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Javier Domínguez: "En Valencia no hemos aprendido de los errores de otras ciudades, como Sevilla con la Isla de la Cartuja""

21/05/2011

VALENCIA. Estudió ingeniería, arquitectura, historia, se hizo catedrático de Proyectos en la ESET -Arquitectura- de la Universidad Cardenal Herrera-CEU, miembro del Royal Institute of British Architects, se especializó en paisajismo y planificación urbana... y todo porque quería saber más. Javier Domínguez (Valencia, 1957) aboga por suprimir normativas, aplicar sentido común e instaurar inteligencia política. "El próximo presidente debería eliminar cinco por cada ley que apruebe ". Padre de tres hijos con los que viaja enseñándoles la arquitectura del mundo. Se entretiene construyendo maquetas, pintando y corriendo por el rio.

-¿La crisis ha puesto al urbanismo valenciano en jaque?
-Totalmente. Como la mayoría de los arquitectos, me considero crítico con muchas de las soluciones aportadas a los problemas estructurales de esta ciudad.

-¿Hasta el punto de demoler edificios?
-No. Siempre hay soluciones. Más del 80% de lo construido en Valencia se desarrolló en el siglo XX aunque, desgraciadamente, muchas obras son de mala calidad. Sin embargo transformar, barrios, espacios públicos y cambiar fachadas, siempre es mejor salida que derribar edificios.

-¿Valencia ha aprendido de los errores de otras ciudades españolas?
-En algunos casos no. Este es el siglo de las ciudades y las que han contado con arquitectos visionarios como Barcelona están mejor preparadas. En el caso de Valencia los operadores de suelo han sido los constructores de la ciudad y la dejación es evidente. Ni contamos con el desarrollo de un proyecto ambicioso, ni hemos tenido en cuenta los errores de otras ciudades. Entiendo que los valencianos estén contentos con la copa América y los grandes eventos, pero el resultado no es útil. Hemos repetido el error de Sevilla con la isla de la Cartuja. Eso sí, contamos con un metro estupendo. Pero, claro, ¡cómo no iba a ser así!, si es una infraestructura que lleva desarrollándose cien años.

-¿El Cabañal es un problema?
-Y Jesuitas. Ahora es un éxito firmar una permuta para que el hotel acabe ubicándose en la avenida Aragón. Lo que nos olvidamos es que hace veinte años un empresario quería hacer un hotel de cinco estrellas en un edificio emblemático y convertirlo en buque insignia que identificara la ciudad. Firma un convenio con un alcalde que no sirve para nada. Acaba en los tribunales, que al final le dan la razón. Y ahora el Ayuntamiento y los valencianos tendremos que pagar una indemnización. ¡Un éxito, tener 20 años una inversión paralizada y además pagar por ella!

-Pero volviendo al Cabañal, ¿cuál es su diagnóstico?
-La batalla política pone de manifiesto la incapacidad de los políticos españoles para negociar. Aun viendo que el país va a la deriva son incapaces de ponerse de acuerdo en lo más elemental. Cuando todas las economías y empresas se han adaptado a esta crisis ellos se enzarzan en un clima de confrontación evidenciando que la realidad les importa poco. Es absurdo que un proyecto urbanístico, con fuertes inversiones económicas en el Cabañal, no se pueda consensuar. Para más estupidez nos gastamos dinero en pleitos para ver quién tiene razón.

-¿La culpa es de los funcionarios?
-Hay cosas que no dependen ni de Zapatero, ni de Sarkozy ni de Obama y esta es la lentitud administrativa. Mientras sigamos viendo normal que para abrir un negocio una persona tenga que pasarse un año ante una ventanilla no podremos quejarnos de que se paralicen inversiones, servicios y puestos de trabajo.

-¿Cree que la corrupción es ya algo normal?
-Esta crisis debería servir para replantear errores, muchos de los cuales son evidentes. Le guste a la gente o no, hacen falta estrategias territoriales nacionales y acabar con los localismos. Solo un país próximo a la corrupción quiere negociar el urbanismo directamente con sus alcaldes. España tiene más municipios que Francia. No puede ser que cada municipio negocie su sol, playa, montaña y PAI a su antojo. Aquí la Administración rememora los señoríos feudales, pero pagando mucho más que un diezmo.

