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Los seis jinetes de la deuda valenciana

CRUZ SIERRA. 03/07/2011 "Como una maldición bíblica, la deuda pública autonómica no ha dejado de crecer desde que este territorio alcanzara el rango de comunidad autónoma después de la Transición Democrática. Los seis consellers de Hacienda que desde entonces han regido los destinos fiscales autonómicos han contribuido en una u otra medida, por defecto o por exceso, a la actual situación límite de las cuentas de la Generalitat..."

UN TRANVÍA LLAMADO PURGATORIO

Cruz Sierra

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(UNA IMAGEN PARA LA HISTORIA. Gerardo Camps, Aurelio Martínez, Antoni Birlanga, José Manuel Vela, José Luis Olivas y Vicente Rambla posaron así hace años durante la inauguración de los Baños del Almirante, a petición de Vela, entonces secretario autonómico)

VALENCIA. En el principio de lo tiempos, en la etapa socialista, bajo la presidencia de Joan Lerma, los consellers Antoni Birlanga y Aurelio Martínez fueron los ingenuos negociadores del deficitario traspaso de competencias desde el Estado a la Generalitat que dejarían tocadas para siempre la financiación de la educación y la sanidad autonómicas. "No negociamos bien" acepta uno de ellos, reconociendo que el mantenimiento de un determinado nivel sanitario y educativo en el futuro iba a ocasionar importantes necesidades de financiación exterior por parte del Consell.

Un error de inexpertos -¿quién tenia experiencia entonces- que se arrastra hasta nuestros días. El Gobierno de Felipe González no tuvo miramientos especiales hacia un comunidad entonces gobernada por los suyos y ponía en evidencia la tradicional falta de ionfluencia de los políticos valencianos en Madrid, ya fueran del PSOE o del PP.

El periodo socialista finalizó en 1995 con una deuda total de 2.750 millones de euros (entonces aún se medían en pesetas), superado por Cataluña (6.992), Andalucía (4.552) y Madrid (2.806). Un nivel de deuda ciertamente tolerable pero a costa de una infraestructuras aun en mantillas. Pocos hospitales (La Fe era una herencia del franquismo), retraso evidente en la construcción de colegios, sin carreteras ni autopistas autonómicas y con el metro y los tranvías apenas recorriendo sus primeras traviesas. Sólo la industria, fuertemente apoyada desde la Administración autonómica, representaba una fuente de riqueza y exportación sólida. El turismo quedaba relegado a Benidorm y a una todavía tímida Costa Blanca.

En los últimos años de Lerma, cuando Aurelio Martínez planteó la construcción de las Ciudad de las Artes y las Ciencias, el primer proyecto no estrictamente utiiltario que se planteaba para modernizar la ciudad, y anunció su coste, 27.000 millones de pesetas (menos de 180 millones de euros), el PP  dejaría atónitos a los contribuyentes valencianos rasgándose las vestiduras y acusando al conseller y su Gobierno de un gasto desbocado que endeudaría la Generalitat de forma insoportable.

CON ZAPLANA LLEGÓ OTRO ESTILO

Pero fue ganar las elecciones y cambiar el chip. El primer gobierno de Eduardo Zaplana, con José Luis Olivas al frente de Economía, doblaría la deuda autonómica en apenas cuatro años, situándola al final de 1999 en 5.005 millones de euros, con todas las bendiciones de las agencias de rating ("Standard and Poor's que estás en los cielos", escribía un servidor en el diario '5 Días' ocasionándole ello un serio conflicto con el conseller de turno).

Por entonces ya se había decidido reproyectar ‘a lo grande' la Ciudad de las Artes y las Ciencias, con ópera y parque marinos incluidos. Calatrava a todo ritmo. Los humildes 27.000 millones de coste de Martínez se transformarían en más de 80.000 por mor y gloria de la ambición emblemática de Zaplana -cuando proclamaba que podrían representarse cuatro óperas, cuatro, simultáneamente...- y el consentimiento mayoritario de la sociedad valenciana, encandilada consigo misma después de lustros de ostracismo regional. Los valencianos querían dejar de ser la cenicienta española, costara lo que costara. Los empresarios, como una piña alrededor del president que llegó de Benidorm, pedían ¡más madera!...

