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El bucle endiablado de la democracia valenciana

JOAQUÍN MARTÍN CUBAS. 17/04/2010

A principios de este mes de abril se ha hecho pública en el diario Público una encuesta demoscópica sobre la intención de voto de los valencianos en las próximas elecciones autonómicas. La predicción no se aparta un ápice de los resultados de las elecciones autonómicas celebradas durante los tres últimos lustros en nuestra Comunidad. El Partido Popular se sitúa en el entorno de la mayoría absoluta con el 51% de los votos; el PSPV-PSOE, en segundo plano con cerca del 40% de los votos; EU, cuanto apenas por encima del 5%; y el Bloc, cuanto apenas por debajo del 5%.

Punto arriba, punto abajo, nada nuevo bajo el sol de nuestra Comunidad. Sin embargo, no por ello dejan de ser resultados que merecen una seria reflexión pues han cambiado y mucho las circunstancias ambientales en las que estas orientaciones se producen.

Desde 1995 la economía del nuevo mundo globalizado había venido disfrutando de una fase de crecimiento ininterrumpido que permitía a los gobiernos en el poder, en cualquier nivel y en cualquier lugar, hacer valer la bonanza económica como una simple consecuencia de las políticas que llevaban a cabo. Así, en nuestro país el discurso del poder era exactamente el mismo en el Estado y en todas las Comunidades Autónomas; quizá lo único que cambiaba era la intensidad de la vanagloria con la que se pronunciaba, aspecto éste en el que la Comunidad Valenciana siempre se ha llevado la palma.

En cualquier caso y a ojos de cualquier analista, la principal causa explicativa de los sucesivos triunfos del PP en el poder de la Generalitat radicaba sobre todo -aunque no sólo por ello- en la incuestionable realidad de una economía floreciente.

Ahora bien, esta situación quebró a lo largo de 2009 cuando, por un lado, la profundidad de la crisis económica se hizo incuestionable y, por otro lado, se destaparon las implicaciones de miembros señalados de nuestra clase gobernante, incluyendo al mismísimo presidente de la Generalitat, en la trama de corrupción Gürtel.

En condiciones normales, este tándem -malos datos económicos y un gobierno asociado a comportamientos corruptos- se correlaciona con la pérdida de confianza de los ciudadanos hacia el gobierno de turno. Sin embargo, la encuesta mencionada más arriba -junto con otras conocidas de antemano- nos ponen ante la evidencia de una nueva excepción valenciana: pese a la que le está cayendo encima, el PP resiste la embestida y mantiene, con muy pocos matices, un amplio apoyo ciudadano.

Posiblemente las razones que permiten explicar este fenómeno son muchas y variadas y han sido ampliamente explicadas por los analistas de la realidad valenciana. Sean las que sean éstas -no es mi intención entrar ahora en su análisis-, a lo que parece, el PP valenciano ha consolidado un voto de identificación/adhesión que está con él llueve o truene; fidelidad que, entre otras cosas, le permite atribuir a otros, sin vergüenza alguna, la responsabilidad de la especial dureza de la crisis en nuestra Comunidad o, con el mismo desparpajo, exonerar de responsabilidades por sus comportamientos corruptos a los líderes de este partido.

Por desgracia, sobre esa realidad incuestionable no se atisba alternativa posible y la desazón cunde en las filas de la ciudadanía -sea de derechas o de izquierdas- más consciente de los riesgos que ese vacío entraña para el clima de nuestra convivencia futura. De seguir por esta vía, la democracia construida sobre el principio de la alternancia pacífica en el poder -con todas las virtudes asociadas a ese principio- quiebra en nuestra Comunidad. Y lo hace por la combinación, por un lado y como es obvio, de los respectivos méritos y deméritos del PP y de la oposición y, por otro lado y sobre todo, por los condicionantes del sistema electoral a la competición política en nuestra Comunidad.

Si la competición electoral en esencia se desenvuelve en términos de derecha e izquierda, parece claro a día de hoy que, salvo terremoto, la derecha gobernará por los tiempos de los tiempos en nuestra Comunidad. En parte lo hará por méritos propios que se retrotraen a la década de los noventa. Fue entonces cuando los dirigentes de la derecha supieron ver que, en el marco del sistema electoral establecido por los estatuyentes de 1982, el PSPV-PSOE se imponía con facilidad en nuestra Comunidad y lo hacía más bien como consecuencia de la división de la derecha que por el apoyo electoral directo que recibía de los electores; fraccionamiento el de la derecha que en la época imposibilitaba vislumbrar sus posibilidades de triunfo e incrementaba, asimismo, la abstención entre sus potenciales votantes.

Cuando la derecha -líderes políticos y sociales conscientes- supo reorganizarse en torno a una única opción electoral le dio la vuelta a aquella situación, antes desfavorable, como se le da a un calcetín. A partir de ese momento los efectos del sistema electoral han pasado a jugar a su favor y en contra de la izquierda que, para su desgracia, ha continuado dividida en al menos tres opciones políticas con razonables esperanzas de entrar en el parlamento (vana gloria para tan poco poder).

