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El peor enemigo del euro: los europeos

Londres Plaza / VÍCTOR JIMÉNEZ. 11/06/2011

LONDRES. "Los alegres comentadores del panorama económico europeo que se contentan con repetir ‘esto se acaba' desde Londres y Nueva York no aportan mucho a la discusión, que digamos", denuncia Geoffrey Smith en la agenciz de información financiera Dow Jones. Smith ha señalado con cierta sorna el talón de Aquiles de sus colegas: "Si la eurozona les concediera su deseo de desembocar en el caos completo, entonces las economías de sus propios países caerían siguiendo la misma espiral".

Mientras el eco de la City de Londres y Wall Street recrimina de nuevo a la Unión Europea la extensión del oxígeno financiero a Grecia -con créditos de entre 60.000 y 70.000 millones de euros-, algunos profesionales del sector y analistas han comenzado a alzar la mano para contradecir el discurso dominante anglosajón: "¿De verdad que la quiebra helénica y la reestructuración de su deuda es la opción más apropiada?".

"La irresponsabilidad de este tipo de retórica es pasmosa", opina Smith. A pesar de que Grecia represente menos del 1% del producto interior bruto (PIB) de las economías en la unión monetaria, las consecuencias de permitir el impago de su deuda soberana alcanzarían dimensiones bien diferentes. Sólo cabe recordar que el hundimiento de Lehman Brothers cuatro años atrás borró de las cuentas europeas más de cuatro puntos del PIB y causó la pérdida de cerca de 2,5 millones de puestos de trabajo, según el Banco Central Europeo (BCE).

"Es importante que entendamos las reglas de juego en la eurozona", dice Nick Beecroft, consultor de mercados primarios en Londres para Saxo Bank, "y reconocer que los gobiernos europeos están dispuestos a tomar cualquier medida indispensable para que la unión monetaria sobreviva a la crisis". En sus notas a inversores, Saxo Bank prevé además la consolidación de la recuperación económica en Francia, Alemania y Bélgica, "lo que reforzará al euro en un futuro próximo".

Los datos parecen acompañar al discurso más optimista sobre el rumbo de la moneda europea: si bien el coste de los préstamos a dos años a Grecia se han multiplicado por dos -hasta el 26%- desde el mes de marzo, los mercados interbancarios de la eurozona están mostrando que la presión es bastante tenue, con diferenciales del Libor no superiores a los 30 puntos básicos cuando a finales de 2008 se aproximaban a los 110. El consenso general, claro, es que el BCE proporcionará la liquidez imprescindible.

EL PEOR ENEMIGO DEL EURO, LOS EUROPEOS

Washington College, en un reciente estudio dirigido por el profesor Daniel Bradlow, sostiene que "claramente, la crisis ha puesto en tela de juicio la premisa básica sobre la que se basa la creación de la Unión Monetaria Europea, esto es, que la mera coordinación de las políticas económicas sería suficiente para salvaguardarla". El documento apunta que la eurozona únicamente podrá restablecerse cuando adopte un nuevo principio: el federalismo.

La experiencia de Kimo Linkama, un asesor de marketing que vive la mayor parte del año en Estonia pero trabaja para clientes finlandeses, ilustra con ironía el panorama actual. Linkama explica a ValenciaPlaza.com que, "aunque los dos países usan el euro como moneda oficial, e incluso siendo ambos miembros de la unión y utilizando regulaciones bancarias similares, las transferencias de dinero son complicadas y tardan en ocasiones más de una semana en realizarse. Es inaceptable. Y eso que el proyecto de Zona Única de Pagos en Euros lleva ya años en marcha".

"La pregunta clave es la de siempre", dice el profesor Benjamin Cohen, de la Universidad de California, "¿quién decide sobre la gobernación del euro? La respuesta, desgraciadamente, nunca ha sido clara". Cohen cree que el euro superará la crisis "porque el compromiso por su existencia es demasiado profundo y aceptado por todos en la Unión Europea", pero son ideas como la de los eurobonos comunitarios -que cubrirían hasta el 50% de las necesidades de crédito de los países miembros- y una mayor unidad fiscal las que nos sacarán del trance.

En Londres, Jake Huneycutt, inversor en valores con alto riesgo de impago, habla de la interdependencia real en la eurozona: "Si Grecia o Irlanda abandonasen el euro, los bancos alemanes acabarían reclamando ayuda de su gobierno para permanecer a flote". Huneycutt coincide con Cohen en que la Unión Europea y la Unión Monetaria deben acoplarse y que la soberanía política habría de acompañar a la compenetración económica. "Aunque improbable hoy por hoy", argumenta, "la eurozona debería implementar la redistribución de las plusvalías corrientes de unos países a otros, independientemente de lo que se diga los parlamentos estatales". Huneycutt también refuta a los críticos que acusan a los gobiernos europeos de no haber presentado presupuestos bastante austeros, porque "la austeridad sólo tiene sentido en los tiempos del boom, no con la depresión".

Todo lo cual no exime a las instituciones europeas de su responsabilidad en el marasmo en el que se halla nuestra moneda. El propio jefe economista del BCE, Otmar Issing, ha confesado en Copenhagen que "esta crisis no ha sido inevitable". Issing ha dicho que la Comisión Europea aceptó impunemente que Grecia infringiera la barrera del 3% de déficit que, de hecho, nunca cumplió. ¿Por qué se permitió la entrada de Grecia en la eurozona?

Como subraya el gestor de fondos de inversión Donald Linderyd, "la sincronización del dólar norteamericano tampoco es que sea mejor, y nadie defiende que California o Florida tengan que abandonar la zona monetaria del dólar". Sin embargo, el mal de muchos no va a consolar a una euroregión que no acaba de mover la ficha adecuada. Los miembros del euro han de ser menos compresivos con sus debilidades, y más agresivos con sus complejos: "La decisión de crear un Mecanismo de Estabilidad desde 2013, libre de las constricciones nacionales, constituye el gesto más radical por el momento en el gobierno económico de la Unión Monetaria", según el Washington College. De eso se trata.

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