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Vuelve Boyer en busca de la competitividad perdida

Por CARLOS DÍAZ GÜELL (*). 19/04/2011 "Si tuviéramos que hacer caso del viejo y conocido aserto que señala que “si quieres que un problema no se resuelva, crea una comisión”, España incurriría en una grave reiteración negativa..."

MADRID. Si tuviéramos que hacer caso del viejo y conocido aserto que señala que “si quieres que un problema no se resuelva, crea una comisión”, España incurriría en una grave reiteración negativa, ya que trata de resolver uno de los grandes e históricos déficits de su economía –la falta de competitividad- creando no una comisión, sino dos. Y lo hace por el lado de lo público y por el lado de lo privado y solapándose en el tiempo como si, repentinamente, alguien se hubiera dado cuenta de que existe un problema y gobierno y empresarios se lanzan a crear sendas comisiones en busca de soluciones a un mismo nudo gordiano.

El Gobierno utiliza la solemnidad del Consejo de Ministros para constituir la Comisión Asesora de Competitividad, que tendrá entre sus funciones principales la realización de estudios sobre cómo mejorar el funcionamiento de los mercados, la productividad y la competitividad de la economía española y recurre a un clásico como Miguel Boyer para que la presida –tras el correspondiente artículo laudatorio del exministro en El País-, ignorando la reflexión de Einstein cuando dijo aquello de que "You cannot solve the problem with the same kind of thinking that created the problem".

Una vez más en los últimos treinta años, Miguel Boyer se presenta como salvador tras ser gurú económico con Felipe González o patrono con José María Aznar. Como alguien lo definiría con cierta maldad, “es lo más parecido a lo que Erasmo dijo de Tomás Moro: un hombre para todas las estaciones”. La segunda comisión, en forma de Consejo Empresarial para la Competitividad, está avalada por 17 de los principales grupos empresariales españoles y busca aportar ideas que impulsen a la economía española en estos momentos de crisis, de manera que se impulse nuestra economía y credibilidad internacional.

Pocos economistas ponen en duda de que la falta de competitividad es uno de los agujeros negros de nuestra economía, y en demostrar la veracidad de esta afirmación parecen empeñados los organismos internacionales como la OCDE que la semana pasada llenaba espacios 5 periodísticos al poner de relieve que los españoles trabajan más horas que los alemanes aunque todos sus datos económicos -productividad, tasa de paro o competitividad- causan envidia en el resto de países desarrollados. No se trata, entonces, de echarle muchas horas al trabajo, sino de trabajar bien.

El Foro Económico Mundial, responsable de la autoría del Índice de Competitividad Global relegaba a España, en su última edición, hasta el puesto 42 de las 139 economías del planeta en lo que a competitividad se refiere y como todo es susceptible de ser politizado, los críticos del gobierno no perdieron ni un segundo en recordar que la economía española es mucho menos competitiva que hace seis años y que desde que Zapatero llegó al poder, España ha perdido 19 puestos en este ranking, al pasar del 23 en 2004 al 42 actual.

Y en efecto, España está hoy entre Puerto Rico y Barbados, aunque Italia ha salido peor librada, situándose seis puestos más abajo, entre Lituania y Montenegro. El estudio liderado por el exdirectivo del Barça, Xavier Sala i Martin, suscita demasiadas dudas sobre su fiabilidad. No es un problema el de la competitividad fácil de resolver y está por ver si el final de estas comisiones se distanciara mucho de otra creadas ad hoc y que se han saldado con rotundos fracasos por falta de medios. Pocos son los estudiosos que discrepan sobre la necesidad de impulsar el nacimiento de un nuevo modelo para mejorar la competitividad de la economía española y ello, desde luego, va más allá de la habitual ecuación de moderación de precios y costes.

