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¿Tiene solución la crisis de las deudas soberanas en la eurozona... o acabará con el euro?

21/07/2011 "El principal obstáculo tiene hoy nombres y apellidos: Ángela Merkel", Agnés Noguera (Libertas 7). "Con estrategia común, liderazgo y agencias alternativas ya habría pasado lo peor de la crisis", A. García Reche (UV). "Puede que los inversores prefieran financiar a otras economías que tienen sus deberes mejor hechos", José E. Boscá (Universidad de Valencia). "¿Qué culpa tienen las agencias cuando en la época en la que nos etiquetaban como AAA las alabábamos por su "objetividad, profundidad y profesionalidad"?", Juan López Trigo (Boyden)

VALENCIA. En los últimas días se ha producido un nuevo y grave episodio de la crisis que sacude la deuda soberana de algunos países en la eurozona durante la cual la prima de riesgo para Italia y España, tercera y cuarta economía de la misma, han alcanzado máximos históricos. Por otro lado, Moody's ha rebajado la calificación de la deuda de Irlanda a bonos basura. Con ello ya son tres las economías del área euro con esta calificación, lo cual de facto las imposibilita acudir al mercado internacional de capitales para financiarse en condiciones de normalidad.

Ante ello, surgen un buen número de interrogantes parte de los cuales sirven de inicio del Foro de Valenciaplaza de esta semana abierto, como siempre, al cruce de opiniones o matices entre sus participantes. Por ejemplo, ¿dónde hay que buscar el origen de este nuevo episodio? ¿en la incapacidad política de la UE o en la "falta de sentido de la oportunidad" de las agencias de rating del que ha hablado Salgado? ¿La crisis puede acabar con el euro como moneda relevante en la economía mundial? ¿La cesión de parcelas de soberanía nacional en el terreno económico a las autoridades de la UE permitiría abordar de forma más eficaz el problema? En definitiva ¿tiene solución la crisis de las deudas soberanas en la eurozona?

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AGNÉS NOGUERA
, consejera delegada de Libertas 7

La última crisis que sacude la deuda soberana es un episodio más de la misma enfermedad que padece Europa. Hemos dado pasos de gigante, como en su día crear la moneda única, pero nos hemos quedado estancados, o lo que es peor, estamos retrocediendo.

Los especuladores contra el euro van a seguir atacando países -ahora Italia y España, el siguiente ¿Bélgica? ¿Francia?- mientras que los dirigentes europeos no tomen de una vez por todas la decisión de crear los eurobonos, como primera medida paliativa y de avanzar en la unión fiscal, como medida curativa.

El principal obstáculo tiene hoy nombres y apellidos: Ángela Merkel. No solo no da el paso adelante sino, lo que es peor, ha incitado a la opinión pública alemana a no aceptar las vías de solución enunciadas. Su poca habilidad pedagógica, su cortedad de miras tanto económicas como políticas (porque encima está perdiendo todas las elecciones a las que se presenta su partido) nos están haciendo retroceder y debilitando cada vez más al euro y a las posibilidades de Europa de ser un bloque que pueda competir con Estados Unidos y China.

Para colmo, algunas voces claman por la salida de Alemania del euro ¡lo que nos faltaba! La solución es más Europa, y el que no lo quiere ver es porque los árboles no le dejan ver el bosque.

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ANDRÉS GARCÍA RECHE
, exconseller de Industria y profesor de Economia Aplicada de la Universidad de Valencia

¡Es la política, estúpido!  La crisis de la deuda en la Europa del Euro tiene su origen, técnicamente, en el irresponsable comportamiento de las entidades financieras en los años previos al estallido de la burbuja financiero-inmobiliario a comienzos del 2008. Un comportamiento que, sin embargo, tuvo importantes compañeros de viaje, comenzando por unos gobiernos abducidos por las supuestas bondades de la desregulación, siguiendo por unos bancos centrales que lubricaron el proceso con una política monetaria expansiva, y continuando por unas las agencias de rating a las que se les otorgó, y aún se les sigue otorgando, un poder desmesurado en el devenir de los acontecimientos financieros.

