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Sobre econometría, series y otros cálculos ambiguos

JORDI PANIAGUA (*). 22/02/2011 "Ahora que la canciller alemana propone ligar el sueldo a la productividad habrá que desempolvar los viejos apuntes para calcular los salarios. Preguntas como ¿cuánto tengo que invertir en publicidad para aumentar las ventas? son cuestiones sobre las que la econometría tiene una respuesta más eficiente que la prueba y error..."

VALENCIA. Series hay de muchos tipos. El ciclista piensa en las tardes subiendo el puerto de l'Oronet cuatro o cinco veces seguidas. El telespectador recuerda las noches de entretenimiento frente a la tele. En el mejor de los casos series de la BBC como Fawlty Towers, Black Adder o Coupling. O norteamericanas como The Wire (Dostoievski en Baltimore), que debería ser de visión obligada para policías, sindicalistas, políticos, maestros y periodistas. El economista o el ingeniero (algo en común teníamos que tener) suele dibujar series de datos. Incluso hay algunas series económicas que nos sobresaltan cada mes o trimestre: el paro, el PIB, la inflación.

Más allá de la homonimia no existe una aparente conexión. Hasta la última temporada de Frasier que, como los buenos libros, deja un vacío existencial cuando se termina. Es entonces cuando Julia -interpretada por Felicity Huffman- publica un libro titulado "Aplicaciones de econometría para la vida corriente". La econometría ha sido tradicionalmente un campo cercado y de especialistas. Frasier nos propone aplicarla a la vida real y corriente. Las series se entrelazan.

La econometría es la medida (metría) de conceptos económicos. Lord Kelvin, que de medir sabía lo suyo, dijo "Medir es saber", para añadir "lo que no se puede medir no se puede mejorar". Peter Drucker amplió la idea señalando que lo no medible no es gestionable. Si queremos mejorar o gestionar mejor la economía, deberíamos empezar por medirla adecuadamente. Este concepto, subyacente en la gestión de la calidad, es fácilmente exportable a otros ámbitos.

A modo de ejemplo, el primer día de clase tras los exámenes de febrero, cuando los alumnos están aún atentos y expectantes, les propuse el siguiente ejercicio: averiguar cuál era el porcentaje de clases a las que tenían que asistir para poder aprobar la asignatura utilizando las notas y la asistencia del primer cuatrimestre como variables. Luego que no me digan que no les avisé si hacen más novillos de los necesarios.

Ahora que la canciller alemana propone ligar el sueldo a la productividad habrá que desempolvar los viejos apuntes de cuarto de carrera para calcular los salarios. La regla de tres es un poco escurridiza con la cada vez más compleja realidad económica. Preguntas como ¿cuánto tengo que invertir en publicidad para aumentar las ventas? son cuestiones sobre las que la econometría tiene una respuesta más eficiente que la prueba y error. ¿Cuántas casas construyo, cuál es la demanda y a qué precio? Parece que las regresiones que se plantearon hace unos años en el mercado inmobiliario tenían un coeficiente de determinación bastante, pero bastante bajo.

Sin embargo, la econometría no es un fin en sí mismo. Todo problema que se plantee necesita un sólido modelo que pueda ser contrastado. La econometría no nos ofrece una solución mágica para administrar un comercio, aprobar una asignatura o gobernar un país. Unos cálculos más rigurosos mejorarían nuestro conocimiento de la realidad, pero se necesita un buen producto, horas de estudio y una sólida gestión.

¿Qué sucede cuando falla el modelo y además no lo calculamos correctamente? Por ejemplo, queremos repartir porciones de una tarta entre unos invitados. Podemos establecer distintos modelos para repartir los trozos: en función del hambre de cada uno, su edad o simplemente a partes iguales. Si cada invitado decide el modo de repartir el pastel en función de lo que más le interese y no somos capaces de medir y predecir el número y tamaño de las porciones, puede que me quede corto (imaginemos que una persona tiene un hambre voraz y lo devora todo). En el pastel autonómico unas autonomías reciben financiación por habitantes, otras por densidad de población, otras por PIB, otras por insularidad. La econometría se hace más necesaria que nunca. ¿Y si aun así no se halla el modo de dividir el pastel? Entonces será cuestión de replantearnos el modelo. Como diría Frasier "Sus labios me decían ‘no', pero sus ojos me decían ´lee mis labios'".

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(*) Jordi Paniagua Soriano es profesor de Econometría de la Facultad de Estudios de la Empresa, UCV.

 

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1 comentario

Javier P. Fuentes escribió
22/02/2011 10:08

Me da la impresión que el autor además de ser economista y dedicarse a la econometría también es ingeniero pero sería clarificador especificar porque tienen algo en común ¿sólo una cosa: "algo"? o ¿varias? Y además la frase de que "lo que no se puede medir no se puede mejorar" ya la dijo el filosofo griego Anaximandro.

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