Impulsar la competitividad de la economía española pasa, ineludiblemente, por reorientar el tejido productivo hacia un nuevo tipo de especialización en actividades en las que la innovación y el conocimiento deben ser más relevantes. Un reto de gran trascendencia y no menos dificultad para todos los agentes económicos y sociales, que requeriría acciones de gobierno mucho más exigentes de las que se han venido observando hasta ahora y con las que el presidente de gobierno parece mostrarse tan satisfecho.

Casi todo está dicho en esta materia. Que se trata de desafíos muy exigentes, sobre todo para las empresas que son sin duda las protagonistas del nuevo cambio estructura, aunque son desafíos también para todos los niveles políticos y sociales implicados en políticas educativas, de I+D+I, de infraestructuras, de comunicaciones, de regulación…; o que pueden favorecer e impulsar la acumulación de múltiples recursos que son clave para mejorar la productividad de la economía, orientándola más hacia la innovación y el conocimiento, y lograr así que asiente sobre bases diferentes su competitividad, exterior y agregada, en el futuro.

Pero es difícil sustraerse de los actos fallidos vividos en España tan llenos de buenas intenciones como ayuno de recursos y cuyos objetivos no se han cumplido por falta de medios. Un vistazo por las iniciativas autonómicas creadas en torno a la Sociedad de la Información y el Cocimiento, con Comisión creada al efecto en el Senado, bajo el patrocinio del Ministerio de Ciencia y Tecnología, puede aclarar la razón de tanto escepticismo, sin que nadie termine por pedir cuentas sobre los éxitos o fracasos de tanta iniciativa venida a menos por la falta de medios y la 6 escasa presencia de la sociedad civil en forma de universidades, colegios profesionales, asociaciones de usuarios, etc.

Hoy, el panorama con el que se va a enfrentar la comisión Boyer y la auspiciada por las blue chips y asimiladas, resulta bastante desmotivador, debido a distintas causas:

· La escasa capacidad de asimilar la innovación tecnológica por parte de España. Tanto el Gobierno central como algunos autonómicos han fomentado una inversión pública muy ajena a sectores capaces de contribuir positivamente a través de la tecnología y la innovación a avances en la productividad y competitividad empresarial.

· El retroceso en los últimos diez años en términos relativos de las inversiones en educación y en I+D+i.

· La limitada entidad de las inversiones, políticas y apuestas en España por la Sociedad de la Información. Estar a la cola de la Sociedad de la Información en Europa comporta costes importantes para la competitividad.

· Enfrentarse a países emergentes que no sólo se aprovechan de la competitividad derivada de sus ventajas salariales, sino que apuestan por sectores de tecnologías emergentes capaces de protagonizar olas tecnológicas de entidad en los próximos años. La biotecnología, la nanotecnología, entre otros es fomentada en países como China, Corea, Australia, Israel, la India...

· La cultura de la productividad o de la competitividad no ha estado detrás de la expansión inmobiliaria y por lo tanto esa cultura del pelotazo estaría afectado a otros sectores negativamente.
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Post-it Competitividad
.- Capacidad de una organización pública o privada, lucrativa o no, de mantener sistemáticamente ventajas comparativas que le permitan alcanzar, sostener y mejorar una determinada posición en el entorno socioeconómico. Si hablamos de competitividad de las economías, podemos hacer referencia básicamente a dos acepciones: competitividad agregada y competitividad exterior. La competitividad agregada ofrece una perspectiva amplia, calificando de competitiva a aquella economía que presenta una trayectoria global positiva de sus principales indicadores económicos, es decir, atiende tanto al mercado interior como exterior. Por su parte, la competitividad exterior refleja la capacidad de un país para obtener buenos resultados en los mercados internacionales. A pesar de las múltiples relaciones entre ambas expresiones, no significan lo mismo, por tanto, es imprescindible precisar el tipo de competitividad que se está analizando para así interpretar correctamente los datos.

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(*) Carlos Díaz Güell es director de la revista Tendencias del Dinero

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