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El presidente aleja al partido del Consell, por X. Aguar

22/06/2011

VALENCIA. Parece difícil aventurarse en interpretaciones sobre el nuevo Consell anunciado ayer por Francisco Camps. Una composición alrededor de la cual, a buen seguro, florecerán las elucubraciones por lo sorpresiva y casi virulenta renovación. Los hechos son que hay 10 consellers que antes estaban y ahora no. ¿Por qué?

El líder del PPCV nunca había acometido una renovación de estas características. ¿Tal vez el argumento de la austeridad le ha permitido abordar unos cambios que deseaba desde hace tiempo? Es posible, dado que el Consell apenas ha variado en toda la legislatura, que necesitara un golpe de timón para rearmarse ante una situación compleja y delicada en números y gestión.

En la decisión de Camps, yace una voluntad de alejar el partido del Consell. Tal vez se habían hecho demasiadas ‘capillitas' o familias en el Gobierno valenciano. Esa podría ser una de las razones por las que el presidente ha decidido abrir las ventanas y dejar que corra el aire. Demasiada gente de aquél, del otro o del de más allá. Es una posibilidad que algunos dirigentes subrayan.

"Por un lado, los gestores y sus equipos deben dedicarse sólo a gobernar sin preocuparse de cuestiones orgánicas y, por otro, si vienen mal dadas, mejor que no haya 'pesos pesados' que puedan hacerle sombra al presidente", comentó un cargo de la Generalitat a este diario preguntado por esta cuestión.

Técnicos, gente de segundo escalón o traídos de fuera como Enrique Verdeguer, pueden ser la garantía de que, pase lo que pase en el partido, el Consell seguirá funcionando de forma independiente. El caso de Gerardo Camps era evidente. El propio presidente no escondió ayer que su destino puede ir ligado a la política nacional. ¿El de Juan Cotino también? Pareció escapársele al presidente en su comparecencia. Veremos.

Eso sí, el presidente se ha situado cerca a José Císcar y a Isabel Bonig, sus ojos y oídos en Alicante y Castellón, allá donde los viejos barones provinciales ya dejan caer su cetro. El primero, tras una ardua tarea como delegado del Consell frente al rival de Camps en la provincia, José Joaquín Ripoll. La segunda, una alcaldesa ajena a Carlos Fabra y que, curiosamente, figuró de suplente en la lista autonómica. A Camps siempre le había gustado Bonig -buena gestora, según cuentan- y la premió en su día incluyéndola en la Ejecutiva del partido a la altura de Rita Barberá, María José Catalá y Mercedes Alonso.

El caso de Vicente Rambla parece distinto. Es posible que muchos cuenten hoy que ha sido fulminado por ser el único miembro del Gobierno que quedaba salpicado por el caso Gürtel. Algunas fuentes, sin embargo, aseguran que la salida del vicepresidente primero estaba pactada. Pese a su juventud, era uno de los consellers con más antigüedad a sus espaldas.  Las fuentes consultadas señalaron a este diario que Rambla no estaba convencido de continuar si las circunstancias no eran propicias, ya que venía de una legislatura dura tapando las ausencias de Gerardo Camps y con pocos fondos para gestionar.

De hecho, preguntado por este particular en la rueda de prensa, Camps obvió la posibilidad de que el futuro de Rambla estuviera destinado a la política nacional, sino que señaló a la empresa privada o a sus tareas como inspector de hacienda. Parece demasiado evidente para haber sido un ‘ajuste de cuentas' político y sí da la impresión de haber sido un acuerdo.

En cuanto a Manuel Cervera, no había ni un solo medio ni dirigente que dudara de su continuidad. Las fuentes consultadas señalan que el responsable de Sanidad no deseaba seguir en esta cartera. Ése fue el ofrecimiento de Camps, según cuentan, y Cervera declinó la oferta.

En cuanto a Paula Sánchez de León, el refuerzo que ha adquirido es incontestable. Adquiere competencias sueltas y se reafirma como mano derecha del presidente.

Sobre Rafael Blasco, no serán pocos los que verán llamativa su ausencia y lo considerarán una degradación. No obstante, mientras algunos se quedarán como diputados rasos, el dirigente del PP llevará la batuta en Les Corts Valencianes como portavoz del grupo parlamentario. Para lo visto hoy, se puede decir que ha salido bien parado.

Hay salidas que no parecen tener gran misterio. Trini Miró, Belén Juste o Mario Flores, no habían encontrado el pulso al Gobierno valenciano. Pese a la voluntad puesta, todo apuntaba a que no repetirían. Resulta curioso el mantenimiento de Serafín Castellano como conseller de Gobernación. No por su capacidad para la gestión, sino porque donde otros caen, él resiste, pese a que fuera la cabeza visible del zaplanismo que le montó el plante en Les Corts años atrás.

¿Y el partido? ¿Cómo habrán sentado en el PPCV unos nombramientos tan poco vinculados al ámbito orgánico? Algunas fuentes consultadas mostraban cierto disgusto por el alejamiento de los que trabajan para el partido de los puestos de gestión. Sin embargo, otros aprobaban la renovación hecha por el presidente por considerarla un cambio de aires necesario en momentos de crisis económica y gestión delicada.

La decisión, eso sí, parece arriesgada: si la gestión de este nuevo equipo fracasa, el partido puede quebrarse entre los que apoyen a ciegas al presidente Camps y los que consideren que una apuesta tan personalista es responsabilidad únicamente suya. Se verá cuando lleguen las vacas flacas. 

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