Así fue. Costara lo que costara, la Comunitat entera, pero especialmente Valencia, recibió una importante transformación en materia de infraestructuras sanitarias y educativas, de transportes y urbanísticas. Llegaban los tiempos del becerro de oro y de los eventos.  El dinero corria de PAI en PAI, concesión tras concesión. El gobierno autonómico, en lugar de escuchar a ‘los agoreros' que recomendaban templanza en la capacidad de endeudamiento y reservarla para los tiempos de vacas flacas (los actuales), optaron por tirar la casa por la ventana al son de unas fanfarrias que cantaban el fin de los ciclos.

UN CABALLO DESBOCADO

La deuda era ya un caballo desbocado. Para su refinanciación (aquí nunca se ha cancelado una deuda: siempre es más fácil renegociarla a costa de más intereses y plazos) y para financiar los proyectos políticos primero de Zaplana y en los últimos ocho años de Francisco Camps, los sucesivos consellers de Hacienda han tirado de gatillo fácil incrementando la deuda de forma prácticamente obsesiva y sin medir sus consecuencias. Ya vendría otro que cargara con todo. Hace años ya que la Comunitat es la primera en deuda sobre PIB y por habitante, y segunda en términos absolutos, detrás de Cataluña, una región que, no obstante, parece haber diseñado mejor sus prioridades de gasto y endeudamiento.

Cuando Camps comenzó a gobernar en 2003, con el conseller de Economía heredado de Zaplana y Olivas, Vicente Rambla, la deuda ya rozaba los ocho mil millones (ese año acabarían con 7.983 millones). Las obras de la nueva Fe -con sus correspondientes sobrecostes, of course- ya estaba en marcha, así como la gestión privada de hospitales públicos, construidos y financiados con deuda pública; Ciegsa pedía créditos a manos llenas para construir colegios -era la edad de oro de García Llliberós y Máximo Caturla-, las autovías autonómicas comenzaban a cruzar el territorio financiadas con peajes ciegos -tiene su aquel el nombrecito y el concepto-, el Ágora, los tranvías... la Copa del América (practicamente financiada por el Estado, eso sí...)... La consigna era poner Valencia en el mapa como fuera...

En las elecciones de 2007 cogería el testigo de Hacienda un sobradísimo Gerardo Camps, procedente de Madrid y dispuesto enseñarnos maravillas -menudo era él- acerca de la capacidad de endeudamiento valenciana, cada vez más al límite. Era 2007 y la deuda ya estaba en 11.550 millones. Fue una etapa divina, la de la burbuja, cuya explosión un año más tarde junto con la crisis financiera internacional conduciría a una caída brutal de la actividad económica de la región, la consiguiente reducción en los ingresos fiscales y a un aumento en la misma proporción de la deuda. Solo en un año, en 2010, la deuda valenciana crecería en más de un 20 por ciento, pasando de los 14.345 millones de finales de 2009 a los 17.600 con los que se acabó el año pasado.

EL FINAL DE LA LUNA DE MIEL

Entonces el caso Gürtel se encontraba en su apogeo y el presidente Camps no estaba para números. Las dificultades para conseguir nuevos créditos condujeron a su intermitente conseller de Economía a la emisión de bonos patriotas, un carísimo procedimiento para obtener fondos por la vía rápida con los que pagar nóminas y acallar, aunque solo fuera temporalmente, las demandas de los empresarios proveedores, hartos de impagos y levantados en pie de guerra contra la Generalitat. Era el final de la excesivamente prolongada luna de miel de los patronos con los habitantes del Palau.

Nos encontramos en la segunda mitad de 2011 y en estos momentos hasta Estado Unidos tiene problemas para pagar sus deudas. De ser una solución para todo, la deuda se ha convertido en un gran problema mundial prácticamente irresoluble si no se produce el temido ‘default' (así se denomina en el argot financiero a la castiza y no menos temible ‘suspensión de pagos'). Un problema que en el ámbito autonómico podría devorar en cualquier momento todos los avances (la semana pasada estuvimos en manos del Parlamento griego) logrados en los últimos años.

No es una exageración. Hace tan sólo unas fechas, aun con Gerardo Camps al frente del tinglado, los mercados (la banca internacional) dieron la espalda a los emisarios valencianos y dijeron "no" a la renegociación de un importante vencimiento de la Generalitat. La alarma no salió de Palacio, pero el susto fue monumental. Había que pagar como fuera y evitar el desastre que hubiera supuesto un impago financiero. Solo quedó una salida: cubrir el vencimiento con los 600 millones reservados para pagar deudas al empresariado local. La metáfora perfecta del país que no supo gestionar los buenos tiempos para cuando llegaran los malos.

