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Manual de supervivencia para el euro en 2011

Londres Plaza / VÍCTOR JIMENEZ. 26/12/2010 El precio del dinero lleva camino de traspasar la barrera del 10%, a menos que la Unión Monetaria Europea despliegue una nueva táctica para seducir a los inversores que financian nuestras deudas nacionales. ¿Pero cómo? Valencia Plaza recopila las propuestas más debatidas en los mercados

LONDRES. Mientras los turrones se reparten sobre la mesa, el tipo de interés que paga el Gobierno español a cambio de los préstamos que recibe en los parqués financieros, se sitúa ya alrededor del 5,3%. Pero el espíritu nadiveño no ha empañado la vista de los bancos internacionales de la City de Londres, que alertan de que el coste se duplicará antes de 2015. Si la amenaza ─según datos de JP Morgan y Barclays Capital─ de un 10% por el crédito exterior les intimida, pónganse en la piel del gabinete griego, que se enfrentaría a un 24,4% si no hubiera cedido las llaves de su Ministerio de Hacienda al Fondo Monetario Internacional (FMI) por 110.000 millones de euros.

"Al principio, la Unión Europea recomendó a las autoridades griegas que no aceptaran la ayuda del FMI", dice Charles Wyplosz, director del Centro Internacional de Estudios Monetarios y Bancarios. "El Banco Central Europeo prometió facilitar hasta 10.000 millones de euros", recuerda Wyplosz, "sin embargo, el Fondo tuvo que hacerse cargo con una suma diez veces mayor, lo que demostró la pobre capacidad de análisis de los políticos europeos. Peor todavía, ni siquiera se le pudo llamar rescate financiero a la operación, porque el Tratado de Lisboa no contempla ninguna cláusula al respecto...".

El Banco Central Europeo o BCE no sólo niega la existencia del rescate como alternativa, sino que juró durante la crisis griega no comprar directamente bonos del Tesoro de ningún país. Además de haber incumplido sus votos, el BCE ha exigido recientemente a los estados miembros que aumenten las reservas de capital de la entidad de 5.000 a 10.000 millones de euros, para hacer frente al pasivo que está acumulando en valores soberanos; particularmente aquellos que menos confianza inspiran a los inversores, como los de Irlanda.

Este enero, de hecho, el Mecanismo de Estabilidad Financiera Europea (EFSM) comenzará sus emisiones de entre 3.000 y 5.000 millones de euros de deuda a cinco, siete y diez años hasta completar un ciclo de 60.000 millones (17.500 se consumirán en el déficit irlandés), que pasarán a formar parte del Fondo Europeo para la Estabilidad Financiera (EFSF) ─junto a 250.000 millones que aporta el FMI y 440.000 millones en garantías procedentes de los 16 estados que manejan la moneda comunitaria. Y es aquí es donde los analistas están metiendo el dedo.

MÁS EUROPA, MENOS EXCUSAS

¿Son 750.000 millones de euros suficientes para frenar la huída de la inversión exterior en los bonos periféricos europeos? Los economistas de Citigroup opinan que no, porque el EFSF debería cubrir a Grecia, Portugal, Irlanda, Italia y Bélgica, cuya deuda en cuanto al producto interior bruto es mayor que la de España, que también incluyen en el paquete de candidatos al rescate. La base del superfondo europeo tendría que ampliarse a 1,7 billones de euros, lo que detendría a los especuladores contra el euro y contra la capacidad de extraer crédito de los estados periféricos. La medida iría acompañada de un proceso de restructuración del sector bancario y de su recapitalización general, porque la actual situación de independencia fiscal de los países afectados únicamente favorece el contagio de la crisis.

En el departamento de Política Económica Europea de la Universidad de Bruselas barajan otra posibilidad. Si el capital del EFSF se reconvierte en un fondo de rescate para comprar activos de baja calidad y deuda soberana, relajaría la presión que se apila sobre las espaldas del BCE. Incluso podría emitir bonos de la Unión Europea, que centralizaría los planes fiscales de los estados a los que concediera soporte, tomando las riendas de sus programas económicos para combatir la recesión, y los auditaría estrictamente y de manera imparcial.

Según Joao Rodrigues, uno de los académicos que defiende esta solución, "las pruebas de estrés que se apliquen a la banca de los países periféricos en el próximo futuro han de revelar el volumen de pérdidas reales, las anteriores han resultado poco creíbles". Rodrigues añade como requisitos viables la instauración de un impuesto de transacciones financieras y de una impuesto medioambiental, además del refuerzo del sistema europeo de supervisión de los mercados para impedir que la compraventa de seguros sobre bonos del Tesoro ─los credit default swaps─ desemboque en la preferencia por el impago de los emisores de deuda soberana, para conseguir así mayores beneficios.

Hasta desde las firmas privadas de ejecución de órdenes en los mercados financieros regulares y alternativos, como Knight Capital, se exhorta a la Comisión Europea a que desarrolle el tamaño del EFSF: Brian Yelvington indica que "750.000 millones es una cifra completamente inadecuada para las necesidades de la periferia de la Unión Monetaria Europea. Con un fondo tan exíguo, el espectro de rebajas en el canjeo de valores soberanos aparecerá tarde o temprano en las discusiones con los inversores, y el coste del crédito se disparará aún más". El problema es, en palabras de Yelvington, que "la zona euro no puede sobrevivir si no se coordina para imprimir moneda y recaudar tasas sin barreras estatales que valgan".

La última encuesta Global Macro Surveyde Barclays Capital, en la que han participado 2.000 inversores institucionales y gestores de fondos especulativos y de corporaciones, arroja expectativas optimistas. A penas un 4% augura que la Unión Monetaria Europea cesará de funcionar en 2011, y el 50% de las respuestas califican de "modesto" el impacto con que la deuda soberana de la periferia europea pueda sacudir a la moneda común. El mensaje está claro: en los círculos de inversión exterior se confía por ahora en la aptitud de los 16 estados del euro para articular un Unión Europea más unida y más europea en términos políticos, y no exclusivamente económicos.

Pero para que los buenos deseos se cumplan, este año no valdrá de mucho escribir cartas a los reyes magos. Mejor empiecen por enviar sus postales al Palacio del Elíseo y al Bundeskanzler...

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