Pero, sea cual sea el origen de la crisis, lo que es indudable es que su amplitud y profundidad se debe, fundamentalmente, a la manifiesta incapacidad de los dirigentes políticos occidentales para tomar, desde el principio, las riendas del proceso. Si las medidas consensuadas en el G-20 se hubieran adoptado con la celeridad que requerían los acontecimientos. Si Europa hubiera tenido una estrategia común y un liderazgo equivalente al periodo Khol-González-Miterrand, y si se hubiera avanzado en la creación de agencias de calificación alternativas a las existentes, lo peor de la crisis hace tiempo que habría pasado.

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JOSÉ EMILIO BOSCÁ, profesor del Departamento de Análisis Económico de la Universidad de Valencia y director del Instituto de Economía Internacional (UV)

Como es bien sabido, si un gobierno (igual que una empresa o un particular) pretende gastar más de lo que tiene, necesita pedir prestado. Cuando recibe financiación y, con el tiempo, va habiendo vencimientos de esos créditos, si sigue gastando por encima de lo que ingresa tiene que volver a acudir a pedir nuevos préstamos. Ahora preguntémonos si existen razones para justificar que un país como España tenga problemas para refinanciar su deuda y, por lo tanto, sea sometido a tener que pagar una prima para poder colocar sus nuevas emisiones de títulos.

Existen dos respuestas a la anterior pregunta. La primera es la que yo llamaría la respuesta fácil de entender por el ciudadano medio. Esta respuesta consiste en decir que la culpa es de los mercados, de los especuladores, de las agencias de rating o de algún gobierno poderoso, pongamos, por ejemplo, el alemán.

La segunda respuesta es más difícil de digerir, ya que es la de la autocrítica. Estamos en un país en el que en los últimos años ha habido una pérdida importantísima de competitividad (por ejemplo, nuestros costes laborales han crecido persistentemente por encima de nuestra productividad). El mercado de trabajo ha sido capaz de generar unos 12 puntos más de desempleo que el que había hace aproximadamente tres años. Una parte importante de nuestro sistema financiero está en proceso de lenta reestructuración por haber metido demasiados huevos en la cesta del sector inmobiliario. De hecho, sigue habiendo dudas de cómo culminará dicho proceso. Por último, parece que todas las administraciones públicas no han interiorizado todavía que han de reducir gastos, dado que los ingresos de antaño parece que nunca volverán.

¿Es anormal que con ese panorama los inversores mundiales duden sobre nuestra capacidad futura de afrontar nuestros compromisos de deuda? A nuestro favor tenemos que nuestra deuda no es excesivamente alta y que ya se han emprendido bastantes reformas. Posiblemente todas ellas van en la dirección correcta, pero posiblemente también todas ellas se quedan cortas y falten algunas por acometer. Puede que en un mundo como el actual, en el que hay menos crédito, los inversores prefieran financiar a otras economías que tienen sus deberes mejor hechos. Desde luego, la conciencia social en nuestro país parece ir más por buscar culpables de fuera que por mirarnos a nosotros mismos, lo que no creo que sea muy positivo para resolver los problemas.

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JUAN LÓPEZ TRIGO, socio de Boyden Executive Search

¿Qué culpa tienen las agencias de rating cuando en la época en la que nos etiquetaban como AAA no decíamos nada incluso las alabábamos por su "objetividad, profundidad y profesionalidad"? Creo que sí hace falta una agencia europea, pero no para que diga lo que queremos oír. Otro ejemplo es achacar parte del problema a la incapacidad política de la Unión Europea para manejar esta situación, en lugar de mirar introspectivamente a las causas que han llevado a esta situación dramática a determinados países, entre ellos, desgraciadamente, el nuestro. No hay excusas a la estrategia del "avestruz". De ningún tipo.

