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Los empresarios españoles, a escena

Por CARLOS DÍAZ GÜELL (*). 01/03/2011

MADRID. Con la foto de 17 de los más relevantes presidentes de empresas españolas, se daba por constituido el Consejo Empresarial para la Competitividad –un, lobby, en terminología sajona- y veía la luz un proyecto que tuvo su origen el 25 de octubre del pasado año con motivo de la celebración en Santander del XIII Congreso Nacional de la Empresa Familiar.

Los empresarios convinieron en que resultaba perentorio cubrir el vacío dejado por la CEOE de Gerardo Díaz Ferrán como interlocutor del Gobierno y que había alcanzado cotas de deterioro inimaginables hasta el extremo de que se había convertido en un órgano no solo caro, sino inútil. La prueba del 9 de todo ello es el papel jugado por la CEOE a lo largo de la crisis económica, que muchos empresarios califican de nulo y del que el actual presidente Rossell se ha apresurado a desmarcarse posicionándose a favor del nuevo proyecto.

No es fácil que la crema del empresariado español converja motu proprio en un mismo escenario  salvo por razones de extrema necesidad, y ese momento ha llegado tras comprobar cómo durante tres largos años el Gobierno ha jugado con el prestigio de España y de sus empresas, algo que los mercados se han encargado de descontar puntualmente. Sin embargo, algunos observadores consideran que este movimiento nace con una cierta falta de credibilidad ya que otras aventuras previas creadas al calor del poder, se han quedado en agua de borrajas y ahí está para demostrarlo el estrafalario movimiento de “Esto solo lo arreglamos entre todos”, campaña auspiciada por el Consejo Superior de Cámaras de Comercio de Gómez Navarro y en la que participaron casi los mismos que ahora lo hacen en el Consejo de la Competitividad, o lo que es lo mismo: Telefónica, Iberia, El Corte Inglés, BBVA, Banco Santander, La Caixa, Caja Madrid, Repsol, Cepsa, Endesa, Iberdrola, Red Eléctrica, Mapfre, Renfe, Abertis, Mercadona, Indra y la patronal de la construcción, Seopan.

Gastado el dinero se acabó la campaña y efectivamente ha quedado claro que esto solo lo arreglamos entre todos: recorte salarial a los funcionarios, recorte de las pensiones, subida del IVA, subida de impuestos especiales, etc. César Alierta, nominado presidente del Consejo Empresarial para la Competitividad, ente calificado como un think tank y del que saldrán propuestas para recuperar la senda del crecimiento económico y conseguir fortalecer la marca 'España,' muy debilitada con la crisis, tiene otros antecedentes como el Proyecto Marca España que nació con el objetivo de articular una nueva imagen de España que, no sólo mejorara la proyección económica del país, sino que transmitiera la nueva realidad política, social y cultural de España.

Entre sus promotores, el Real Instituto Elcano, el Instituto Español de Comercio Exterior, el Foro de Marcas Renombradas Españolas y la Asociación de Directivos de Comunicación. Como en otras muchas aventuras bienintencionadas, se desconoce el balance de su actividad. En cualquier caso, la iniciativa ha sido acogida como un síntoma de la preocupación existente en el mundo empresarial por el poco peso que han tenido en esta crisis y por la forma en que han sido ignorados por el gobierno con la excusa de la descomposición que ha estado sufriendo la CEOE, patronal a la que la burocracia devora y la lleva a niveles de inutilidad ciertamente notables.

Un caso relevante y que pasará los anales de lo que son “capaces” de hacer los empresarios, lo dio en noviembre del pasado año la Fundación Everis –presidida por el ex ministro de Defensa Eduardo Serra– al hacer entrega al monarca, en audiencia privada, de un documento muy critico sobre la situación actual y futura de España, ciertamente demoledor y que fue respaldado por un centenar de importantes empresarios.

Con independencia de la calidad del análisis, la metodología utilizada era ciertamente tramposa, ya que el documento fue distribuido entre los principales empresarios bajo la premisa de que si estaban en desacuerdo con su contenido lo hicieran constar. La aceptación fue masivamente mayoritaria y con esas credenciales se abrieron las puertas de la Zarzuela. Diez días más tarde, el presidente del Gobierno reunía en la Moncloa a lo más granado del empresariado español para hablar de nada.
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(*) Carlos Díaz Güell es director de la revista 'Tendencias del Dinero'

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