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Ser exportador, o no serlo, esa es la cuestión

09/02/2010 El conjunto de la evidencia empírica apunta a que de media, las empresas que exportan son un 5% más productivas y obtienen un 10% más de valor añadido por trabajador que las no exportadoras
 

MARTA NOGUER (Departamento de Economía Internacional, Servicio de Estudios de "la Caixa" ). Suena un despertador, made in China; abre los ojos y, casi al mismo tiempo, un grifo alemán; sale de la ducha envuelto en algodón egipcio; se enfunda un traje de diseño español hecho en Turquía y, acto seguido, entra en una cocina con muebles suecos para tomar café colombiano y hojear un periódico inglés.

Con un móvil finlandés en el bolsillo y una fiambrera de comida mexicana, se sube a un coche japonés rumbo a la oficina donde le esperan un ordenador coreano, una fotocopiadora norteamericana y una directora belga.

Podría ser el guión de una película pero, para muchos, no es más que el principio de un día cualquiera. Sin el buen quehacer de empresas excepcionales, capaces de navegar con éxito por mares extranjeros, la realidad nunca habría superado la ficción.

  A pesar de su trascendencia, tanto cotidiana como macroeconómica, las empresas que exportan son relativamente pocas. En el año 2000, de los cinco millones y medio de compañías que operaban en Estados Unidos, sólo el 4% exportaba y el primer 10% de éstas era responsable del 96% del total de exportaciones del país.

En Alemania, hasta hace poco el país que más exportaba, dicha actividad también está en manos de una minoría de firmas: en 2006, sólo el 12% de las empresas alemanas vendieron sus productos en mercados ajenos. En España, los datos también siguen la norma: en 2007, sólo el 6,3% de las empresas con uno o más asalariados exportaron. Además, las 10 primeras empresas por facturación externa se anotaron, ellas solas, el 17% del total exportado, lo que indica una gran concentración de la actividad exportadora.

  Ese carácter minoritario, junto con la carestía de datos a nivel empresarial, explican por qué, históricamente y muy a pesar de su relevancia, la investigación económica de los flujos internacionales de comercio ha prestado escasa atención tanto a la actividad como a la naturaleza de la empresa exportadora.

Sin embargo, desde mediados de los noventa, una nueva línea de estudio se centra en la función de las compañías como mediadoras de comercio. Entre otras cuestiones, pretende averiguar qué determina que una empresa exporte o no y ello pasa por dirimir, primero, qué distingue a una empresa exportadora del resto..., si es que algo las distingue.

  Todo apunta a que, efectivamente, las empresas que comercializan internacionalmente difieren, y de forma sustancial, de sus compatriotas no exportadoras. La mayoría de estudios concluyen que las compañías exportadoras tienden a ser de mayor tamaño, más intensivas en el uso de capital, con una plantilla mejor formada, una productividad más elevada y mejores salarios.

Además, aunque las grandes empresas muestran una mayor probabilidad de exportar, no se trata simplemente de una cuestión de tamaño, ya que las principales conclusiones se mantienen cuando se comparan empresas de dimensión similar.

Concretamente, el conjunto de la evidencia empírica apunta a que, en promedio, las empresas que exportan son un 5% más productivas y obtienen un 10% más de valor añadido por trabajador que las no exportadoras (véase tabla siguiente). En el caso específico español, un estudio de Miguel A. Delgado, José Fariñas y Sonia Ruano(1) estima que la media de productividad de las empresas exportadoras también supera, en un 7%, a la de sus convecinas que no exportan.

  El hecho de que las empresas exportadoras se confirmen sistemáticamente como más productivas que el resto abre una nueva incógnita: ¿lo eran antes de emprender su aventura exterior o su productividad mejora a medida que exportan? O dicho de otro modo: ¿una productividad elevada es requisito sine qua non para exportar o una mera consecuencia de ello?

Existen razonamientos lógico-teóricos detrás de ambas hipótesis, aunque los estudios empíricos disponibles respaldan mayoritariamente a la primera: las empresas que, ex ante, son más eficientes tienen una mayor probabilidad de triunfar en el mercado exterior. Respecto a las empresas españolas, los resultados del citado estudio de Delgado, Fariñas y Ruano también van en esa línea e indican que el diferencial de productividad de la empresa exportadora española precede a su decisión de exportar y, sólo en el caso de empresas de reciente formación, hallan indicios de ganancias de productividad a raíz de la exportación.

  Ese diferencial de productividad, antes de que la empresa exporte, sugiere la presencia de costes fijos de entrada y de una competencia más feroz en los mercados de exportación, en relación con el mercado interno. Asimismo, revela un proceso de autoselección entre las empresas según el cual sólo las más eficientes podrían asumir dichos costes.

  El próximo paso consiste en discernir de dónde proviene esa mayor eficiencia. En ese sentido, la investigación reciente apunta hacia la actividad innovadora de las empresas, resultante de actividades de I+D o de la inversión en nuevas tecnologías, como factor determinante. En contrapartida, se sospecha que una mayor dificultad por conocer el mercado exterior y una capacidad financiera más limitada suponen impedimentos adicionales para las pymes a la hora de exportar.

  Distintas políticas económicas pueden contribuir a potenciar el sector exportador aunque, en vistas de los datos anteriores, aquellas que persiguen impulsar la innovación o la inversión en I+D aparecen como las más apropiadas. Por el contrario, el recurso a una política industrial que promueva sectores específicos levanta más dudas: no sólo sus efectos pueden demorarse en exceso e introducir ineficiencias innecesarias en la correcta asignación de recursos, sino que, además, es muy improbable que las autoridades económicas puedan predecir acertadamente qué sectores auguran un mejor futuro tanto para el sector exportador como para la economía en su conjunto.

Al fin y al cabo, ¿quién habría anticipado, veinte años atrás, que una de las empresas más emblemáticas de la exportación española actual surgiría de un, por entonces, sector textil en declive y en una región, como Galicia, con escasa tradición en el sector?

  En cualquier caso, el fomento de la exportación es clave para toda economía abierta, y ello pasa por impulsar el desempeño de su buque insignia: las empresas exportadoras. Con el mercado interno lastrado por la crisis y una demanda externa más esencial que nunca, el rumbo de la economía española, al menos a corto plazo, lo marcará el timón de tan selecto grupo.    (1) «Firm productivity and export markets: a non-parametric approach», Journal of International Economics (2000).     

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