Naturalmente que la UE puede y debe hacer más pero, en mi opinión, debe ser sobre la base de la cesión de parcelas de soberanía para dictar políticas y disciplinas fiscales comunes. Esto resulta desalentador dicho desde dentro de España donde el proceso interno que se está produciendo es justo el inverso.

Alemania y otros países del norte (que en el pasado, no lo olvidemos, incumplieron el Pacto de Estabilidad) empujaron políticas económicas y fiscales dentro de sus países pactando entre los grandes partidos (aquí, de manera incomprensible, nadie habla de pactos). Después de un coste político muy importante, por ejemplo Schroeder perdió las elecciones, se han ajustado debidamente.

Los ciudadanos de esos países quieren que el resto haga lo mismo antes de desarrollar nuevas ayudas; me es difícil tachar esta conducta de insolidaria. El Estado del Bienestar es un logro muy importante pero no es gratis; necesita de reformas para mantener su viabilidad. Esto, o se ve, o el tinglado se desmorona. Por ello la labor de los políticos es decir la verdad y enfrentarnos a la realidad. Tengo la impresión de que en España nadie lo hace.

Hace un par de años estábamos cenando con un afamado economista español afincado internacionalmente al cual le pregunté acerca de la posibilidad de que España y otros países en riesgo fueran expulsados del euro. Él apuntó otro escenario muy distinto: que fueran Alemania otros países fuertes los que se salieran del euro, lo cual representaría una apreciación enorme del 'nuevo marco' pero seguirán vendiendo porque tienen producto, tecnología, productividad e innovación. Obviamente ése es el camino a seguir aunque no sé cómo hay que hacerlo.

Un apunte de optimismo: a lo mejor esta crisis enfrenta a nuestros conciudadanos a una realidad tozuda que nos haga aceptar duras reformas, limpiezas y asunción de responsabilidades por todos que haga que España, que tiene posibilidades, despegue y crezca de nuevo bajo otras premisas.

----------------------------------OPINIONES ANTERIORES---------------------------------------


JAVIER ANDRÉS,
catedrático de Análisis Económico de la Universidad de Valencia e  investigador del Instituto de Economía Internacional (UV)


El problema de la deuda soberana en Europa tiene entidad suficiente como para acabar con el Euro, pero creo que su supervivencia es más una cuestión política y parece que los líderes europeos están decididos a mantener la Unión Económica y Monetaria a toda costa. Esto es viable si se dan algunas condiciones. Tarde o temprano se aceptará una quita de la deuda griega o una reducción muy significativa de los intereses que tienen que afrontar. Para que ésta acabe siendo la solución -al menos provisional hasta que empiecen a funcionar los mecanismos previstos en el Pacto por el Euro- es preciso resolver a muy corto plazo tres problemas.

Por una parte, que las autoridades griegas estén decididas a aplicar de forma estricta sus compromisos adquiridos para el rescate (cuando el país demuestre capacidad para recortar sustancialmente su déficit será el momento de aceptar la reestructuración, no antes). Además, hay que resolver la participación -o no- del sector privado en la reestructuración y, por último, convencer a los mercados de que esta opción es sólo aplicable a Grecia y no a otros países rescatados ni a países grandes de la Eurozona. Es decir, aplicar un cortafuego a Grecia como excepción. De otra forma los países del Norte no van a aceptar una serie de reestructuraciones presentes y futuras como coste a pagar por el mantenimiento del Euro. Para ello es crucial que Italia, España, y en menor medida Bélgica, den señales inequívocas de ser capaces de crecer de forma sostenida. 

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JOAQUÍN MAUDOS,
catedrático de Análisis Económico de la Universidad de Valencia e investigador del Ivie

La crisis de la deuda que estamos viviendo en el área del euro tiene su origen en la asimetría que existe entre la integración monetaria que en mayor o menor grado se ha logrado y la escasa convergencia en materia fiscal. Si a esta asimetría le unimos el exagerado nivel de endeudamiento de algunas economías que se han beneficiado de la abundante liquidez existente en años anteriores y en la infravaloración del riesgo, tenemos un cóctel explosivo que puede estallar en el caso de Grecia.

