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Tomás Llorens: "Valencia necesita un pacto cultural como el que en su día firmaron en Madrid Carmen Alborch y Miguel Ángel Cortés"

MARÍA JOSÉ SERRA. 21/03/2011

VALENCIA. Es una de las 'vacas sagradas' de la historia española del arte. Fundó el IVAM (del que se muestra ferviente defensor, incluyendo la actual gestión) dirigió el Museo Reina Sofía. Fue conservador del Thyssen-Bornemisza. Muy crítico con la política cultural española, asegura que su deterioro ha sido más rápido y nocivo en la Comunidad Valenciana "por la política neoliberal y populista de su Gobierno"

Figura clave para entender la historia del arte moderno, es un minucioso investigador que sigue en la brecha a sus 73 años igual de comprometido que cuando presentó en la Bienal de Venecia de 1976, junto a Saura, Tàpìes, Ibarrola y el Equipo Crónica, entre otros, la polémica y célebre exposición 'España. Vanguardia artística y realidad social (1936-1976)'. Fundó el Instituto Valenciano de Arte Moderno (IVAM) y dirigió el Museo Nacional de Arte Reina Sofía. Natural de Almassora, licenciado en Filosofía y Letras, y Derecho, fue durante 14 años conservador jefe del Museo Thyssen-Bornemisza, del que hoy es su director honorario. Ahora forma parte del patronato del nuevo museo Carmen Thyssen, de Málaga, que el próximo jueves, día 24, abrirá sus puertas. Un ambicioso proyecto de Tita Cervera, que ha contado con la dirección y el criterio de Llorens.

El encuentro con el historiador se produce en la cafetería de la estación Joaquín Sorolla de Valencia. Llorens tiene que coger el AVE a Madrid y luego un avión a Pamplona donde impartirá una conferencia. Se disculpa porque llega cinco minutos tarde. Un caballero. A pesar de su fama de hombre serio explica sonriente que ha aprovechado el trayecto para pasar por el Centro del Carmen -que abrirá sus puertas en abril tras su rehabilitación- y ver cómo va la exposición Retratos de la Belle Époque, que ha preparado junto a su hijo Boye. Patrocinada por la Generalitat Valenciana y la Caixa, exhibirá obras de Joaquín Sorolla, Manet, Tolouse-Lautrec y Boldini, entre otros.

Para Tomàs Llorens el viaje ha comenzado temprano porque ha venido desde Dénia, donde se podría decir que vive desde siempre. A mediados de los 80 adquirió junto su mujer, la pintora de origen germánico Ana Peters, una antigua casa en Las Rotas. Padre de tres hijos y abuelo de Adrià, de cinco años, vivió durante más de una década en Inglaterra, donde impartía clases de arquitectura. Mientras pasaba los veranos en el municipio costero compartiendo charlas y paseos con Manuel Vicent, Manolo Valdés y el actor Álvaro de Luna, 'el Algarrobo'. "Me considero parte del paisaje de Dénia", comenta.

Son las tres y diez de la tarde. No ha comido. Le ánimo a que lo haga, y se dirige a la cola. Pide una sartén de patatas y huevos con pisto. Agua y pan. Con las prisas, ha olvidado el cuchillo y me ofrezco para traérselo. De nuevo se disculpa, en esta ocasión, por no haber tenido tiempo para comer. Mientras lo hace, con deleite, buscando el pisto, iniciamos la entrevista.

-¿La política cultural es mejor o peor que hace unos años?
-Yo he estado muy preocupado toda la vida por la dimensión política de la actividad artística. Siempre la he visto desde una concepción humanista. Las diferentes formas de creación me han parecido fundamentales para la formación del ser humano y la educación. Muy claramente desde el siglo XVIII la actividad creativa ha transmitido valores sociales y culturales. Esa concepción se ha defendido durante el siglo XX. Pero la verdad es que ahora me considero en el final de una tradición de pensadores europeos que asocia cultura con humanismo y valores. La evolución sufrida por Europa y el mundo en los últimos 30 años ha erosionado profundamente esa concepción.

-¿En qué se ha notado el cambio?
-Quizás el signo más evidente es la marginación, o la desaparición de la historia del arte en los programas educativos de la enseñanza obligatoria. Esta situación está teniendo unos efectos desastrosos. También hay un fomento de la gratificación inmediata. Lo que en los años sesenta llamábamos el consumismo, que viene desde una especie de pensamiento economicista que está dominando la vida pública europea desde hace varias décadas, y que va claramente en contra de esa concepción que asocia cultura con valores. Son cosas diferentes desde todos los puntos de vista. Psicológicamente la gratificación inmediata y valores no tienen nada que ver. Hay que comprender la educación humana como la entendía Schiller.

-Ustedes, los intelectuales, ¿están haciendo algo para remediar esta situación?
-Hay una respuesta pero es escasa y confusa. Hay una tradición crítica en el campo de la historia del arte, una tendencia, que se opone a la concepción capitalista de la cultura pero que actúa de un modo ineficaz, y por lo tanto sin solidez. Esa tendencia, además, está profundamente contaminada por la tradición ácrata, que en el fondo siempre ha actuado a favor del capitalismo, y que propugna la desaparición de la norma, de lo público. Hay una sintonía profunda entre el pensamiento dominante neoliberal y ciertos pensamientos que contribuyen a alejarnos de los valores en vez de recuperarlos.

