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VALENCIA. Sergio Ballesteros no encontró mejor forma de celebrar la permanencia del Levante en primera que con un generoso tocamiento de sus zonas bajas. Una imagen vale más que mil palabras. El capitán "granota" se hallaba en pleno éxtasis y no dudó en acompañar un momento tan pletórico que restregándose sus partes nobles de forma ostentosa. Felicidad carnal y espiritual al mismo tiempo. Si además el acto se desarrolla en Mestalla, la dicha es completa para los incondicionales de Orriols. No se escondió, quiso que todo el mundo lo viera y lo retratara. Así ha pasado a la posteridad el veterano central de Burjassot que ha escrito un nuevo capítulo que reviva la dormida rivalidad con el Valencia. Una escena inolvidable carente de mala intención, según manifestó el jugador tras pasar por la ducha. A esas horas de la noche, la parroquia local ya había ganado la calle y seguía preguntándose por la continuidad de Unai Emery.

El entrenador valencianista también fue objeto del arrebato de Ballesteros. Hubo cruce de miradas y algo más, si bien más tarde, Unai le quitó hierro al asunto cuando compareció ante los medios de comunicación. El empate sospechado se produjo, pero ni fue pactado ni hubo atisbo de arreglo. El desarrollo del partido se encargó de desmentir a los suspicaces. Se jugó al límite en todos los sentidos. Hubo mucho derbi y poco fútbol.

El partido continúa ahora en los despachos. Ambas entidades han conseguido sus propósitos sin esperar a la última jornada. Llega el momento de la planificación del futuro. Que nadie se extrañe si los dos entrenadores dejan sus respectivos cargos al mismo tiempo. Curiosamente, ambos aterrizaron a la par hace ya tres años. Unai se encontró un Valencia caótico y Luis García Plaza un Levante camino del desguace.

El trabajo de ambos entrenadores ha sido muy positivo, uno ha clasificado al Valencia para la Champions dos temporadas seguidas, el otro consiguió un ascenso inesperado y ha mantenido al Levante en primera contra viento y marea, con el presupuesto más bajo de la categoría. Pese a ello, el ciclo parece haber concluido para los dos. Su cotización se ha disparado y su experiencia ha ganado muchos enteros.

El Valencia busca algo más, un plus de atractivo futbolístico. Ayer, Llorente no estaba para nadie. No atendía llamadas. Encerrado en su cuartel general empezaba a pensar en el futuro inmediato. Sobre la mesa, la planificación del próximo ejercicio, altas y bajas, y, por supuesto, decidir el asunto que tiene en ascuas a la afición: la figura del entrenador. Acompañado de sus hombres de confianza, con el despacho cerrado a cal y canto, el presidente del Valencia diseñaba un futuro que viene cargado de incógnitas. Salvo la seguridad de los ingresos y el prestigio añadido que proporciona la presencia segura en la reina de las competiciones, todo lo demás está por decidir. Seguiremos informando. Pero Unai está más fuera que dentro.