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La comunicación, el gran fracaso de la política del Gobierno frente a la crisis

CARLOS DÍAZ GÜELL (*). 18/01/2011 "Tres años después de que la crisis económica empezara a hacer acto de presencia, no se recuerda intervención en la que el presidente del Gobierno o alguno de sus más destacados miembros hayan ido más allá del uso de una comunicación cercana a la propaganda y repleta de eslóganes políticos que desmerecen a quienes los utilizan..."

MADRID. Comenzó 2011 con la subida habitual de precios y tarifas de todos los años, aunque en esta ocasión, el incremento experimentado en un 9,8% por un producto de primera necesidad como es la electricidad, ha marcado las diferencias con respecto a años anteriores. Y pese a ser el mayor aumento autorizado por un gobierno en la reciente historia de España, el evento se saldaba con una frase del ministro de Industria que pasará a la historia pequeña de las naderías: la subida supondrá "poco más que el precio de un café" por persona al mes.

Con independencia de que el ministro Sebastián conozca o no el precio de un café, como le ocurriera a Rodríguez Zapatero en alguna aparición televisiva; de que cifrara posteriormente el incremento en 1,7 euros mensuales para cada uno de los consumidores de un hogar medio, o de que alguna organización de consumidores asegure que cada abonado pagará 6,77 euros mensuales de más en sus recibos, lo que realmente sorprenden de las palabras de uno de los más brillantes miembros del gobierno -'minnesoto' (**) de formación y de comportamiento- es que no fuera capaz de articular una explicación a los ciudadanos relevante y veraz sobre los motivos de tan elevado incremento.

El comportamiento del significado miembro del Gobierno hay que enmarcarlo en la política de comunicación mantenida hasta hoy por el ejecutivo y el partido que lo sustenta, incapaz de dar una explicación sobre la crisis económica lo suficientemente creíble como se merece una sociedad supuestamente adulta y madura como la española. Tres años después de que la crisis económica empezara a hacer acto de presencia, no se recuerda intervención en la que el presidente del Gobierno o alguno de sus más destacados miembros hayan ido más allá del uso de una comunicación cercana a la propaganda y repleta de eslóganes políticos que desmerecen a quienes los utilizan y que según las ocasiones se refiere a la necesidad de arrimar el hombro, al grado de patriotismo de unos y de otros, o a sembrar dudas de la existencia de un programa económico por parte de la oposición, repitiendo hasta la saciedad los mensajes como martillo pilón.

De contar a los ciudadanos cómo se ha llegado a esta situación; de cómo se sale de ella; de a dónde nos dirigimos y de cuántos sacrificios se requieren para llegar a esa meta, nada de nada. Ha sido y sigue siendo la asignatura pendiente del Gobierno y las encuestas reflejan con claridad meridiana la valoración que la política informativa merece a los votantes. Toda decisión exige de una explicación seria y comprensible y la lucha contra una crisis económica de las dimensiones de las que esta afectando a España, hubiera merecido de una labor pedagógica y didáctica de gran calado que en ningún caso ha tenido lugar en los últimos años.

El presidente del Gobierno ha dado la vez al vicepresidente primero, aunque todo parece indicar que es poco el tiempo para el volumen de tarea por hacer. Si a Sebastián, brillante, minnesoto, sólido y buen economista, solo se le ocurre recurrir a la taza de café para explicar la subida de la luz, no cabe esperar grandes avances en el campo de la comunicación que trate de informar con solvencia a los ciudadanos.

Para los estudiosos de la comunicación en el ámbito de la política, se recomienda la entrevista realizada por Carlos Herrera al presidente del Gobierno en Onda Cero el pasado día 4. Se entenderá porqué le cuesta tanto al gobierno conseguir la confianza de los mercados financieros, aunque Rodríguez Zapatero demostró su capacidad de propagandista y de irse de rositas de tan celebrado entrevistador.
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 (*) Carlos Díaz Güell es director de la revista Tendencias del Dinero

(**) 'Minnesotos'. Autocalificativo que se otorgan quienes han cursado estudios en el Departamento de Economía de la Universidad norteamericana de Minnesota desde mediados de los años 80 y cuyo núcleo originario muchos convienen en situar en Cataluña en torno a economistas como Joan Sardá o Mas-Colell, aunque la división madrileña/resto de España no es en ningún caso menos relevante con figuras como la del propio Sebastian, David Taguas o Paulina Beato.

Sus detractores les acusan de constituirse en "núcleo cerrado, reservado y elitista, que vive bastante al margen de los problemas de la economía real y que no formula propuestas concretas a los problemas existentes". Pero son muchos los críticos que reconocen también el "enorme esfuerzo que desarrollan para mantenerse a la altura de la elaboración teórica más actual y avanzada de la comunidad científica mundial".

La defensa de los minnesotos gira en torno a que la teoría económica actual "está muy matematizada" y que "a diferencia de lo que sucedía 30 años atrás, hoy resulta imposible entender cualquier artículo de las grandes revistas especializadas sin saber matemáticas". Aceptan que en momentos se pasaron de abstracción, pero enarbolan sus modelos econométricos como armas imprescindibles para moldear la economía real.

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