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Todos quieren jugar la Champions

Línea de fondo / PACO LLORET. 27/05/2011

VALENCIA. La próxima campaña se notará la ausencia de dos ilustres venidos a menos: la Juventus y el Liverpool, protagonistas de aquella sangrienta final celebrada en el estadio Heyssel de Bruselas en 1985. Ambos han quedado apeados de un torneo del que un día fueron santo y seña, y ni siquiera pueden consolarse con las migajas de la rebautizada Europa League, la antigua Copa de la UEFA.

Un serio revés a su prestigio y un duro golpe a sus economías. La Juve, anda de capa caída pese a contar con la protección permanente de la familia Agnelli, los dueños de Fiat. El Liverpool tampoco está para tirar cohetes, el club de Anfield ha pasado por las manos de unos propietarios analfabetos en la materia.

Si la vieja Copa de Europa nació en la segunda mitad de los cincuenta del siglo pasado, cuando el Mercado Común empezaba a tomar cuerpo, el nuevo formato competitivo que reemplazó al original se impuso con la llegada de los cambios profundos que cambiaron el mapa en el Viejo Continente, tras la caída del Muro de Berlín y la desaparición como estado de la Unión Soviética.

El fútbol ha sabido siempre intuir cuál es el camino adecuado para triunfar, desde su regulación en una vieja taberna londinense ha encontrado casi siempre la fórmula del éxito. La Liga de Campeones constituye un buen ejemplo. La fórmula primitiva había quedado desfasada, los nuevos tiempos exigían una profunda modificación. Aquel sistema de un campeón por país no reconocía la diversidad real del potencial de cada campeonato.

Algunas voces disidentes se habían levantado para reclamar la creación de una liga europea que agrupara a los mejores clubes en proporción a su peso específico, una amenaza que alertó a los responsables de la UEFA, que se afanaron en abortar aquel conato de sublevación.

La Champions ha constituido un éxito arrollador desde el primer día. Aunque en sus primeros tiempos aún se mostraba titubeante, poco a poco se atrevió en apostar por una línea ambiciosa que encandiló a todos los públicos y enganchó a los operadores televisivos. Su crecimiento ha sido espectacular, la rancia burocracia que dirigía el fútbol europeo y que se había acomodado en una existencia acomodada fue reemplazada por una camada de ejecutivos dispuestos a crear un estilo propio, caracterizado por el rigor y la buena organización.

Los resultados saltan a la vista. La última novedad ha sido la de desplazar el día de la final al fin de semana para facilitar el traslado de aficionados y obtener un mejor rendimiento al partido en el que se decide el título. En España, sin embargo, ha sucedido un fenómeno opuesto, las finales de la Copa del Rey se han ubicado en miércoles cuando tradicionalmente siempre se habían ubicado en sábado o domingo.

La Champions te sitúa en el mapa, implica una enorme rentabilidad directa para los participantes y también beneficia a los patrocinadores de cada club y a las marcas de ropa que los visten. El Valencia estará en la próxima edición, acompañado, quién sabe si del Villarreal si supera la ronda previa que ha de jugar, una coincidencia que marcaría un hito para el fútbol valenciano sin precedentes. Un alivio para la tesorería y un aliciente indiscutible para los aficionados.

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