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El valor del equipo y los Andes 1972

IGNACIO BERNABÉ (*). 11/05/2011 "A las organizaciones ya no les basta con plantearse sobrevivir, ni siquiera con ser competitivas. Sólo el camino de la alta competitividad es la opción posible..."

VALNCIA. Organizacionalmente hablando, hoy en día no basta por mucho que cueste asumirlo, con plantearse sobrevivir, ni siquiera con ser competitivos. Sólo el camino de la alta competitividad es la opción posible en un entorno que por sus especiales características suelo calificar como de oceánico. Un camino que sólo puede recorrerse con la seguridad necesaria y con visos de sostenibilidad desde el valor del equipo: un valor que afirmo sin lugar a dudas, aún no hemos descubierto.

Los datos lo corroboran, en España aún con más contundencia que en el resto de Europa: estamos a la cola de la calidad directiva y de la productividad pese a ser quienes más horas permanecemos en el puesto de trabajo; tenemos unos niveles de absentismo y de rotación insostenibles; el 74% de nuestros profesionales no están comprometidos con sus empresas; y no somos capaces de poner en valor un 80% de su talento.

Lo cierto es que más del 90% de las empresas no son auténticos equipos. Pero la buena noticia es que pueden llegar a serlo porque tienen a su disposición potencial de sobra -un 80% más- y también modelos, metodologías y herramientas que pueden ayudar a crear la ilusión y el compromiso necesario, y a descubrir, desarrollar y poner en valor todo ese talento perdido con independencia de si se es gran empresa o PYME.

Por ello necesitamos no un cambio, sino una gran transformación: no grande por costosa, sino por importante. Un cambio necesario que será organizacional en la medida en que consigamos que sea personal, algo al alcance de quienes estén dispuestos a romper con la falsa utopía del cambio para creer mucho más en sí mismos y en los demás. Un cambio que debe partir desde una nueva y más poderosa visión sobre las personas y también sobre las organizaciones, puesto que es la visión que tenemos sobre las cosas -los ojos con los que miramos- lo que nos hace pensar, sentir y hacer de un modo u otro; lo que en definitiva nos lleva a crear experiencias y a desarrollar hábitos que terminan por forjar nuestro carácter y que son determinantes en nuestro destino; aplíquese esto también a nivel organizacional.

Hoy no me centraré en la visión sobre la empresa, pero sí en la visión sobre nosotros, las personas. Necesitamos creer más en nosotros mismos; creo que aún estamos en pañales con respecto al autodescubrimiento. Tanto que pensamos que el hombre ha evolucionado, y ¡todo lo que nos queda aún respecto a nuestro propio conocimiento! Ni siquiera nos infravaloramos ya que ello requiere algo de conciencia; simplemente nos negamos o cuanto menos nos ignoramos. No reflexionamos sobre nosotros, sobre nuestro potencial; sobre la posibilidad de trazar nuestro mejor camino en lugar de vivir el camino en el que quizá estemos sin saber muy bien cómo hemos llegado hasta él, o en el que creemos como único posible, o en el que otros han diseñado por nosotros, a falta de nuestra propia iniciativa.

No reflexionamos sobre cómo llegar a ser nuestro mejor yo; sobre cómo vivir conforme a nuestra propia esencia, lo que a la postre nos llevaría a ser mucho más competentes profesionalmente, y sin duda, mucho más felices. Y es que parece que simplemente nos limitemos a sobrevivir. Y si acaso asoma un atisbo de duda en algún momento de flaqueza, curamos nuestras almas asegurando que ya hemos dado todo lo que tenemos o en todo caso, y aquí ya nos terminamos de convencer, aún podríamos dar algo si no fuera, claro, por las circunstancias que nos limitan y que obviamente no podemos controlar.

En fin, lo de siempre: en lugar de elegir el camino del esfuerzo y de la transformación personal, hacemos lo posible por interiorizar que la culpa no es nuestra sino del entorno o en todo caso de los demás, y que eso de que no son los hechos sino las actitudes con los que los afrontamos no es más que una idea sin base alguna de cuatro optimistas desmedidos.

No quisiera que nadie se sintiera culpable u ofendido por mis palabras: lo cierto es que la visión que tenemos sobre nosotros mismos está absolutamente empobrecida a causa de todas esas creencias, prejuicios y falsas verdades que limitan nuestra vida a ser vivida en una especie de caja de cristal. No somos conscientes de este hecho y de que una realidad diferente está esperando a que salgamos de nuestro minimundo. Necesitamos quizá un buen motivo y algo de ayuda para autodescubrirnos; algo que tenemos que potenciar en las empresas. Ello nos haría creer más en nosotros mismos y en los demás, y empezar a crear y a crecer en un nuevo paradigma, porque sin una firme creencia en las personas, no hay crecimiento posible ni creación que se soporte con firmeza; tampoco felicidad.

Tenemos que hacer de nuestras empresas ese gran equipo que podemos y no tenemos más remedio que llegar a ser, porque más allá de necesario, es bueno para todos. Un gran equipo que lo sea no por la cantidad de personas que lo formen sino por su calidad humana. Un gran equipo de personas responsables, comprometidas, competentes y sobre todo felices, porque la felicidad además de necesaria, tiene mucho que ver con poner en valor todo nuestro potencial. ¡Ayuda a tu gente a crecer, y tu empresa y tú creceréis con ellos!, es el mensaje para los líderes. En las situaciones límite somos capaces de cambiar para sacar lo mejor de nosotros mismos, ¡ahora es el momento del cambio personal!

En mis seminarios acerco a los directivos el valor del equipo a través de numerosos ejemplos entresacados de experiencias propias y ajenas del mundo de la empresa, del deporte y de la vida misma. En este último caso suelo analizar tragedias como la ocurrida con los mineros de chile, o anteriormente con el tristemente famoso accidente aéreo de los Andes en 1972. A través de las imágenes de estas vivencias y de los relatos de sus supervivientes podemos ser más conscientes de cómo diversos aspectos que determinan el valor del equipo como son el liderazgo, el espíritu de grupo, el trabajo en equipo... y los valores que lo sustentan como la responsabilidad, la confianza, el coraje, la disciplina o la honestidad entre otros, son decisivos tanto en el desenlace de la situación crítica como en el futuro de los afectados.

El próximo 16 de mayo, Pedro Algorta, uno de los 16 supervivientes de la cordillera de los Andes, dará una conferencia organizada por el IVAFE en Valencia. Durante años Algorta no habló de su vivencia en los Andes, pero ahora ha decidido volver a encontrarse con la cordillera para compartir su experiencia con quienes le quieran escuchar. Estoy seguro de que sus reflexiones apoyadas por las imágenes reales de la tragedia y trasladadas al mundo de la empresa a través de su propia experiencia como directivo, crearán un paralelismo entre la situación crítica que ellos vivieron y la que estamos atravesando con motivo de la situación actual, que nos hará reflexionar profundamente sobre la extraordinaria capacidad del ser humano y de cómo ponerla en valor en un grupo de personas al servicio de un desafío mayor.

Si usted está dispuesto a cambiar para ayudar a otros a hacerlo, y así hacer a su empresa más competitiva, solicite su invitación. Es más que probable que Algorta nos ayude desde su brutal experiencia en los Andes a creer más en nosotros mismos y que ello sea el acicate que necesitamos para empezar a hacer de nuestras empresas un auténtico y verdadero gran equipo.
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(*) Ignacio Bernabé es presidente del IVAFE y experto en Gestión y Desarrollo de Personas y Organizaciones

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