Y es que, en primer lugar y con carácter general, el sistema electoral valenciano -en principio proporcional- da ventaja a igualdad de resultados entre izquierda y derecha siempre al partido más votado que, con nuestro sistema actual de partidos, no es otro que el partido único de la derecha, el PP.

En segundo lugar, la guillotina del 5% de los votos necesarios para entrar en el reparto de los escaños provoca de forma sistemática que la izquierda, con dos partidos en esa franja -Bloc y EU-, salga normalmente a competir con una desventaja de más de cuatro puntos sobre la derecha; desventaja que puede llegar a ser de más de nueve puntos si EU en próximas elecciones no alcanzara tampoco el fatídico porcentaje.

Si a esos efectos del sistema le añadimos, en tercer lugar, un respaldo social y electoral mayoritario al partido de la derecha, las distancias se vuelven insalvables; la desazón, en este caso, del electorado de izquierda se incrementa y con ella, correlativamente, lo hace su abstención y finalmente, como pescadilla que se muerde la cola, desaparece cualquier viso de alternativa real al poder del PP.

La ciudadanía, desprovista de ese aliciente, se retira; y la competición política real desaparece. A largo plazo es la crisis de la misma democracia no sólo como gobierno legítimo -la corrupción del sistema es su síntoma más visible y la falta de estímulos al consenso su principal rémora- sino especialmente como gobierno eficaz, efectivo y eficiente,pues desaparecen los incentivos a los mejores comportamientos en la labor de gobierno.

Ante este estado de cosas sólo hay dos alternativas: o bien los líderes políticos y sociales de la izquierda emprenden el mismo camino que recorrió la derecha en los años noventa y reunifican sus fuerzas en torno a una única opción electoral, camino hartamente complejo y exigente; o bien se hace desaparecer el principal inconveniente para una competición electoral real en nuestra Comunidad que es la exigencia de superar el 5% de los votos en toda la Comunidad.

Ni una ni otra garantizan en cualquier caso la victoria electoral. Siempre serían los ciudadanos los que tendrían la última palabra pero, de entrada, una u otra harían posible -más allá de sus probabilidades en un momento dado- la alternancia en el gobierno, aspecto central -como hemos visto- de la vida de cualquier democracia avanzada, consolidada y de calidad. Lo que no tiene explicación es que ni una ni otra opción estén en la agenda actual de los partidos de izquierda de la Comunidad.

 

(Joaquín Martín Cubas es profesor de Ciencia Política. Universidad de Valencia)

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5 comentarios

man escribió
19/04/2010 09:39

Buen análisis, aunque pueda resultar tétrico que un grupo de mediocres supuestamente corruptos como los que nos gobiernan puedan seguir, 4 años más, cantando las falsas bondades de la Comunidad Valenciana, a la cola en cualquier índice serio de medición de bienestar.

farteta escribió
18/04/2010 13:28

Perdón, pero es que en Valencia me siento obligada a votar al PP, porque por suerte o desgracia el otro gran partido deja mucho que desear en estas tierras. A todo lo que se intenta hacer aquí le meten trabas, total que en la mente de la gente corriente pasa que en el supuesto caso de gobernar estos últimos años el PSOE en Valencia no tendríamos nada de lo nuevo que tenemos. Además son catalanistas que ya es el colmo de los colmos.

Marlango escribió
18/04/2010 08:42

Pues a mi me parece un excelente análisis que explica técnicamente por què en este país no pasa nada en política a pesar de la que está cayendo. Bien cierto es, y el autor no lo dice, que el PSPV no ha logrado cuajar una alternativa atractiva y/o ilusionante para los electores. Sigue siendo una misión imposible 'visualizar', ni siquiera virtualmente, cuál podría ser la Comunidad Valenciana, o la Valencia, gobernadas por estos socialistas recién llegados. Y si unos jovencitos no saben ilusionar a una sociedad más que cansada, aburrida, de los actuales dirigentes, apaga y vámonos... Lo valenciano se está quedando viejo, o rancio, o anticuado y eso sí que es grave.Por muchos AVEs que nos pongan

José escribió
17/04/2010 23:19

En el 07 el PP obtuvo el 52% de los votos. Eso es lo que hay que explicar y el texto no dice ni palabra. Y hay que explicarlo sin acudir a memeces como la manipulación de C9 como si su cuota de pantalla fuera del 100% y los ciudadanos fueramos imbeciles todo el día pegados a la pantalla y creyendo a pies juntillas lo que cuena. Que no lo somos. Cuando se intenta copiar al PP, como le pasa a Alarte y antes a Pla, los electores queremos el original no una copia de mala calidad. No somos tontos. Pero es mas facil echar balones fuera que reconocer la propia incapacidad. Esa que demuestra la ilustratva, por lo impresentabe del perspnaje, entrevista en Valencia Plaza al ínclito Broseta cuyo único mérito es ser el Riky Costa del PSPV (amigo del jefe). Y encima salió pancartero el chico.

valencianet escribió
17/04/2010 19:38

el PP sacará más del 51% tengan en cuenta la "neutralidad" de Público.

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