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Con denunciar la corrupción no basta

GUILLERMO LÓPEZ GARCÍA (*). 19/03/2011

VALENCIA. Desde que llegó al poder en la Generalitat Valenciana en 1995, el Partido Popular ha conseguido cimentar una sólida hegemonía electoral en la Comunidad Valenciana. Esta mayoría social se basa en varias líneas de fuerza: el PP se presenta como un partido eficaz en la gestión. Como un partido en la práctica regionalista, que defiende los intereses de los valencianos frente a un enemigo exterior más o menos identificado: el PSOE desde que gobierna en España y, desde el principio, aunque se moldee con mayor o menor claridad según las circunstancias, Cataluña y los catalanes. Por último, el PP sería el partido que ha puesto Valencia en el mapa gracias a su fomento del turismo y la construcción inmobiliaria que viene asociada con él y de los grandes eventos culturales y deportivos.

Con este modelo el PP ha conseguido mayorías absolutas sucesivamente mayores desde 1999. También ha incrementado, como explicaba Anselm Bodoque, su poder en los municipios. Es decir, electoralmente funciona muy bien. La cuestión es si tras el estallido de la crisis económicoa sigue siendo un modelo viable.

Una observación desapasionada de lo ocurrido en la última legislatura probablemente nos conducirá a una respuesta negativa: la crisis del sector inmobiliario ha golpeado con particular virulencia a la Comunitat. También ha quedado bastante claro, a estas alturas, que no se trata de una crisis coyuntural que pueda resolverse en un par de años. Los grandes eventos aparecen, en su mayoría, como empresas poco rentables en términos mediáticoturísticos y directamente ruinosas en lo económico.

Por otra parte, el Consell nos ha acostumbrado a una parálisis tan prolongada como preocupante en esta legislatura, en parte debida a los problemas económicos y en parte a los jurídicopolíticos que se derivan del caso Gürtel, sobre todo en lo que se refiere al president Camps. Estos problemas (dificultades económicas y debilidad política) también explican la indefendible cesión de las dos principales entidades financieras valencianas, Bancaja y la CAM, cuyo control ya no radica en la Comunitat Valenciana.

Queda el enemigo exterior, el PSOE que gobierna en Madrid, y que en parte protege al PP valenciano de los costes electorales de sus decisiones estratégicas (por ejemplo, nítidamente, en lo que concierne a la crisis económica y el hundimiento del sector inmobiliario). Pero, aun así, es sorprendente que nada de lo ocurrido (y también de lo que no ha ocurrido) en esta legislatura vaya a tener, en apariencia y según indican los sondeos de opinión, coste electoral para el PP en la Comunidad Valenciana. Más bien, avisan las encuestas, ocurrirá lo contrario.

¿Qué está haciendo el PSPV?

Pocas cosas hay más importantes, en política, que seleccionar aquellos temas por los que queremos ser identificados por la ciudadanía. Evidentemente, se trata de escoger cuestiones que resulten beneficiosas: por su afinidad con la ideología del partido; porque respondan a lo que el partido ha venido defendiendo siempre; porque correspondan a los intereses de una mayoría de los ciudadanos (o, al menos, de la mayoría de los votantes potenciales); o porque son cuestiones que objetivamente perjudican al rival. Lo primero que tiene que hacer un partido político, su principal decisión estratégica, es definir cuáles serán sus marcos de referencia ante el público: de qué temas va a hablar, desde qué enfoque, y por qué motivos.

Es verdad que el PSPV llega en un contexto también difícil a la cita electoral, merced sobre todo a las consecuencias electorales de la crisis económica. Pero esto no justifica los planteamientos que están haciendo los socialistas. Más allá de la denuncia de la corrupción del PP, el PSPV no da la sensación de ofrecer planteamientos alternativos a lo que ya ofrece el PP. Parece partir a menudo de una acepción surrealista: como la mayoría de los ciudadanos vota al PP, nosotros no podemos separarnos demasiado de los planteamientos con los que el PP logró la mayoría.