"TRANQUILOS, YO LO ARREGLO"

El último conseller de la serie, el recién nombrado José Manuel Vela, lo tiene crudo, a pesar de sus buenas y firmes intenciones. Llega con las mismas buenos deseos que sus antecesores. "Voy a apagar los fuegos y reconducir la situación" es una de las frases (y sus derivadas) más pronunciadas por los consellers de economía de la ultima década cuando acceden al cargo, escuchadas en diversas ocasiones por el que esto firma. Vela no tiene otro remedio que administrar como mejor pueda la ruina heredada y deberá elegir entre, uno, pagar los sucesivos vencimientos que se aproximan (por lo visto no hay ninguno "gordo" hasta el año que viene), dos, pagar las nóminas de los funcionarios o, tres, pagar a los acreedores.

Pero en ningún caso podrá hacer las tres cosas simultáneamente. La nómina mensual de la Generalitat, 360 millones de euros -600 los dos meses con paga extra- representa un desafío mensual para el Consell y no debería extrañar que en un momento u otro se viera obligado a adoptar alguna solución "a la portuguesa" recortando hasta en un 50% las pagas extras de los funcionarios.

"QUIETOS TODOS, ESTO ES UN DEFAULT"

La aprobación del plan de ajuste griego ha devuelto algo de color a las mejillas de los gestores de Hacienda. Los mercados aun se mantendrán abiertos y quedan posibilidades de arañar nuevos créditos para pagar según qué vencimientos, nóminas y algún que otro pellizco a los acreedores... Pero será el chocolate del loro. ¿Alguien se cree que esto ha acabado? ¿que no se van a producir nuevos episodios de crisis financieras, cada vez más cercanos a España y sus comunidades autónomas?

Nos encontramos en la mirilla de los mercados. Un paso en falso, un solo ‘default' y adiós el castillo autonómico de naipes endeudados, cuya suma conjunta sumaba al término del primer trimestre de este año la escalofriante cifra de 121.420 millones de euros -más de 20 billlones de pesetas-, por encima del plan de rescate internacional de Grecia. ¿Se imaginan lo que un cierre de mercados ante España podría representar?

Ahora, si quieren, que nos vuelva a llamar agoreros los mismos que lo hicieron en 2006 cuando algunos nos atrevimos a denunciar que todo aquello era demencial y no podía acabar bien. Que no tenían sentido ni la burbuja inmobiliaria del sector privado, ni la financiera de la Administración pública autonómica, ni mucho menos el recurso contínuo al endeudamiento. En estos precisos momentos todavía están pensando en palacio qué tipo de ajuste llevar a cabo... Tranquilos, tómense su tiempo. Total, el descalabro ya lo tenemos prácticamente asegurado: mucho nos tememos que hasta que no gane Rajoy no se va a tomar decisión importante alguna. Sí, menos mal que nos queda Zapatero para echarle la culpa de nuestras propias irresponsabilidades, que tiene anchas espaldas y el hombre aguanta.

UN TRANVÍA LLAMADO PURGATORIO

Cruz Sierra

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5 comentarios

Pacou escribió
15/07/2014 17:23

La jugada perfecta: passar-li el deute al tripartito etarra per a que s'enfonse ell sol.

Manolo escribió
07/07/2011 12:53

Precioso, digno de primera plana de todos los periódicos de España.

indale escribió
04/07/2011 16:38

Fenomenal capacidad de síntesis: esto es pedagogía de la buena. Buena falta nos hace este tipo de periodismo riguroso y desapasionado para entender la realidad que nos rodea. Permítaseme sugerir que este artículo podría haberse subtitulado "trazabilidad de un desastre". Gracias

el palleter escribió
03/07/2011 11:46

Enhorabuena. Artículos como éste informan ,forman y nos hacen pensar y reflexionar en una sociedad dónde lo inmediato nos impide ver el futuro.

grego escribió
03/07/2011 10:05

De lectura obligatoria. Gracias por el valor de la exposición. La explicación y el consenso son condiciones necesarias, aunque no necesariamente suficientes.

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