La falta de disciplina fiscal que ha imperado en Europa tiene su origen en el sistemático incumplimiento del pacto de estabilidad donde no se han aplicado las sanciones previstas.

El problema de gobernanza en el área del euro se ha agudizado tras los tres rescates que llevamos en curso y cuyo más reciente exponente está en la actual falta de acuerdo para resolver la crisis de Grecia. Por un lado, la tesis que defienden algunos consiste en invocar a la solidaridad en forma de transferencia de renta de los países ricos a los pobres (la última propuesta en forma de compra de bonos griegos en el mercado secundario por parte del Fondo Europeo de Estabilidad Financiera o mediante un préstamo al Tesoro griego para que compre su propia deuda).

Por otro lado, otros países (con Alemania a la cabeza) están hartos de transferir su renta a los países que se han endeudado en exceso por lo que exigen que el sector privado asuma parte de ese coste participando en la reestructuración de la deuda.

El BCE no quiere oír hablar de reestructuración dado el peligro que una quita tendría en la prima de riesgo de otros países, y dadas las pérdidas que tendría que asumir como consecuencia del elevado volumen de deuda griega que hay en su balance.

La duda que se plantea es si con sacrificios adicionales Grecia será capaz de volver a una senda de crecimiento que le permita reducir su nivel de endeudamiento. Difícil será pero vale la pena intentarlo fijando tipos más bajos en los préstamos a Grecia y ampliando el periodo de vencimiento de su deuda.

Una quita en estos momentos tendría efectos devastadores para otros países cuya prima de riesgo podría alcanzar de forma sostenida niveles peligrosos, además de las pérdidas que sufrirían los bancos europeos tenedores de la deuda griega. Pero con un ratio deuda pública/PIB del 160%, y salvo que se cumpla el escenario muy optimista previsto por el BCE, difícil será que no tengamos más remedio que hablar en un futuro próximo de una quita, aunque ahora no es el momento.

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JORDI PALAFOX REPLICA A ANTONIO CUBELL

El interesante planteamiento del comentario de Antonio Cubel plantea la dificultad de su puesta en práctica. Es una versión muy bien expuesta del viejo esquema del huevo y la gallina que puede convertirse con facilidad en la fábula de los galgos y los podencos de Iriarte, que ya sabemos lo mal que acabó para los conejos. Porque si con la estructura institucional actual de la UE actual se ayuda a Grecia para evitar su cada vez más probable suspensión de pagos ¿qué seguridad hay de que los gobiernos del país heleno se vayan a comportar de otra forma en el futuro? La capacidad de sanción de la UE es mínima.

¡Bonos Europeos clama el Sur! ¿A cambio de qué compromisos? preguntan los que tienen que poner la credibilidad... Y a partir de ahí se entra en el cul de sac vigente. Porque de ceder soberanía en control y supervisión, nada de nada. Ya se ha visto con el mantra de "la manía que nos tiene la EBA" por no aceptar las provisiones dinámicas. Pero la prima de riesgo de España en máximos históricos, por simple contagio (claro que aquí no pasa nada).

Una nota colateral: la también mencionada por Cubel incapacidad de la Unión Europea me parece que es percibida en cada país de forma diferente. No es seguro de que para los españoles signifique lo mismo que para los holandeses, por ejemplo. Porque esa incapacidad es la resultante de que los políticos reciban su representatividad -y los votos que es los que les importa-, de sociedades nacionales mientras el problema a resolver es supranacional. Pero en ese marco no hay votos relevantes. Nada nuevo bajo el sol desde 'Las dos Europas', de Francis Delaisi. Y eso que fue publicado en 1930

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JOAN SIFRE, Escola Sindical Ramón Paredes y exsecretario general de CC OO P
V