-¿Quién manda entonces en el arte, en la cultura?
-Hoy en día está clarísimo. El poder real es la economía en todos los sectores. Los demás somos pequeños instrumentos a su servicio. Una gran decisión sobre la edad de jubilación. Una decisión que afecta a miles y miles de personas, la ha adoptado el poder económico. Los poderes políticos no tienen nada que ver.

-¿Está en contra de esa medida?
-Yo estoy en contra del incremento descarado de las rentas del capital frente a la disminución de las rentas del trabajo. Estamos en una sociedad en que las rentas del capital son cada vez mayores y las del trabajo son cada vez menores. No me parece justo.

-Pero cada vez hay más museos y más gente que acude a ellos.
-El incremento de los museos y de su público es un fenómeno que se sitúa en los años 80 y que tiene su inercia, pero que ya empieza a mostrar síntomas de cansancio y de cambio.

-¿Con los esfuerzos que las instituciones están haciendo?
-Sí, a pesar de ello. Recuerdo una conversación con los directores del Louvre y del Metropolitan hace 10 años, en la que se puso de manifiesto la preocupación porque la edad de los visitantes era cada vez más alta. Los jóvenes no van a los museos. Yo creo que el museo no es una institución viable si se aísla, como está ocurriendo, del sistema educativo. La gente que va hoy a las pinacotecas es la que estudió historia del arte en su enseñanza obligatoria. Conforme accedan en la pirámide de población las generaciones que han tenido una enseñanza marginal del arte, descenderán todavía más las visitas a los museos. Éstos se han defendido programando acciones que sólo alcanzan a una minoría y no compensan la carencia en la enseñanza.

-Pero en el sistema de educativo sí que intervienen los políticos...
-No. También depende, y cada vez más, del poder económico, como las pensiones. Los presupuestos de educación cada vez son más escasos. La parte del PIB que se dedica a objetivos públicos cada vez es más pequeña. Todo forma parte de las misma raíz. Las directrices de la UE en materia de educación han seguido esa línea economicista. Reducir los gastos de educación, y desplazar la inversión hacia enseñanzas más útiles para la producción económica.

-¿Cómo se traduce este efecto en la Comunidad Valenciana?
-El deterioro cultural ha sido más rápido y nocivo en la Comunidad Valenciana por la política neoliberal y populista de su Gobierno. Es un efecto de la orientación política de los últimos años. La política del Partido Popular ha provocado que el nivel cultural en el ranking, comparado con otras regiones españolas, vaya en descenso.

-¿El IVAM también?
-No. El IVAM ha tenido desde siempre mala fortuna. Ha recibido una recepción critica de carácter gremial, que en los años 80 se expresó a través de las asociaciones de artistas, y que luego ha estado determinado por ciertos sectores intelectuales de izquierda, en mi opinión, muy cerrados.

-¿En su época también?
-Claro, y fueron los palos más fuertes que ha recibido el museo hasta la fecha... Fue tres años antes de abrir, de manera que el IVAM está acostumbrado. Creo que los palos no están justificados, que los sucesivos directores del museo han hecho un gran trabajo, incluyendo la actual, Consuelo Ciscar. El IVAM funciona bien, es una institución viva, siempre criticada, pero globalmente muy apreciado, y el crecimiento de los donativos a la institución es una buena muestra de ello.

-Quizás es que los valencianos somos demasiado críticos...
-La verdad es que el mundo de la cultura tiene cierta tradición de fraticidio que en Valencia tiene más intensidad que en otras partes.

-¿Qué opina de la parálisis del Centro del Carmen?
-Debería ser un museo del siglo XIX. Creo que en Valencia hay espacio para ello y siempre lo he defendido así. Ha faltado constancia política para hacer un proyecto de ese tipo. La verdad es que no sé bien qué es un centro sin personal sin dotación económica. Para mí es algo confuso. Al final se programan actividades oportunistas que pueden aprovechar una coyuntura favorable en un determinado momento pero que luego desaparecen sin aportar nada. Yo sé bien lo que es un museo. Y sé que a medio o largo plazo aporta colección y educación. La promoción de la pintura de Sorolla tiene en Valencia una base social tan amplia que es una pena que no se hayan hecho iniciativas de mayor calado y con dotación económica. El museo del siglo XIX sería el marco perfecto.

-Qué me dice del Museo Valenciano de la Ilustración y la Modernidad (MuVIM)?
-El museo consiguió una autonomía profesional que se plasmó en una serie de exposiciones muy inteligentes con contenidos muy ricos que con escasos recursos suscitó el interés del público. Ahora esa autonomía ha desaparecido y volvemos a una situación lamentable. Las instituciones culturales deben estar separadas de la vida política partidista porque opera en plazos muy cortos, frente a las instituciones culturales que trabajan con tiempos largos. Es necesario que los partidos adopten acuerdos que en el ámbito educativo y cultural son imprescindibles. En Madrid se consiguió entre el PP y el PSOE sobre el Museo Reina Sofía. Un acuerdo que hicieron posible la entonces ministra de Cultura, Carmen Alborch, y Miguel Ángel Cortés. Ese pacto fue la base para que el museo alcanzara el prestigio que tiene hoy en día. Ese pacto no se ha producido en Valencia y es una de las grandes desgracias que está padeciendo la vida cultural de la Comunidad Valenciana.

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