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VALENCIA. Nadie sabe sus nombres, y mucho menos conoce sus caras. Pese a su enorme responsabilidad, viven en el anonimato. De su criterio a la hora de seleccionar los planos y de su pericia a la hora de elegir las repeticiones depende que millones de apasionados espectadores tengan una u otra opinión.

Ellos son los realizadores, los directores de las superproducciones futbolísticas. Aquellos que imbuidos de la máxima autoridad, refugiados entre las apretadas paredes de la unidad móvil, trasladan en imágenes todo lo que acontece sobre el césped. Un ejército de cámaras está a su disposición, cada vez son más y se ubican en los ángulos más insospechados, casi nada queda fuera del objetivo.

El problema capital es que muchos de ellos sacrifican la esencia de un partido para conceder preferencia al detalle insustancial cuando no a la anécdota intrascendente. De esa manera atentan contra el trepidante ritmo narrativo del fútbol, confunden los términos del espectáculo y acaban poniendo de los nervios a los buenos aficionados.

Es lo malo de las modas, de algunas, al menos; cuando la novedad se impone a la norma clásica, hay que temerse lo peor. El balón debería ser el verdadero protagonista, el elemento fundamental, que salvo raras excepciones, marca el interés de cada momento. El problema es que la mayoría de realizadores no son aficionados de verdad al fútbol, parten con esa desventaja, en realidad, ellos querrían haber sido Spielberg.

El pasado sábado al iluminado de turno le pusieron una cámara con cables sobrevolando el césped del Bernabéu en el primer clásico del serial, y el hombre, ni corto ni perezoso, decidió que los sufridos televidentes íbamos a vivir un partido a vista de pájaro. El artista eligió ese enfoque a la hora de ver - bueno, imaginar sería más exacto- los lanzamientos de penalti y una falta en la frontal que lanzada por Cristiano Ronaldo dio en la base del poste.

Le hizo gracia el juguetito y abusó del artilugio. Después, hubo jugadas cortadas en su origen, repeticiones que no entraron de acciones importantes y un sinfín de primeros planos que no venían a cuento mientras la pelota rodaba. Un desastre, en definitiva. Crucemos los dedos para la final de mañana. Me temo lo peor.