Es un riesgo evidente para el euro. Hay muchos intereses en juego y, si bien no lo quieren hundir, sí quieren moverse en los límites e imponer determinadas reformas que sólo agravando la situación parecen más inevitables y justificadas. Las agencias de rating, norteamericanas, da la impresión que hacen calificaciones sesgadas de las deudas europeas, cuando la situación en EE UU es también muy preocupante y allí las bajadas de calificación son mínimas. Veremos qué pasa a primeros de agosto. Mientras tanto, Grecia por ejemplo, que no ha llegado a impagar ninguno de sus vencimientos de deuda, ha recibido la calificación "triple D" por debajo de los bonos basura.

Las corporaciones financieras siguen resistiéndose a ajustar sus balances a valores algo más reales y negándose a aceptar una "quita y espera" multilateral y coordinada. Mientras, siguen restringiendo el crédito ordinario y precisamente han sobre-invertido en deuda soberana -renta fija- con la financiación percibida de los gobiernos, puesta a disposición para evitar la contracción del crédito "ordinario" y sus consecuencias depresivas sobre la actividad productiva.

En la UE, la cesión de parcelas de soberanía ya ha sido notoria en diversos campos, eso sí, aislados y carentes de coherencia (política monetaria sí, fiscal no, por ejemplo). Los acontecimientos desde mayo de 2010 muestran cesión de soberanía en políticas sociales, de sector público, ordenación de mercados internos, etc... Por eso no se trata de ceder más o menos, sino de reconstruir un sistema de gobierno europeo basado en la coherencia entre recursos, instrumentos de gestión y retos a abordar.

Si persiste la prepotencia de los mercaderes de los mercados y los representantes de la UE siguen dubitativos y sometidos a sus directrices o al menos a sus jugadas, lo que está en riesgo no es sólo el euro, sino la propia existencia de la UE.

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ANTONIO CUBEL MONTESINOS, profesor del Departamento de Análisis Económico de la Universidad de Valencia

La crisis del euro, tal como se está desarrollando en los últimos días, no es tanto una crisis de deuda como una crisis de gobernanza europea: una muestra de la incapacidad de la Unión Europea de tomar decisiones con rapidez para atajar los problemas económicos de algún país socio que pueden contagiar al resto. Ninguna de las decisiones adoptadas en los últimos meses ha servido para reducir la prima que pagan las emisiones de deuda de los países en problemas, agravando la situación de las cuentas públicas.

De las reuniones de los próximos días debería salir una posición clara de ayuda a Grecia (y por extensión al resto de países con problemas similares) mediante la compra de deuda griega por parte de la autoridad monetaria europea. La situación de emergencia en la que puede entrar la eurozona en caso de que las condiciones económicas empeoren no debe ser menospreciada. El mantenimiento de tipos de interés altos, sin un horizonte claro de descenso encarece la financiación de las empresas y obstaculiza la recuperación económica. Y sin recuperación económica no habrá salida real y definitiva a la crisis.

Queda el tema de la responsabilidad. ¿Por qué vamos a resolver el problema de los griegos, que han engañado y no han tomado las medidas de ajuste a tiempo? Porque las consecuencias de no hacerlo serían peores que las de ayudarles. Y porque el problema griego es consecuencia de una forma de actuar en la UE de la que todos los países son responsables. El Pacto de Estabilidad y Crecimiento preveía sanciones a los países que no cumplieran con los objetivos de déficit. Se han observado más de 50 incumplimientos (entre ellos de Francia y Alemania) y no se ha actuado sobre ellos.

El problema, por tanto, no es Grecia (o no es tan sólo Grecia): el problema es la falta de mecanismos institucionales en la UE para resolver estas situaciones. Por tanto, estabilicemos primero la situación y después lleguemos a nuevos acuerdos para impedir que la situación se repita, con la lección bien aprendida. 