-¿Cuál es la cuadratura del círculo en materia normativa?
-Que hemos hecho dificilísimo lo sencillo. En Europa al acabar la guerra empezó la normalización normativa de forma masiva y por razones, evidentemente, económicas. Un ejemplo, el incendio de Santander de 1941, no se pudo sofocar porque al llegar los bomberos desde Burgos y poblaciones adyacentes las bocas de las mangueras que traían no encajaban. Eso sí, cada uno pensó que su "boca" era la apropiada. Europa reunificó y España multiplicó su legislación y estructura administrativa.

-Y casi un siglo después...
-A cualquier inversor le frena la maraña de normativas absurdas. Hacer un hotel en la Comunidad Valenciana tiene una normativa de aplicación distinta a las otras 16 comunidades autónomas y a Europa. Para la mayoría de gente que vivimos en el mundo real con que legisle Europa es suficiente. Además ¿qué ganamos legislando en materias que no tenemos ni idea, ni expertos suficientes?

-Como docente ¿cree que los jóvenes están mejor preparados?
-Desgraciadamente hace falta mucha pedagogía política para convencer a los ciudadanos que hay cambios que son necesarios. Por ejemplo, ¿por qué no se pueden subir las tasas universitarias? ¿Qué hacemos cuándo un estudiante repite tres veces el mismo curso? ¿Le seguimos pagando los estudios? No podemos tener más universitarios por cada 1.000 habitantes que Alemania o Francia.

-¿Tener muchas universidades no es sinónimo de mayor preparación?
-O no. No estoy a favor del slogan "café para todos". Habría que racionalizar las ayudas. Dar más a quien investigue más y de más calidad.

-¿La solución es emigrar?
-Cuando éramos jóvenes mirábamos Europa buscando libertad, ahora por la estabilidad económica que da. De todos modos hay salidas estructurales, pero como hicieron las cortes franquistas a lo mejor hay que hacerse el harakiri. Hay miedo a cambiar la Constitución, ¿por qué? ¿qué hay de malo en disolver las Diputaciones? Las patronales y sindicatos reciben cantidades astronómicas para mantenerse y se ve normal, cuando lo normal es que cada empresario viva de lo que gana.

-Vamos a relajarnos. A usted ¿cuándo le nació su afición por las casitas?
-Dicen que los acuarios somos enamoradizos y por eso nos gustan muchas cosas. Estudié ingeniería, historia, arquitectura... me gusta aprender. Cuando me surgen preguntas amplío mis conocimientos, aunque nunca llego a profundizar como quien se enfoca solo en un tema.

-¿Del dibujo técnico al artístico hay mucho?
-Su trecho. Me gustan las manualidades y he pintado algo, pero sobre todo tengo una gran colección de maquetas hechas por mi.

-¿A qué aficiones no renuncia?
-A leer y viajar. Antes viajábamos con un cuaderno de dibujo, ahora con una cámara digital. Viajar desarrolla la capacidad de observación de los arquitectos. Vemos lo que está bien, lo que no y cómo mejorarlo.

-¿Ve a los futuros arquitectos motivados en estos tiempos?
-Sí. La vida universitaria en el Politécnico es muy participativa, exponen ideas, las discuten... se requiere equipo para sacar adelante proyectos. Esta es una profesión donde las discusiones se dirimen dibujando.

-¿Sus hijos siguen sus pasos?
-No, pero todos saben dibujar porque es el medio de expresión que mejora las habilidades espaciales y mitiga los miedos a expresarse. También hemos viajado mucho juntos y me he preocupado en trazar itinerarios que les ha permitido conocer la Europa clásica, Italia, Grecia... conocer las civilizaciones milenarias, Egipto, China...

-¡Vaya padrazo! ¿Y el próximo viaje?
-Croacia. Recorreremos la nueva arquitectura emblemática representada por más de 50 edificios... pero no olvidamos la gastronomía y el disfrute. No todo es arquitectura.

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