La historia de Jordi Petit, el empresario responsable de aceites Masia El Altet, es uno de esos ejemplos que se suelen estudiar en las escuelas de negocios. Un muestra de cómo reconvertir unos activos familiares, una herencia, en un negocio multinacional que en apenas unos años exporta a más de treinta países alrededor del 70% de su producción

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VALENCIA (VP). Las montañas de L’Alcoià i El Comtat están estratégicamente sembradas de preciosas masías centenarias que, con mayor o menor fortuna, han sobrevivido al paso de los años y han dejado de ser centros productores para convertirse en lujosos chalés o incluso hoteles de lujo.

En unas se cultivaba el cereal, en otras la almendra, frutales, vid u olivos, pero la pérdida de rentabilidad secó la esencia de estos caserones hasta convertirlos prácticamente en museos de un pasado no muy lejano.

Pero siempre hay excepciones, lugares en los que el tiempo se detiene o quizá a los que la historia se empeña visitar de nuevo, y la Masia El Altet, un caserón rodeado de hierbas aromáticas a caballo entre los parques naturales de la Font Roja y la sierrra de Mariola, es uno de ellos.

“Hace más de cien años la finca se dedicaba al vino y al aceite, pero con la llegada de la filoxera se tuvieron que arrancar todas las cepas. Quizá lo único que se conserva, además de la casa, son los olivos centenarios que mantenemos por cuestiones sentimentales”, explica Jordi Petit, el propietario.

Este economista y auditor de cuentas alcoyano decidió hace quince años iniciar una nueva aventura empresarial. Buscó asesoramiento “entre expertos italianos de prestigio”, replantó toda la finca con olivos de calidad, instaló riego por goteo y se sentó a esperar.

“Realmente no podría cuantificar la inversión realizada. Fue un gasto constante durante los primeros años, pero la verdad es que hicimos las cosas bien y el producto que hemos obtenido, tras siete años en los que se desechó la producción, es realmente excelente”, añade.

PROBLEMAS CON LA PRODUCCIÓN 

Pero también abundante, entre 100.000 y 200.000 botellas de medio litro al año, en función de la cosecha, y eso empezó a ser un problema. “El mercado español especializado, las tiendas gourmet, no pueden absorber esta cantidad. No en todos los canales se puede comercializar un aceite que vale unos 28 euros el litro”, reconoce Petit.

“Estábamos obligados a vender nuestro producto en el extranjero, pero yo no tenía ni idea de comercio exterior, sólo algunas nociones, pura intuición, de modo que me informé de cuál podría ser el mejor camino para la exportación”, añade.

“En este proceso aprendí que se necesita mucha paciencia para abrir mercados. Contacté con una empresa de Córdoba especializada en la comercialización de aceites y ahora es nuestro departamento de exportación, pero nos costó un año de esfuerzos a fondo perdido”.

LOS PREMIOS, UN ALIADO DE LUJO 

Tras todo el trabajo y la inversión, a esta iniciativa empresarial se sumó la suerte como aliado de lujo. Los aceites de Masia El Altet ganaron varios premios de prestigio internacional y entraron por la puerta grande en los principales mercados del mundo, pese a las dificultades que tradicionalmente han tenido los productos agroalimentarios españoles.

“Es ingenuo esperar resultados en seis meses. Primero hay que acudir a ferias, visitar a los distribuidores, dar a probar el producto, mantener siempre la calidad y esforzarse al máximo por fidelizar al cliente en cuanto ha comprado nuestro aceite”, detalla Petit.

Y también se pude innovar en la relación con los distribuidores. “En lugar de vistar cinco o seis países, últimamente hemos invitado a España a los responsables de nuestros principales canales de distribución en Holanda, Japón, China o Estados Unidos; y también premiamos con viajes a los vendedores que más producto mueven, así conocen la finca y las bondades de España”. 

EL ACEITE DE LA FAMILIA IMPERIAL DE JAPÓN

Masia El Altet empezó a comercializar aceite de calidad hace cuatro años, y en este periodo ha recibido el reconocimiento internacional en forma de premios y menciones por parte del top ten de los cocineros mundiales; incluso ha estado incluido en la cesta de Navidad del presidente del Gobierno y está presente en la cocina de la familia imperial de Japón, país que consume el 20% de su producción.

El año en que la empresa inició sus exportaciones, en 2008, la facturación superó los 220.000 euros. El año siguiente la cifra se multiplicó por tres, y las previsiones de Petit pasan por mantener esta progresión.

“Ahora mismo la finca no necesita inversiones importantes, pero hemos de mantener y potenciar el nombre que hemos logrado en los mercados internacionales. También estamos pensando en productos nuevos como el aceite con trufa blanca o un vinagre de jerez  de 60 años. Hemos de rentabilizar al máximo los canales de distribución que hemos abierto”, sentencia Jordi Petit.

OTROS NEGOCIOS 

Y es que en la cabeza de este alcoyano, invadida por un ‘coupage’ de picual, arbequina, changlot real, genovesa, blanqueta y alfafarenca, queda mucho sitio para los negocios. “También estamos pensando en la posibilidad de envasar hierbas aromáticas de la zona en tarros de super lujo, porque el tomillo de la zona no tiene nada que ver con el que puedes encontrar en Albacete, por ejemplo”.

"El cliente ha de saber que tiene el mejor producto, y que continua siendo el mejor cada año, ese es nuestro compromiso. En Japón nuestro aceite es como chanel número cinco, es bueno y saludable. Lujo, gastronomía y salud", sentencia Petit.