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JUAN LATORRE
, director de KPMG en la Comunidad Valenciana

La situación actual tiene su origen, desde un punto de vista básico, en sI los políticos de la Unión Europea, se creen o no, el concepto de "Unión Europea". Esta Unión debería tener unos planteamientos más estratégicos y más creíbles, desde todos los puntos de vista, económicos, fiscales, de futuro como países verdaderamente unidos. Con este enfoque estos países deberían ser capaces de afrontar grandes retos, como el reconocer que ya no somos, como zona de actuación, tan importantes como en el pasado, que hay determinadas políticas sociales que o se redefinen o quebraremos el sistema. Transmitir a nuestros ciudadanos que éste no es ni será nunca lo mismo, que tenemos que trabajar más y ganar menos, acabar con el despilfarro, con el fraude, con la ineficiencia en todos los ámbitos de actuación.

En una palabra, como responsables políticos, asumir la nueva realidad y afrontarla. Internamente podemos estar echando las culpas unos países a otros, a las agencias de rating a actuaciones más o menos acertadas de cada presidente de Gobierno, etc.., pero seguiremos sin querer afrontar la realidad. Con una unión real es posible que tengamos soluciones dolorosas pero soluciones a medio plazo, si no todos acabaremos pagando un alto precio por la visión cortoplacista de nuestros políticos.

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J
AVIER FERRI, profesor del Departamento de Análisis Económico de la Universidad de Valencia

¿Por qué se decidió rescatar a Grecia, Irlanda y Portugal? ¿Por qué se comprometió un segundo rescate a Grecia? ¿Cuántos rescates más, y a cuántas grecias, van a producirse? ¿Qué incentivos reales tienen las economías rescatadas a realizar cambios estructurales profundos si no se conocen las respuestas anteriores? Es más, ¿por qué empeñarnos en seguir pagando el rescate de una economía cuya sociedad, a través de los gobiernos elegidos democráticamente, ha ocultado y tergiversado sistemáticamente información contable y que, además, no parece querer ser rescatada? La respuesta a esta última pregunta, se argumenta, es que el proyecto de construcción de Europa pasa por no dejar caer a esta economía. Interesante paradoja, cuando en el espíritu del Tratado de Lisboa se encontraba la no responsabilidad de la Unión con las obligaciones financieras de los estados miembros.

Para justificar el yes-bail-out se esgrimen varios argumentos. El primero de ellos es que el proyecto de construcción de una Europa unida sólo sobrevivirá si la Unión se expande continuadamente. Frente a este razonamiento se puede contraponer que un país que abandona el euro no tiene por qué hacerlo permanentemente. Después de su particular travesía por el desierto puede volver a ser admitido, saneada su economía. Además, la salida de Grecia permitiría gestionar mejor la solución a los problemas de gobernanza europea, para afrontar en un futuro crisis similares. El segundo argumento para no dejar caer a Grecia es que su salida del euro supondría más presión sobre los tipos de interés de los países con problemas en la eurozona.

Los defensores de este argumento infravaloran la capacidad de reacción de los gobiernos, a través de reformas radicales y creíbles, cuando le ven las orejas al lobo. Pero al lobo de verdad, no al de peluche, invocado por los fondos de rescate europeos, que corre el riesgo de apoltronarse en su estantería con el dinero de los contribuyentes. Por último, se argumenta que fuera del euro Grecia, el coste de la reestructuración de la deuda griega la soportaría en una parte importante el sector bancario. Esta consecuencia se parece bastante a la propuesta alemana de rescate, con la diferencia de que, de nuevo, se ahorra el dinero de los contribuyentes. Conclusión: pierde Grecia y tal vez algún otro país. ¿Gana Europa? No es seguro, pero lo que cada vez tengo más claro es que por el actual camino perdemos todos.

