más elevadas de la tabla, después de Irlanda, ya que es el país europeo donde se aumentó entre 1990 y 2007.

HUELLA ECOLÓGICA CRECIENTE

En cuanto a la huella ecológica por habitante, entre 1961 y 2006 ha evolucionado "con bastante rapidez", según el estudio, ya que desde mediados de los noventa, está por encima de la media de la UE, al superar tanto la media de la UE-15, como la de las otras cuatro mayores economías del área comunitaria.

Igualmente, el experto ha detectado una tendencia "más pronunciada" al descenso de la biocapacidad, por lo que el resultado es que en la actualidad se ha invertido la situación inicial y España presenta un déficit ecológico más acusado que la media de los países europeos, ya que equivale a 4,3 hectáreas per cápita en 2006, frente a las 3,04 hectáreas para la UE-15 y 3,07 hectáreas per cápita para las otras cuatro grandes economías comunitarias.

Por este motivo, el informe concluye que las perspectivas sociales españolas son "poco sostenibles" por lo que resulta "necesario" garantizar el equilibrio a largo plazo de las finanzas públicas; recuperar para la actividad laboral a una parte importante de su población activa; lograr reducir la presencia de bolsas de pobreza; frenar el crecimiento acelerado del consumo de recursos naturales y de las emisiones de CO2, escenario confirmado por el rápido aumento de la huella ecológica y por la intensidad con que ha tenido lugar la transformación de los usos del suelo en favor de superficies artificiales.

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