Así que el PSPV se pasa la vida diciendo "sí, pero". Sí que nos gusta la Formula 1, pero queremos que salga gratis. Sí que nos gusta la visita del Papa, pero no nos gusta la corrupción que puede conllevar. No nos parece demasiado mal el crecimiento urbanístico desaforado de la última década, a pesar de que estemos viviendo ahora sus consecuencias negativas. En todas estas cuestiones el PSPV no tiene una posición firme, porque habla preocupándose, ante todo, de no molestar a los votantes del PP. Y con ello se parte de una percepción absurda: que los votantes del PP son ciudadanos que apoyan al PP sin reservas y en todos los extremos de su acción de gobierno. Por otra parte, si la crítica que se hace no es de fondo, sino de matiz, y basada en obviedades (¡claro que los ciudadanos no quieren que los políticos sean corruptos, y que preferirían que las cosas le costasen menos dinero, o nada, al erario público!), difícilmente seducirán a nadie.

Pero mucho peor que cómo defiende las cosas el PSPV es observar la enorme cantidad de asuntos en los que el PSPV no dice nada, o lo dice con la boca pequeña, sin considerarlo, en realidad, una cuestión central de la campaña. Por ejemplo, la mencionada pérdida de control de las cajas de ahorro. O la gestión privada de los hospitales públicos. O el escandaloso trato de favor a la Universidad Católica de Valencia y, más en general, a la educación privada. Algunos son errores debidos a la debilidad o falta de juicio del actual Consell, otros son temas tradicionales de la izquierda que el actual PSPV prefiere dejar de lado.

Se une a ello una actitud general ante las cosas que, en realidad, habla más bien a favor de los socialistas en lo moral, pero es muy negativa en lo político: ante un escándalo que aqueje por igual a los dos grandes partidos, la respuesta del PP es siempre denunciar, sin freno y constantemente, la mala actuación del PSPV. Los socialistas, en cambio, tienden a callarse: como a ellos también se les pueden reprochar comportamientos similares, prefieren mantener silencio. El resultado de esta divergencia de planteamientos es que el público, que ve cómo sólo los escándalos que aquejan al PSPV son sistemáticamente denunciados (por el PP y los medios afines), acaba por darles más importancia.

El transfuguismo es un ejemplo perfecto de lo que estoy comentando. En la Comunidad Valenciana han surgido, a lo largo de la última legislatura, dos mociones de censura apoyadas en tránsfugas, en municipios de tamaño parecido (Benidorm, y Dénia) y con el mismo resultado: el cambio de signo de la alcaldía. En un caso, un tránsfuga del PP provocó la pérdida de la alcaldía de Benidorm a manos del PSPV. En el otro, Dénia, ocurrió exactamente lo mismo, pero al revés.

Son dos asuntos muy similares, pero los medios de comunicación han hablado mucho más de Benidorm que de Dénia. Y ello no sólo se debe a que en Benidorm esté por medio la familia de Leire Pajín, puesto que también podrían comentarse cuestiones mediáticamente muy relevantes de Dénia (cuya moción de censura se enmarca en un enfrentamiento de la alcaldesa socialista, Paqui Viciano, con varios empresarios del sector inmobiliario que buscaban la aprobación de un gigantesco PAI). Se debe, fundamentalmente, a que el PP no tiene ningún problema en atacar al PSPV (y también al PSOE, a nivel nacional) por el caso de transfuguismo de Benidorm, sobre todo mientras la estrategia del PSPV sea dar la callada por respuesta "no sea que, si sacamos lo de Dénia, nos saquen lo de Benidorm". Pero, por supuesto, "lo de Benidorm" sale igualmente.
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Guillermo López García es profesor titular de Periodismo de la Universitat de València

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1 comentario

Andrés escribió
19/03/2011 16:12

El artículo me parece impecable, de la primera al última línea. Poco o nada que comentar. Bueno, sí, que teniendo en cuenta los numerosos errores del PP en estos años, su impresentable acción de gobierno y hasta qué punto los hechos lo están demostrando... es una tragedia que aquí no haya oposición digna de ese nombre que se haya currado planteamientos alternativos serios.

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