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JORDI PALAFOX, catedrático de Historia de las Instituciones Económicas

Merkel, con la rotundidad alemana que les hace denominarlos cabezas cuadradas, lo ha explicado con claridad meridiana: el problema es la deuda y no las agencias de rating. Una vez más, la Europa del Sur, acompañada de Irlanda y de la diminuta Islandia en esta ocasión, ha vuelto a gastar más de lo que tenía y se ha endeudado hasta las cejas. Y ahora cuando no puede devolverlo o se duda de ello, apela a la solidaridad, que quiere decir que vuelvan a pagar otros. A lo cual esos otros (Alemania pero también Finlandia u Holanda) dicen que no, como es lógico. Piden que reduzcamos gastos y/o subamos impuestos. Ah! Subir impuestos tras años de promesas del gratis total. No hay político del sur que se atreva. Por tanto, a reducir gasto, menos en lo que les afecta a ellos (como aquí más asesores para cada conseller y más fondos para los grupos parlamentarios).

Si se trata de halagar, las agencias de rating son manipuladoras de los mercados y los que quieren cobrar sus préstamos insolidarios y especuladores. Pero los hechos son tozudos. Una buena parte de las empresas, familias y Administraciones han gastado irresponsablemente y debieran pagar las consecuencias. No van a convencernos a la parte de la sociedad que no lo hemos hecho, que solidaridad significa asumir sus errores entre todos. Si nos obliga la ley lo tendremos que hacer, pero como dice el slogan ¡no somos tontos! El problema claro es la asimetría: los que han hundido a las cajas de ahorro, por ejemplo, siguen, en su mayoría, en sus puestos con salarios espectaculares y han recibido miles de millones de ayuda. Si ellos no van a pagar sus errores por qué tendrían que querer hacerlo lo demás irresponsables.

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6 comentarios

mariofartes escribió
22/07/2011 13:28

La creación de la agencia de calificación europea pasa por ser una iniciativa privada que no dependa de ningún gobierno, otra cosa es que sea controlada por alguna institución que garantice su independencia y objetividad en sus calificaciones. En estos días hemos visto que Europa es capaz de dar pasos, mas o menos grandes, en materia económica, me remito a las decisiones de ayer del Eurogrupo. Por eso creo que en esta materia también podriamos hacerlo y España debe formar parte de ello, algunos paises como Alemania, Francia e Italia ya están dando pasos al respecto, España debería de darlos con ellos desde el principo y no quedarse atrás.

Raul escribió
22/07/2011 13:02

Visto así...Siempre que haya una regulación estricta sobre estas agencias la confianza y transparencia será mayor. En cuanto a la unidad de Europa...puede que también sea un problema en este aspecto. No hay muchos signos de que España pueda participar en este proyecto europeo, ¿no es así?

josecastillo escribió
22/07/2011 11:32

Raul, creo que, para ello, la agencia tendría que ser privada y seguir cierta regulación específica.. de todas maneras, creo que la cuestión aquí no es si crear la agencia o no crearla, sino cómo hacerlo y qué características debería tener..

Marlango escribió
22/07/2011 10:18

Hombre, Raul, para eso están los Parlamentos y sus comisiones. Creo que el Parlamento europeo es bastante serio, independientemente de su debilidad frente a los gobiernos. El problema va ser, o es, la cesión de soberanía en cuestiones económicas, financieras y fiscales a un Supergobierno europeo, como Estados Unidos, China y los emergentes, que se nos van a comer. Mientras Europa no sea capaz de obtener esa unidad que le permita cierta agilidad y coherencia en la toma de decisiones no tendrá futuro...

Raul escribió
22/07/2011 10:06

Josecastilo, puede que tengas razón en lo que dices, pero ¿y si como dice Juan López Trigo hacen una agencia para que nos diga lo que queremos oir? ¿Y cómo sabremos quién estará tras ella?

josecastillo escribió
22/07/2011 09:49

Coincido con el Sr. Andrés García Reche, en: "Si se hubiera avanzado en la creación de agencias de calificación alternativas a las existentes, lo peor de la crisis hace tiempo que habría pasado." Creación de una agencia europea de calificación es crucial para contrarrestar el poder de las agencias americanas y poder salir de la crisis, y debería crearse cuanto antes. Muy buen artículo gracias!

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